Es la historia de un emigrante que, entre mil, ha tenido una enorme suerte Recomiendo 'Viaje al país de los blancos' de Ousman Umar
Se escapó de casa en Ghana a los trece años, porque vio volar a un avión y le dijeron que eso era algo que hacían “los blancos”
El efecto llamada no lo provocan los barcos que recogen náufragos en el Mediterráneo, ni siquiera los países que acogen inmigrantes. El efecto llamada lo provoca nuestra mera existencia
La verdadera responsabilidad nuestra está en acabar con esas mafias, no en acabar con los emigrantes. Eso otro debería ser cosa de un plan de ayuda desinteresada a su desarrollo, que es lo único que acabará con el efecto llamada
Como dicen que decía aquel gran cristiano que fue E. Mounier, en el futuro los hombres no se distinguirán por si creen o no en Dios, sino por la postura que tomen antes los desheredados de la historia
La verdadera responsabilidad nuestra está en acabar con esas mafias, no en acabar con los emigrantes. Eso otro debería ser cosa de un plan de ayuda desinteresada a su desarrollo, que es lo único que acabará con el efecto llamada
Como dicen que decía aquel gran cristiano que fue E. Mounier, en el futuro los hombres no se distinguirán por si creen o no en Dios, sino por la postura que tomen antes los desheredados de la historia
| José I. González Faus José Ignacio González Faus
Es la historia de un emigrante que, entre mil, ha tenido una enorme suerte. Se escapó de casa en Ghana a los trece años, porque vio volar a un avión y le dijeron que eso era algo que hacían “los blancos”. Creyendo que los blancos eran una especie de dioses, decidió ir a vivir al país de los blancos. Tardó cuatro años en atravesar África hasta llegar a entrar en una patera en Libia. Acabó en Cataluña por una anécdota que es mejor no desvelar. Y tuvo la suerte final de encontrar una familia que lo acogió como hijo. Entonces, a sus 17 años aprendió a leer y escribir, aprendió castellano y catalán, estudio una carrera y hoy ha fundado una ONG para ayudar a los chavales de su país, sobre todo en educación.
Es un libro que deberíamos conocer todos, pero sobre todo los políticos. De él pueden sacarse algunas lecciones importantes. Por ejemplo:
1ª.- El efecto llamada no lo provocan los barcos que recogen náufragos en el Mediterráneo, ni siquiera los países que acogen inmigrantes. El efecto llamada lo provoca nuestra mera existencia. Podemos haber sido más creativos que ellos, pero nos hemos desarrollado también a costa de ellos (con las colonias, el tráfico de esclavos y demás), hemos provocado además guerras en sus países y ahora será inevitable que quieran (¡que necesiten!) venir.
2ª.- Las informaciones que da Umar sobre las mafias en la zona norte de África (en Libia sobre todo), sobre su crueldad, su insensibilidad ante el dolor ajeno, su afán de explotación, son increíbles. Es ahí donde una Europa humana debería dirigir sus esfuerzos: contra esos verdugos mafiosos y no contra su víctimas; porque esos verdugos también son en parte obra nuestra.
Desde nuestra presuntuosa conciencia de superioridad, el mundo desarrollado se ha permitido cuando le interesaba, intervenir en otros países como “mensajero de la democracia” para derrocar dictadores. Por supuesto Gadafi y Sadam Hussein eran unos dictadores (como también lo es la monarquía de Arabia Saudí…). Y así, intervenimos por nuestra cuenta en un país, derrocamos al dictador y les dejamos no una democracia sino una especie de “gota fría política”, como son hoy Irak o Libia. La verdadera responsabilidad nuestra está en acabar con esas mafias, no en acabar con los emigrantes. Eso otro debería ser cosa de un plan de ayuda desinteresada a su desarrollo, que es lo único que acabará con el efecto llamada.
3ª.- Los hombres blancos no son tan dioses como creía este chaval desde Ghana a su trece años, y como nos creemos nosotros. Podemos ser incluso más diabólicos que ellos. Porque nuestra educación se ha ido convirtiendo cada vez más en deseducación humana y capacitación tecnológica. Así es como hemos divido la humanidad y estamos a punto de cargarnos el planeta. Y valdría aquí una parodia de la frase evangélica: ¿por qué ves la falta de progreso en el ojo de tu hermano y nos la falta de humanidad en el tuyo?
4ª.- A pesar de lo antes dicho, todavía quedan entre nosotros esos “diez justos de Sodoma”, que podrían haber salvado al país de su autodestrucción y cuya bondad no hace ruido. La familia que acogió a este chaval perdido en una calle de Barcelona no pretendió hacer ninguna gesta heroica sino un sencillo acto de cariño y hospitalidad; corrió un riesgo que podía haber salido mal pero esta vez les ha salido muy bien. Este chaval nos deja la pregunta de cuántos como él podrían haber salido de entre los miles que perecieron en el desierto o en el mar. El mismo argumento que dan a veces los antiabortistas (no sabemos qué futuro se destruye al destruir una vida) vale paradigmáticamente para el problema de las migraciones.
5ª.- El caso de Umar ha terminado tan bién, entre otras razones, porque se encontró aquí totalmente solo y muy joven. Ello le ha facilitado una inculturación plena, mucho más difícil cuando la emigración se hace en grupos que tienden a crear guetos. El emigrante debe estar dispuesto a sacrificar una parte de su cultura y sus hábitos y el que recibe debe estar dispuesto a ser acogedor, y receptor de todo aquello que es bueno y humano aunque no sea suyo. De lo contrario iremos creando países y ciudades con poblaciones vecinas y hostiles. Y eso puede acabar un día en algún huracán social.
Como dicen que decía aquel gran cristiano que fue E. Mounier, en el futuro los hombres no se distinguirán por si creen o no en Dios, sino por la postura que tomen antes los desheredados de la historia. Pues solo Dios sabe si la creencia en Dios es una auténtica fe o una superstición idólatra. Porque, como decía Jesús, creyendo en Dios se puede matar en nombre de Dios a los hijos de Dios. Y eso se hará “porque no se ha conocido a Dios” (cf. Jn 16, 2.3).
En cualquier caso:Lea Viaje al país de los blancos, por favor, y luego reflexione un poco.