Los franciscanos recuerdan a los amigos que se mantuvieron al pie de la cruz Tras el sepulcro, la Resurrección: procesión fúnebre de Cristo en Jerusalén
Una estatua de Cristo, llevada en procesión, fue izada hasta el Gólgota, envuelta en un sudario y finalmente colocada en la tumba
Monseñor Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, presidió la conmemoración de la Pasión de Nuestro Señor en el Calvario del Santo Sepulcro, que se levanta donde estuvo la cruz hace casi 2.000 años.
En el Oficio de la Pasión de esta mañana, en la Basílica del Santo Sepulcro, la Iglesia conmemoró el arresto, el juicio, la condena, la tortura y la crucifixión de Jesús, hasta su sepultura en un sepulcro, excavado en la roca que habría estado bajo el Edículo. Es el punto culminante del Triduo Pascual.
El Viernes Santo es el único día del año en el que no se celebra ninguna misa en ningún lugar del mundo, para resaltar la singularidad del sacrificio del Señor en el Calvario. La Eucaristía que se distribuye a los fieles este día se consagra en la Misa celebrada la víspera. Por esta razón, el oficio solemne del Viernes Santo se llama tradicionalmente "Misa de los Presantificados". De una vez por todas, Jesús se ofrece por cada uno de nosotros, dando sentido al sacrificio eucarístico, que luego se renueva en cada misa, cuando viene al altar para ponerse de nuevo a nuestra disposición.
Después de que el Patriarca Pizzaballa, acompañado de Mons. Adolfo Tito Yllana, Nuncio Apostólico en Tierra Santa, de Mons. Shomali, Vicario General para Jerusalén y Palestina, y del P. Piotr Zelasko, Vicario para los católicos de lengua hebrea, entrara en el interior del Santo Sepulcro con la procesión, las puertas se cerraron con llave durante toda la ceremonia.
Al final de la mañana, para el Vía Crucis abierto a todos en la Vía Dolorosa, muchos fieles, locales y peregrinos de todo el mundo recorrieron la Ciudad Vieja siguiendo las huellas de Cristo, haciendo de Jerusalén la Ciudad de la Pasión y la Redención.
Tras la celebración del Oficio de Tinieblas por parte de los franciscanos en el interior del Santo Sepulcro a las 16 horas, tuvo lugar otra ceremonia muy emotiva, propia de Jerusalén, por la noche: la procesión fúnebre de Jesucristo, dirigida por el Custodio de Tierra Santa, Fr. Francis Patton, OFM, en la Basílica de la Resurrección. Una estatua de Cristo, llevada en procesión, fue izada hasta el Gólgota, envuelta en un sudario y finalmente colocada en la tumba.
En el primer pesebre viviente, San Francisco de Asís invitó a todos los fieles a unirse a los pastores, a los Magos y a María y José en su adoración del misterio de la Encarnación. Con esta ceremonia fúnebre, los franciscanos nos invitan, con modestia y moderación, a unirnos a la procesión de los amigos de Jesús; aquellos que permanecieron al pie de la cruz y que lo llevaron a lo que creían que era su lugar de descanso final, esperando la Resurrección.
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