"Era una maravilla ver colegio y parroquia al servicio del barrio" Nicolás Castellanos: "Dejaron huella, sembraron amor, alegría, felicidad, solidaridad, otra manera de ver la vida"
"La H. Josefina Fernández apostó por un barrio marginal, que empezaba a despertar y se involucró en su desarrollo social y humano"
La muerte nos sorprende a cada paso. En breve tiempo, me han dejado personas cercanas, amigos del alma, cómplices entrañables en edificar otro mundo habitable para todos.
Encarna Rodríguez, en León
Jesús López, en Palencia
Pilar Baguena, en Madrid
P. José Ortega, en Palencia
P. Demetrio Fernández, en Madrid
P. José Villegas, en Madrid
P. Agustín Bécares en Palencia
Consuelo Caballero, hermana de Jesús, misionero amigo en Brasil
Sor Juana Andrés, hija de la Caridad, en Valladolid
P. David García Martín, sacerdote de Palencia
P. Alberto Ruiz Lanchares, sacerdote de Palencia
P. Germán García, en Palencia, sacerdote de Hombres Nuevos
Arselina Álvarez, en Alcalá de Henares, hermana de Tomás osa
Vicente Villagrá, en Palencia
Sole Aumente, en Palencia
José Mariscal Arranz, sacerdote de Palencia
Delfín Arevilca, boliviano, papá de Sor Maura
Isidoro Nevares, hermano del P. Jesús Nevares
Lógicamente, siento dolor, ruptura, pérdida, separación, vacío, y, a la vez, esperanza, certezas, presencia de Dios, porque asoma por cualquier rincón el Viviente.
Rezando y observando la vida azacaneada de mis amigas y amigos, a la hora de su partida, constato con gozo que la vida es más fuerte que la muerte, que el amor puede al odio, que la luz apaga las sombras. Precisamente porque son vidas positivas, de signo, dejaron huella, sembraron amor, alegría, felicidad, solidaridad, otra manera de ver la vida.
Hoy quiero compartir la vida que sembró la H. Josefina Fernández, en el barrio marginal del Cristo del Otero, en Palencia.
Nació en Arnoya (Orense) 24 – 07 – 1933. Entra en la Congregación de Misioneras del Divino Maestro, en 1948, en tiempo de los fundadores M. Soledad Rodríguez y el obispo Francisco Blanco, que fue si Director Espiritual. La primera profesión, la hizo en 1951, en manos de la Fundadora, en Orense.
Ejerció su tarea educativa, con vocación y profesionalidad, en los colegios de la Congregación en Salamanca, Palencia, Madrid y Orense, donde falleció el 18 de febrero de 2020.
Fuimos cómplices en la comunidad diocesana de Palencia, ella como religiosa Misionera del Divino Maestro, como directora del Colegio Público Juan Mena, poblado de gitanos, y como agente pastoral en la comunidad parroquial de San Ignacio y Santa Inés en el Barrio del Cristo.
Colaboró con el Párroco Rufino Ahedo en una Pastoral misionera, participativa, liberadora y de comunión. Como pastor y obispo, fui testigo y animador de aquella pastoral misionera de conjunto, que llevaron a cabo en la catequesis, en las celebraciones litúrgicas en la Pastoral Juvenil, en el desdoblamiento educativo del Tiempo Libre, para niños, jóvenes y formación de adultos, donde todos se sentían protagonistas, y en aquel grupo juvenil denominado “Pandillas”, que perdura hoy en auténticos militantes, adultos, simbolizados en Arancha Delgado, que con Inma Asenjo y Juanjosé Benito implantaron TINKU en la Plaza del Mechero del Plan 3000.
El colegio Juan Mena, siendo público, se convirtió en un colegio de la comunidad cristiana. Un colegio de puertas abiertas al barrio, a los gitanos, donde se celebraban toda clase de reuniones cívicas, de pastoral obrera, talleres de educación en valores. Era una maravilla ver colegio y parroquia al servicio del barrio. Un barrio que en aquellos años no se parecía al de ahora. Era un barrio marginal en la periferia de Palencia, poblado de familias marginales.
Por la década de los 80 había en Palencia unas 500 familias de gitanos, la mayor parte en el barrio del Cristo. También funcionó ahí el comedor gitano, al que frecuentaba, como obispo, a la hora de almorzar.
La H. Josefina vivió intensamente la realidad del barrio, porque se fue a vivir allí con su comunidad. Como directora del colegio público Juan Mena, entendió la labor educativa como una labor de barrio, centrada en la educación en valores de niños, adolescentes, jóvenes, gitanos, y también como plataforma educativa para los padres de alumnos y familias de escasos recursos.
El colegio de lunes a viernes funcionaba como unidad educativa y escolar y los fines de semana “Las Pandillas”, los grupos, el deporte, todo tipo de reuniones, talleres y cursos, se celebraban allí.
La H. Josefina Fernández apostó por un barrio marginal, que empezaba a despertar y se involucró en su desarrollo social y humano, liderado por Rufino Ahedo y Josefina Fernández. Fue muy clara la apuesta de ambos, en perfecta coordinación, con Cáritas, agentes de Pastoral y el Consejo Pastoral.
Normalmente en los medios de comunicación, contemplamos escenas de violencia, de sexo en exceso, lo negativo de la vida. Una vida como la de Josefina Fernández, heroína anónima, tiene mucho que enseñar y abre horizontes para ser más positivos, vivir con esperanza y tener en la mira que se puede ser feliz y hacer felices a los demás.