"En esta nueva era papal, es una cuestión de voluntad episcopal", dicen Católicos homosexuales afirman que las pautas de los obispos de Malta les permiten comulgar
(Cameron Doody).- "Los principios que elaboraron son transferibles a los católicos LGBT y a sus seres queridos". Así ha acogido la organización New Ways Ministry la actitud "matizada y compasiva" de los obispos de Malta hacia los creyentes en situaciones "irregulares", sosteniendo que su ejemplo puede abrir el camino a la participación de católicos gays en los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía.
En un blog colgado en la web del servicio pastoral a los católicos homosexuales, su editor adjunto, Robert Shine, sostiene que los criterios de los obispos Charles Scicluna y Mario Grech sobre la participación en la disciplina sacramental son aplicables tanto a las personas separadas y divorciadas como a las personas gays.
Cabe recordar que en sus pautas para la aplicación de la Amoris laetitia los prelados malteses avanzaron el siguiente principio:
Si, como resultado del proceso de discernimiento, emprendido con "humildad, discreción y amor por la Iglesia y su enseñanza" ... una persona separada o divorciada que vive en una nueva relación, discierne, con una conciencia informada e iluminada, reconocer y creer que él o ella están en paz con Dios, él o ella no pueden ser excluidos de participar en los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.
Para Shine, la clave del documento de los prelados malteses es su ejemplo de no discriminación. Tal y como recuerdan los obispos con la propia exhortación apostólica, los católicos en situaciones familiares "irregulares" -sean éstas debidas a la separación, el divorcio o incluso a la orientación afectiva- bajo ningún concepto deben ser tratados de forma diferente a los demás creyentes.
Es más: según plasmaron Scicluna y Grech, los católicos en situaciones difíciles pueden volver a los sacramentos al "formar e iluminar su propia conciencia, de modo que puedan hacer una decisión honesta ante Dios y actuar según el mayor bien posible".
Como Shine recuerda, si la participación en los sacramentos depende de tal proceso de discernimiento y formación, la Iglesia tiene que reconocer que este es un momento por el que han pasado también muchos católicos gays.
"La Iglesia debe ayudar a formar conciencias, no reemplazarlas", escribe Shine, "y ha de respetar las decisiones de la conciencia una vez ya tomadas". En cuanto a los creyentes LGBT, observa, ellos también "han hecho una decisión honesta ante Dios". Y si las personas separadas o divorciadas pueden volver a los sacramentos una vez que se sientan ellos mismos en situación de paz con Dios -tal y como sostuvieron los obispos Scicluna y Grech- tal principio lógicamente puede ser extendido también a los creyentes homosexuales.
"Entre las muchas disputas sobre Amoris laetitia", concluye Shine, "los obispos de Malta han mostrado lo que los líderes de la Iglesia pueden hacer con el espacio creado por el Papa Francisco al haber recuperado partes olvidadas de la tradición católica".
"En esta nueva era papal", añade, "es una cuestión de voluntad episcopal, más que cualquier restricción del Vaticano, la que dictará cómo se profundice la inclusión de personas LGBT".