Una abuela sonriente alza a su nieto para mostrárselo con alegría al Papa que pasa entre la multitud: es una imagen que, sin palabras, resume el mensaje de Francisco durante el encuentro con los jóvenes y las familias de ayer en Iaşi, Rumania. El Papa lo subraya al final de su discurso con una frase espontánea.
«Estoy terminando, me falta un párrafo, pero no quiero olvidarme de decir una experiencia que tuve mientras entraba en la plaza. Había una anciana, bastante mayor, abuela. En sus brazos tenía a su nieto, más o menos dos meses, nada más. Cuando pasé, ella me lo mostró. Sonrió, y sonrió con una sonrisa de complicidad, como diciéndome: "Mira, ahora puedo soñar". En ese momento me he emocionado y no tuve el valor de ir y traerla aquí delante. Por eso lo estoy contando ahora. Los abuelos sueñan cuando los nietos siguen adelante, y los nietos tienen coraje cuando toman sus raíces de los abuelos. Poco antes decía que la fe no se transmite sólo con palabras, sino con gestos, miradas, caricias como las de nuestras madres, de nuestras abuelas; con el sabor de las cosas que hemos aprendido en casa, de una manera sencilla y genuina». Y lancé esta exhortación a los jóvenes- continuó explicando el Santo Padre.
«Cuando crezcas, no olvides a tu madre y a tu abuela y esa fe sencilla pero fuerte que las caracterizó y que les dio fuerza y perseverancia para seguir adelante y no dejar caer sus brazos. Es una invitación a agradecer y rehabilitar la generosidad, el coraje y el desinterés de una fe "casera" que pasa desapercibida pero que poco a poco construye el Reino de Dios», concluyó el Papa quien en tantas ocasiones ha hablado de la importancia de la figura de los abuelos en la vida de los nietos, al igual que lo fue para él su abuela Rosa.