Teodoro Rubio 2. TU MANO TODO EL DÍA
“Mi felicitación afectuosa, en nombre de todos, a quien ha merecido el galardón del Premio, D. Teodoro Rubio, con su obra “Tu mano todo el día”. Es una poesía de júbilo en la que la mano divina, llena de vida, de nombre, de creación, de sabiduría, de gozo, es la que puede dar toda esta riqueza celeste a la mano del poeta, a la mano del hombre. El poeta, en su sencillez y su carencia, se hace digno de tener en su mano el corazón y las manos de Dios. Este es el oficio que debe tener el poeta místico: dar a Dios a manos llenas. Por eso llega a afirmar Teodoro Rubio: “Cuando escribe, hijo, tu alma adolescente, / yo soy tu corazón y tú mis manos...”
TU MANO TODO EL DÍA
El poemario “Tu mano todo el día” está organizado en tres partes: Presencia de Dios en la vida del poeta, en la difícil aventura del buscador, Ausencia de Dios (mostrando cómo en medio del dolor hay que buscar a Dios entre la niebla), y Reencuentro de la duda y la fe, del hombre y Dios. En entrevista de la agencia Zenit, el premiado autor de “Tu mano todo el día” responde a la pregunta de cómo surgió este tema como hilo conductor:
“A lo largo de muchos años he descubierto que Dios es la fuente de mi vida y de mi inspiración poética. Las experiencias negativas que me han dejado huella: la muerte de un hermano en accidente de circulación, la muerte de mi madre tras un periodo largo de enfermedad (cáncer), el dolor, sobre todo psicológico y moral, acentuado por estos acontecimientos, y los grandes interrogantes sin respuesta, me han hecho experimentar la noche oscura.
Pero, en medio de esa noche, como poeta creyente, he reflexionado sobre la evidencia, porque en los momentos de oscuridad no puedo negar los momentos en los que he visto la luz, que me ha guiado; y enseguida he vislumbrado un rayo en el amanecer próximo.
Este es el hilo conductor del libro "Tu mano todo el día": presencia de Dios, aparente ausencia ante el dolor y la muerte, encuentro definitivo con el Amado y fusión en Él. Estos poemas son oraciones, soliloquios o monodiálogos con Dios, que me moldea con su misericordia. En este poemario, pues, hay un diálogo de tú a tú, de corazón a corazón. El Padre constantemente me dice al oído: "Hijo".
ESCUCHO UNA CAMPANA
Hace años conocí estos versos con el título “Oración de un moribundo” (pulsar). El enfermo agoniza. El oído, también el corazón, han escuchado una voz de campana que el doliente sospecha señal de ultravida. Confidencia el poeta a Dios en la oración de estos versos: “Y pienso que tu voz es la que suena / en este corazón desalentado”. Le convoca de nuevo la campana, nueva cita de Dios. Le acaricia una brisa, respiración de Dios. Ya no está solo el náufrago: una secreta música arrulla su nombre, como un beso, como una nana. Le convoca al amor, a la ternura: “¡Hijo, es hora de abrazarte!”.
PORQUE ESTA ENFERMEDAD CORRE SIN PAUSA
Porque esta enfermedad corre sin pausa
al ritmo acelerado de las olas
del mar. Y con su estruendo
va inundando mi playa de tristeza.
Acudo a ti, Señor, tan desvalido,
con sed de ti, desierto y sin oasis.
Yo te llamo, Señor, y me respondes
con rotundo silencio, y hasta a veces
el silencio es callado y se desgarra
la ilusión de sanarme. ¡Tanta lucha!
Escucho una campana que a lo lejos
ensombrece esta noche, y como estrellas
titilan en mis pulsos los perfiles
del júbilo, poblando con sus luces
mi destierro de fiebre. La campana
suena con un dolor tan insistente
que me olvido de mí, por un instante.
Y pienso que tu voz es la que suena
en este corazón desalentado.
Que esta brisa que azota mi crepúsculo
sea tu aliento, Dios. Que tengo frío;
frío, como esos pájaros que vuelan
en bandadas, reptando el firmamento,
sin dejar huella, diminutos: manchas
grises en la amplitud de tu horizonte.
Que la brisa y el bronce que requiebra
este sosiego sea suave bálsamo
en las fatigas últimas que vienen
como náufragos, Dios, a la deriva.
Sí, suena la campana nuevamente
y oigo que tu voz me está llamando
por mi nombre: "¡Hijo, es hora de abrazarte!".
PORQUE TÚ SABES BIEN LO QUE TE QUISE
Lamenta el poeta, a lo Jorge Manrique, la transitoriedad del tiempo: “un suspiro, quizás, sea la vida”. No puedo tachar errores del pasado porque sí. “Yo no puedo escribir otras estrofas / en este libro antiguo de la vida / si llevas en tu rostro la tristeza.” ¿Entonces? Observa el mar y el río, que “siempre están cantando su alegría”. Hasta aquí, un sentencioso poeta reflexiona sobre la vida y sus tristezas.
De pronto, emerge el Teodoro Rubio piadoso y franco. Se dirige a Dios a tumba abierta confesando su alma, rasgando la tela del corazón, y se le entrega: “Porque tú sabes bien lo que te quise / en esta plenitud de las pasiones; / sí, sí, tú sabes lo que te quiero / aunque sea el silencio la respuesta…” Todavía todo, todo es posible, “mientras tengan / los días en su sombra la alborada / y el amor se renueve en el crepúsculo…” La sentencia de Jesús hacia María Magdalena levita secretamente sobre estas reflexiones: “sus pecados le son perdonados, porque amó mucho (Lucas 7,47). Obrando así, “se multiplique nuestra dicha”.
UN SUSPIRO, QUIZÁS SEA LA VIDA
Un suspiro, quizás sea la vida,
porque pasan los años tan veloces
que no se oyen sus ondas, ni su estela
reviste los espacios transitorios.
No puedo comenzar otro argumento
del poema, sin antes acabarlo.
No puedo regresar en mi memoria
al principio. Borrar estos errores
que tiene nuestro libro es imposible.
Aún están los orgullos en el suelo.
No puedo detener tantos olvidos,
ni construir perdones que pasaron
con esa vibración del arco iris
cuando cesa la lluvia en la mañana.
Yo no puedo escribir otras estrofas
en este libro antiguo de la vida
si llevas en tu rostro la tristeza.
Sé feliz como el mar o como el río
que siempre están cantando su alegría,
y empieza un calendario en el que, Dios,
seas principio y fin de nuestra historia.
Porque tú sabes bien lo que te quise
en esta plenitud de las pasiones;
sí, tú sabes, Señor, lo que te quiero
aunque sea el silencio la respuesta
a las muchas preguntas que discurren
entre aurora y ocaso, en los otoños.
La longitud del día sobrevive
por el peso de amor sobre su cumbre,
la longitud de amor sobre su rostro
pervive por el peso de inocencia.
Todo aún es posible mientras siga
la semilla muriendo y dando fruto.
Todo, todo es posible, mientras tengan
los días, en su sombra, la alborada
y el amor se renueve en el crepúsculo.
Que así se multiplique nuestra dicha.
ADENDA. Se publicó en 2014, en español y árabe, una edición bilingüe, de 172 páginas, de “TU MANO TODO EL DÍA, y detrás de la tarde, la palabra”, en la editorial “Los libros de Umsaloua”, con traducción al árabe de Abdessalam Kharraz. Autor de los versos: Teodoro Rubio.
TEODORO RUBIOluminosa andadura
1.Fría desnudez del calendario
ENTREGA
CLARIDADES
2.Tu mano todo el día
PORQUE ESTA ENFERMEDAD CORRE SIN PAUSA
UN SUSPIRO QUIZÁS SEA LA VIDA
3.La memoria se cuelga en los balcones
MI MADRE SE PARECE A AQUELLA ENCINA
QUIERO VIVIR A ORILLAS DE LA VIDA