"Atardecer en la catedral", de LUIS CERNUDA
Vive Cernuda su poesía más cerca de los dioses paganos que del Dios cristiano de su infancia en la católica Sevilla, aunque quedó definitivamente marcado por las regiones más hondas de su espiritualidad. "Atardecer en la catedral", extenso poema de 63 versos, forma parte de "Las nubes" y se fue escribiendo en desolado tiempo de guerra y devastación patria. Con el alma en vilo y el cuerpo aterido de hambre, dolor y frío, fue borboteando, desde la fe, desde la duda, temblorosas plegarias de búsqueda y esperanza.
ALGUNOS CHOPOS SECOS, LLAMA ARDIDA
Muere la tarde. Se oyen lamentos de agua escondida. Anima el poeta al que está solo, al que tirita de frío y miedo, a todos nosotros, a entrar con él en la Catedral de la paz...
"Es la sagrada hora del regreso" de los labradores, bien realizado su trabajo. "Vienen de los esfuerzos sobrehumanos / y van a la canción, y van al beso..." (Miguel Hernández). Rezaron, acaso, el ángelus a mediodía, y agradecen a Dios su amor y sus promesas. Está sereno el campo: cada ser cumple su oficio. Y ya refresca el aire... "Y el cielo es más hondo."
ATARDECER EN LA CATEDRAL
Por las calles desiertas, nadie. El viento
y la luz sobre las tapias
que enciende los aleros al sol último.
Tras una puerta se queja el agua oculta.
Ven a la catedral, alma de soledad temblando.
Cuando el labrador deja en esta hora
abierta ya la tierra con los surcos,
nace de la obra hecha gozo y calma.
Cerca de Dios se halla el pensamiento.
Algunos chopos secos, llama ardida
levantan por el campo, como el humo
alegre en los tejados de las casas.
Vuelve un rebaño junto al arroyo oscuro
donde duerme la tarde entre la hierba.
El frío está naciendo y es el cielo más hondo.
AQUÍ ENCUENTRAN LA PAZ LOS HOMBRES VIVOS
El caminante necesita reposo. La Catedral abre sus brazos para darle cobijo, recrea para él un espacio de fe de siglos, donde no se va a encontrar solo: generaciones de mujeres y hombres buenos incendiaron en días de fervor el aire de este recinto (en "Catedral nueva" poetizo sobre este tema), y aún se respira oxígeno de preces, ozono de aleluyas. ¡Cuánta semilla de luz seguirá flotando bajo las bóvedas, avistando huertos de mullida tierra!
Sobre las piedras milenarias de ángeles, de santos y demonios, crecen hoy musgos y flores. Aquí no se derrama sangre, sino aceite de caridad, incienso de adoración. "Aquí encuentran la paz los hombres vivos."
Como un sueño de piedra, de música callada,
desde la flecha erguida de la torre
hasta la lonja de anchas losas grises,
la catedral extática aparece,
toda reposo: vidrio, madera, bronce,
fervor puro a la sombra de los siglos.
Una vigilia dicen esos ángeles
y su espada desnuda sobre el pórtico,
florido con sonrisas por los santos viejos,
como huerto de otoño que brotara
musgos entre las rocas esculpidas.
Aquí encuentran la paz los hombres vivos,
paz de los odios, paz de los amores,
olvido dulce y largo, donde el cuerpo
fatigado se baña en las tinieblas.
HACIA EL ALTAR, ÁSCUA SERENA
Entra en la Catedral. En lo alto, la luz en cielo abierto ("Gloria in excelsis Deo"), y en el suelo la paz, la gloria, a todo ser humano ("et in terra pax hominibus bonae voluntatis"). Camina hacia el altar, "ascua serena", Corazón palpitante de Padre que alarga las manos para abrazar al hijo. Serenidad y aceptación. No hay culpa ni temor. Se eleva el alma más allá del placer, más allá de la carne, al centro de su Centro...
Entra en la catedral, ve por las naves altas
de esbelta bóveda, gratas a los pasos
errantes sobre el mármol, entre columnas,
hacia el altar, ascua serena,
gloria propicia al alma solitaria.
Como el niño descansa, porque cree
en la fuerza prudente de su padre;
con el vivir callado de las cosas
sobre el haz inmutable de la tierra,
transcurren estas horas en el templo.
No hay lucha ni temor, no hay pena ni deseo.
Todo queda aceptado hasta la muerte
y olvidado tras de la muerte, contemplando,
libres del cuerpo, y adorando,
necesidad del alma exenta de deleite.
APAGÁNDOSE VAN AQUELLOS VIDRIOS DEL ALTO VENTANAL
No coquetea Cernuda con la fe. Expresa en el poema sentimientos religiosos de místico fervor. En el silencio de la tarde que agoniza, con lágrimas en el alma, rezan devotos, oscuras formas sigilosas y puras. El poeta es uno de ellos. Imploran consuelo para sus corazones heridos, y reciben de Dios pañuelos de esperanza.
Apagándose van aquellos vidrios
del alto ventanal, y apenas si con oro
triste se irisan débilmente. Muere el día,
pero la paz perdura postrada entre la sombra.
El suelo besan quedos unos pasos
lejanos. Alguna forma, a solas,
reza caída ante una vasta reja
donde palpita el ala de una llama amarilla.
Llanto escondido moja el alma,
sintiendo la presencia de un poder misterioso
que el consuelo creara para el hombre,
sombra divina hablando en el silencio.
AROMAS, BROTES VIVOS SURGEN
Alguna vez he visto surgir del asfalto, como un milagro, matojos, musgos, flores. Observa el poeta de la memoria imágenes de santos de piedra bendecidas por líquenes, musgos..., que vivifican la pesada dureza del mármol o el granito. "El soplo animador de nuestro mundo / pasa y orea la noche de los hombres..."
Aromas, brotes vivos surgen,
afirmando la vida, tal savia de la tierra
que irrumpe en milagrosas formas verdes,
secreto entre los muros de este templo,
el soplo animador de nuestro mundo
pasa y orea la noche de los hombres.
POEMAS DE LUIS CERNUDA CON INQUIETUD RELIGIOSA
A lo largo de cinco entregas comentaremos poemas de Luis Cernuda que nos hablan de Dios. Facilitamos seguidamente enlace a sus páginas y a sus nueve poemas:
1.Un 5 de noviembre falleció Luis Cernuda. Nos asomamos a sus versos:
DOS DE NOVIEMBRE
EL CEMENTERIO
SENTIMIENTO DE OTOÑO
2. “La visita de Dios”, dramáticos versos de Luis Cernuda:
LA VISITA DE DIOS
3.“Apología pro vita sua”, de Luis Cernuda: ensayo para la buena muerte
APOLOGÍA PRO VITA SUA
4.Realidad y memoria en Luis Cernuda:
EL RETRAÍDO
VIOLETAS
EL PERFUME
5.“Atardecer en la catedral”, de Luis Cernuda:
ATARDECER EN LA CATEDRAL