Sacerdotes, religiosas, misioneros y las ONG se afanan para hacer llegar la ayuda a un país devastado La Iglesia coordina la ayuda para los damnificados del terremoto de Birmania

El martes 1 de abril, Birmania guardó un minuto de silencio por las víctimas del terremoto que costó la vida a más de 2.700 personas en este país del sudeste asiático, asolado desde hace cuatro años por una mortífera guerra civil
Ante la magnitud de las necesidades humanitarias, la Iglesia se moviliza para ayudar a los damnificados
(Vatican News).- A las 12:51, hora exacta del terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter que sacudió Birmania el viernes 28 de marzo, las sirenas sonaron en todo el país para marcar el inicio de un solemne duelo por las víctimas. Más de 2.700 muertos, 3.900 heridos y cientos de desaparecidos, según las últimas estimaciones de las autoridades birmanas a 1 de abril. Estas cifras están muy subestimadas, según las ONG y las propias víctimas.
"Aunque han pasado varios días desde el seísmo, muchas personas siguen atrapadas y a la espera de ser rescatadas", afirma un profesor afincado en Sagaing, ciudad del centro del país situada a orillas del Irrawaddy, a pocos kilómetros del epicentro del seísmo.

Las operaciones de rescate se han visto dificultadas por las repetidas réplicas y la falta de infraestructuras viarias. "Un gran número de cadáveres no han sido enterrados y las bolsas para cadáveres están muy solicitadas. Debido a la imposibilidad de recuperar algunos cuerpos y al calor, los malos olores han empezado a extenderse por la ciudad".
Un desastre natural añadido a la catástrofe humana
A 20 kilómetros, en la región de Mandalay, donde viven 2,5 millones de personas, los daños son considerables. "Casi el 70% de la ciudad de Mandalay ha quedado destruida", se lamenta un misionero francés afincado en las afueras de la segunda ciudad del país. Como su pueblo está en una zona rural, lejos de los rascacielos, no ha habido muertos y apenas heridos. Pero los habitantes siguen conmocionados, "la gente está cansada, es un trauma más".
El primer temblor se produjo a la hora de la siesta, cuando la mayoría de los habitantes del pueblo estaban fuera, dormitando a la sombra en esta estación calurosa en la que las temperaturas pueden alcanzar los 40°C.

"Esto probablemente salvó vidas", dice el misionero. Aunque su pueblo se salvó, el sacerdote, contactado por teléfono, sigue siendo testigo del sufrimiento de las víctimas en los alrededores: "Tengo conocidos que están buscando entre los escombros y, una vez encontrados los cuerpos, hay que recomponerlos para presentarlos a las familias. Es realmente trágico".
No muy lejos, un pueblo musulmán sufrió un duelo generalizado cuando el terremoto se produjo a última hora de la mañana, durante la oración del viernes. "Era el viernes de Ramadán, así que muchos creyentes musulmanes estaban en las mezquitas, y en algunos casos las mezquitas se les vinieron encima, fue terrible", cuenta el misionero. La comunidad musulmana, que sólo representa el 4% de la población de este país predominantemente budista, pagó un alto precio, con casi 700 muertos, según la agencia estadounidense Associated Press.
Aunque, según las últimas informaciones, la comunidad cristiana salió relativamente indemne, estos lugares sufrieron una destrucción considerable. Varias iglesias católicas de Mandalay sufrieron daños.
En el Estado de Shan, el falso techo de la catedral de San José, en la ciudad de Taunggyi, se derrumbó, según otro misionero francés en el norte de la región de Sagaing, a varios cientos de kilómetros. Contactado por teléfono varios días después del seísmo, este seminarista afirma que no sintió ningún temblor, y que se dio cuenta de la magnitud de los daños más de 24 horas después, pues sólo había tenido acceso a Internet durante unos diez minutos en el espacio de cuatro días.
"El país está sufriendo enormemente, no necesitaba esto..."
"Esta catástrofe natural se suma a la catástrofe humana que se vive desde 2021, con numerosos combates, sobre todo en la región de Sagaing y en el estado de Shan", lamenta. "La población ya estaba muy debilitada por ello, con muchos refugiados viviendo en campamentos en condiciones muy precarias, por no hablar de una crisis económica importante". "El país está sufriendo enormemente, no necesitaba esto...".
La ayuda humanitaria lucha por llegar
Las necesidades humanitarias son inmensas. Hay escasez de agua potable, alimentos secos y suministros médicos, así como de mantasy mosquiteras para dormir al aire libre, porque todos los edificios corren peligro de derrumbarse. El puente de Ava, que unía Sagaing con Mandalay, ya no existe.
El otro puente, explica el profesor birmano que vive en Sagaing, "es muy inestable, lo que lo hace muy peligroso. Sólo se permite utilizarlo a un número limitado de vehículos pequeños. Para llevar ayuda a Sagaing, hay que cruzar el río".
La entrega de ayuda por vía aérea también es complicada, ya que la mayoría de los aeropuertos están dañados. "La asistencia va llegando poco a poco, pero es complicado porque el aeropuerto de Mandalay está cerrado porque su pista no es transitable y los aviones no pueden aterrizar", explica el misionero francés en la región. "Por ello, la ayuda sólo puede llegar por carretera desde Rangún, en el sur del país, pero hay 8 horas de viaje entre Rangún y Mandalay".
A ello se añade el bloqueo político provocado por una guerra civil que enfrenta al ejército con varias facciones étnicas desde 2021. En una entrevista concedida a Radio Vaticano-Vatican News, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Rangún, pidió un alto el fuego y que la ayuda llegara sin trabas a las poblaciones afectadas. Pero la junta militar reanudó sus ataques justo después del terremoto en el estado de Shan, en el noreste del país, según informaciones difundidas por AFP.
La Iglesia junto a las víctimas
"El día del terremoto, seguimos haciendo el Vía Crucis a las 5 de la tarde", confiesa el sacerdote francés de la región de Mandalay. "Seguimos celebrando los sacramentos y la misa, e intentamos ayudarnos mutuamente". Construyendo pequeñas cabañas, por ejemplo, para dar cobijo a todos.
Los colaboradores de la red Caritas están coordinando actualmente las respuestas de emergencia, enfocándose en el acceso al agua potable, la distribución de alimentos, la atención médica y los refugios provisionales. Según un comunicado de prensa emitido por Secours Catholique el martes, se ha creado una unidad de emergencia y un equipo ha salido hacia Mandalay por carretera para llevar a cabo una evaluación con otras organizaciones internacionales. También se ha hecho un llamamiento para recaudar donativos para ayudar a la población birmana.
Las oraciones y la cercanía espiritual de Francisco, expresadas en un telegrama enviado el 28 de marzo y firmado por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, han llegado a los misioneros. "Nos permite decirnos a nosotros mismos que no estamos completamente solos, que no estamos olvidados, porque esa es a veces la impresión que tenemos en Birmania. Es maravilloso ver la preocupación del Padre común de la Iglesia por este pequeño rebaño que es la Iglesia en Birmania. Es muy bueno para nuestros corazones".
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