El obispo emérito publica 'Roma locuta,¿ causa finita?' Erwin Kräutler: "¿Es la ordenación sacerdotal femenina una cuestión irrevocable?"
“¿Por qué no se permite a las mujeres ser ordenadas? Hasta hoy, no he encontrado una respuesta que me convenza. Y sé que no hay una respuesta realmente convincente”
Es la pregunta que se hace -y la respuesta que se otorga- el obispo emérito de la prelatura brasileña de Xingu, Erwin Kräutler, en un cuadernillo titulado Roma locuta, ¿causa finita? Sobre la ordenación de mujeres en la Amazonía, editado por el Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad
“¿Por qué no se permite a las mujeres ser ordenadas? Hasta hoy, no he encontrado una respuesta que me convenza. Y sé que no hay una respuesta realmente convincente”. Es la pregunta que se hace -y la respuesta que se otorga- el obispo emérito de la prelatura brasileña de Xingu, Erwin Kräutler, en un cuadernillo titulado Roma locuta, ¿causa finita? Sobre la ordenación de mujeres en la Amazonía, editado por el Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad.
“El hecho de que el Papa Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Ordinatio Sacerdotalis, del 22 de mayo de 1994, se refiriera a “la constitución divina de la Iglesia” para decir que “la Iglesia (no tiene) autoridad alguna para ordenar mujeres al sacerdocio” y, además, declarara enfáticamente que “todos los fieles de la Iglesia deben acatar definitivamente esta decisión” (OS 4), me entristece”, añade el pastor.
“¿Cómo pudo el Papa afirmar, como si fuera ‘de fide revelata’, como voluntad divina revelada para siempre, que nunca se permitiría conferir las Órdenes Sagradas a una mujer? La formulación utilizada por Juan Pablo II es casi como proclamar una declaración de fe ‘ex cathedra’. Pero una exhortación apostólica no es una proclamación de dogma. Por lo tanto, se me debería permitir cuestionar esta decisión papal”, indica.
“La tesis de que el sacerdote, por actuar en la persona de Cristo, debe ser un hombre y que el ‘ser-hombre’ es, por tanto, un elemento sacramental indispensable, es difícil de entender y sostener. Los evangelios se escribieron en un espacio cultural patriarcal en el que la mujer desempeñaba un papel sumiso al hombre, e incluso era tratada como ‘inmadura’. Jesús vivió en este espacio cultural específico, pero rompió repetidamente con la tradición. Basta pensar en su encuentro con la mujer de Samaria (cf. Jn 4), que irritó incluso a sus discípulos. Pensemos en las mujeres que le acompañaron desde la primera hora de su vida pública (cf. Lc 8, 2-3)”, subyara.
“Vivimos en el siglo XXI y hace tiempo que las mujeres son reconocidas como iguales a los hombres, tienen los mismos estudios y cualificaciones, y son líderes en muchos ámbitos sociales, económicos y políticos"
Pero, añade, “vivimos en el siglo XXI y hace tiempo que las mujeres son reconocidas como iguales a los hombres, tienen los mismos estudios y cualificaciones, y son líderes en muchos ámbitos sociales, económicos y políticos”.
El Papa Juan Pablo II -prosigue Kräutler- invoca su ministerio “para fortalecer a los hermanos” (Lc 22, 32) y al hacerlo saca de contexto esta palabra de Jesús. Es el último encuentro con los discípulos antes de que el Señor sea traicionado y arrestado y condenado a muerte. Jesús se dirige a sus amigos más cercanos, habla de lo que está a punto de suceder y también dice con toda claridad: 'esta noche todos ustedes se escandalizarán' (Mt 26, 31). En este contexto, Jesús se dirige a Simón Pedro: 'Simón, Simón, Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo en la criba; pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando recuperes la confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes' (Lc 22, 31-32). No es comprensible derivar precisamente de esta palabra de Jesús a Pedro, ante la muerte, la autoridad papal para prohibir definitivamente la ordenación de mujeres al sacerdocio”
Pero, “¿es una cuestión irrevocable?”, se pregunta, para ofrecer las muestras de otros papas que han revocado decisiones tomadas por sus antecesores, entre ellos. “Una y otra vez, cuando se trata de decir no a la ordenación de mujeres -destaca el prelado, que todavía recuerda cuando le contó en el Vaticano al papa Wojtyla la existencia de las comunidades eclesiales de base- , se hace referencia a la exigida ‘adecuación de la revelación’. Los defensores de una ordenación exclusivamente masculina ni siquiera se privan de citar a Pablo en 1 Corintios: ‘como es costumbre en todas las iglesias, las mujeres deben guardar silencio en la asamblea; no se les permite hablar” (1 Cor 14, 33-34). Si este mandato siguiera vigente hoy en día, ¿cuál sería el estado de las iglesias en la Amazonía y en otras regiones? El hecho es que la primera comunidad cristiana en suelo europeo se reunió en torno a una mujer: ‘una mujer llamada Lidia, mercader de púrpura de la ciudad de Tiatira, estaba escuchando; era una mujer piadosa, y el Señor le abrió el corazón para que escuchara atentamente las palabras de Pablo (Hch 16, 14)”.
Sin pruebas
“No hay absolutamente ninguna prueba de que un hombre presidiera siempre la Eucaristía en la Iglesia primitiva”, señala, para añadir que “en los pasajes bíblicos que hablan de la Eucaristía, sólo se menciona el mandato general del Señor: ‘hagan esto en memoria mía’ (Lc 22, 19 y 1 Cor 11, 24), pero no se especifica con más precisión quién —si hombre o mujer (¿Lidia? ¿Priska? ¿Junia?)— preside la celebración ‘in persona Christi’”.
“El hecho de que no se mencione a las mujeres en la Última Cena no puede citarse como prueba de que Jesús ‘sólo’ encargó a los hombres que celebraran sacramentalmente la conmemoración de su muerte y resurrección. Si así fuera, sólo los hombres podrían participar en la celebra- ción de la Eucaristía”, sostiene el obispo emérito.
Etiquetas