El salmo 130 es un salmo de plena confianza en el Señor. Después de haber tenido más de un desengaño en sus aires de grandeza el pueblo de Israel cree que lo más importante es confiar en el Señor. Lástima que actualmente, el gobierno de Israel continúe en sus trece y se cree con derecho de aplastar a los palestinos, aunque tampoco éstos merecen una corona de santidad.
¿Habrá un día en que estos dos pueblos se lleguen a poner de acuerdo y a vivir como buenos vecinos, ya no digo como buenos hermanos?
El orgullo no conduce a nada bueno esto nos lo ha recalcado Jesús:
“Si no volvéis a ser como niños no entrareis en el Reino de los cielos” (Ma 18,3), pero nos cuesta asumir que somos poca cosa y que sin la ayuda de lo alto poco podemos hacer. El salmista penetrado de sus límites dice:
“Señor, mi corazón no es ambicioso, no pretendo grandezas que superen mi capacidad” (cfr. v 1-2).
El camino de la infancia espiritual que expone Santa Teresita queda reflejado en este corto salmo.
Sentirse sencillo y confiado entre las manos de Dios como un niño en brazos de su madre, nos hace vivir con serenidad los acontecimientos que nos depara la vida. Texto: Hna. María Nuria Gaza