"Deja constancia que es obra del Espíritu Santo practicar la fe y la justicia" Víctor Codina, profeta en Bolivia desde 1982
"Es la muerte de un jesuita defensor de los pobres y excluidos y protector de los niños vulnerables, de un teólogo eminente, de un profeta de la Bolivia profunda, de un testigo en América Latina, de un amigo a quien admiraba y seguía"
"Víctor Codina, teólogo de casta y raza, nos ofrece una teología narrativa, nazarena, simbólica, descriptiva, desde la realidad injusta, desigual y empobrecida"
"Víctor Codina no fue solo un teórico de la Teología de la Liberación, sino que la practicó y la vivió en el mundo rural y minero y en los barrios marginales"
"Víctor Codina no fue solo un teórico de la Teología de la Liberación, sino que la practicó y la vivió en el mundo rural y minero y en los barrios marginales"
En medio del vendaval asolador de la pederastia, nos llega la triste noticia de la muerte de Víctor Codina, acaecida en Barcelona a los 92 años. Es la muerte de un jesuita defensor de los pobres y excluidos y protector de los niños vulnerables, de un teólogo eminente, de un profeta de la Bolivia profunda, de un testigo en América Latina, de un amigo a quien admiraba y seguía.
Víctor Codina, teólogo de casta y raza, nos ofrece una teología narrativa, nazarena, simbólica, descriptiva, desde la realidad injusta, desigual y empobrecida.
Víctor Codina, hace teología desde abajo, de abajo para arriba, donde el Espíritu Santo es el protagonista. Pero Víctor Codina no fue solo un teórico de la Teología de la Liberación, sino que la practicó y la vivió en el mundo rural y minero y en los barrios marginales.
La teología de Víctor Codina es sabia, al alcance de todos, la expresa con un lenguaje popular, accesible, que se lee con mucho gusto, porque tiene el lenguaje de la sabiduría.
Por otra parte, es una teología original que la presenta como “teología nazarena”, como la de Jesús que nos ayuda a descubrir la fuerza y presencia del Espíritu Santo. Nos ofrece una visión completa de la teología del Espíritu Santo.
En su libro “No extinguirás el Espíritu”, con cierto humor escribe:
“Se ha dicho que el Espíritu ha sido suplido y sustituido por tres realidades blancas: La Eucaristía, María y el Papa”. Se ha atribuido a María atribuciones que corresponden al Espíritu Santo: fecundidad, vida, amor, aliento, consuelo, fuerza, perdón, bondad. María en la devoción popular es un ícono del Espíritu, un símbolo pneumatológico, como lo es el viento, el agua, el fuego, la paloma… Habría que desentrañar todo este simbolismo y resituar a María en su lugar teológico correcto.
Al Espíritu Santo nadie le tiene en exclusiva. Está presente y actúa en la historia, en la Iglesia, en el pueblo cristiano, en los laicos, en los Pastores, “pero también en los “herejes”, filósofos, artistas, políticos, de otra religiones y culturas”.
Afirma la prioridad pastoral de la pneumatología. La Misión empieza por ser pneumatológica, antes que cristológica y eclesial. Sin el Espíritu Santo no podemos decir ni el nombre de Jesús.
Cita a Gonzalez Faus: “una vez realizada la revolución cristológica, es el momento de que renazca, mejor nazca, porque nunca estuvo viva, una revolución pneumatológica”. Y nuestro teólogo de la liberación en Bolivia, concluye: “Me gustaría contribuir en lo que pueda a esta revolución pneumatológica, que es todavía una tarea pendiente para el futuro de la teología”. Víctor Codina es ya referente teológico significativo.
Deja constancia que es obra del Espíritu Santo practicar la fe y la justicia, vivir el Reino de Dios y el Dios del Reino. Y se responde a las novedades de la historia, sólo con el Espíritu y la creatividad humana. Toda liberación tiene que estar llena del Espíritu.
Como profeta, denunció la prohibición de la interesante experiencia de la diócesis de Sucumbíos presidida por Mons. Gonzalo López Marañón. El profetismo evangélico del P. Arrupe. La campaña incomprensible contra el libro de J. A. Pagola. Merece citarse su libro: “Sentirse Iglesia en el invierno eclesial”. Los laicos son los más pobres y oprimidos en la Iglesia.
Las cruces marcaron siempre su vida. Recuerda algunas: la persecución teológica, momentos no diría de hambre, pero sí de una cierta escasez, muchos viajes pesados en autobuses, en medio del polvo de los caminos, ambiente sórdido junto al matadero, malos olores, contaminación, perros vagabundos, tensión política, dolor eclesial. Todo esto forma parte de la experiencia del tercer mundo, de la solidaridad con nuestros pobres, es una experiencia penitencial, dolorosa que nos purifica.
Pero también pondera los grandes valores de nuestra gente: Hospitalidad, bondad, fe, religiosidad popular, sencillez, capacidad de compartir, de sufrir, una vida más natural y menos sofisticada, nuevas posibilidades intelectuales, contactos con otros y nuevos ambientes de América Latina.
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