Teodoro Rubio 3. LA MEMORIA SE CUELGA EN LOS BALCONES

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En marzo de 2013, presentó “Pigmalión poesía” un nuevo libro de Teodoro Rubio, “La memoria se cuelga en los balcones”, Premio Juan de Baños 2008. Recién aparecida la edición, fue presentada en el Centro Riojano de Madrid. No faltó, por supuesto, el autor, acompañado en la mesa, entre otros, por el cantante, poeta y pintor Luis Eduardo Aute, que así celebró la personalidad y obra de Teodoro Rubio:

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"Es un ser humano creyente donde los haya, creyente del ser humano en cuanto entrega la vida como servicio a los demás, sobre todo a los que más le necesitan. Además de todo eso es un poeta magistral: ya tiene diez libros de poesía publicados, creo que este es el once… Y, desde mi punto de vista, estoy convencido de que estos son los poemas más hermosos que ha escrito, porque es un libro que reúne poemas en donde hay un propósito de encontrar sus orígenes, en donde se encuentran referencias a su madre, a su padre, a su familia, a su paisaje de la infancia.

En todos esos poemas en donde rebusca en sus orígenes, no hay nada más que luz (habitualmente, cuando uno investiga sus orígenes, suele encontrar algunas cuantas sombras). Sombras haberlas haylas aquí, pero ofrecen de alguna forma el camino, las vence Teodoro con esa ansiedad de vivir, de servir a los demás y de entender que la vida es un milagro, no esta lucha desenfrenada y salvaje que estamos padeciendo. Todo lo contrario: es una propuesta de esperanza, de amor, de vida, al fin y al cabo.

Son poemas hermosísimos, limpios, con una escritura nada hermética, aunque sí son muy herméticos algunos conceptos que trabaja en su poesía. Hay claves que seguramente solo él puede descifrar, pero su escritura es de una limpieza admirable. Contiene endecasílabos muy armoniosamente construidos, que se leen con una lectura muy fácil. Y, realmente, se agradece mucho, a la hora de leer poesía, encontrarse con un lenguaje que no ofrece ningún tipo de retórica gratuita. Va a lo esencial. Y va a la búsqueda de esa luz que todos deberíamos andar buscando y que de alguna forma las tinieblas no nos dejan ver. Es un bellísimo poemario que no puede faltar en ninguna colección de poesía."

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Y TIENE EL CORAZÓN IGUAL QUE EL RÍO

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La primera parte de “La memoria se cuelga en los balcones” se titula “Memoria de una infancia”, y de ella seleccionamos el segundo poema sobre la madre: “Mi madre se parece a aquella encina…”. Y la describe ejercitando las bienaventuranzas. Hay expresiones populares de notable casticismo; como cuando narra la veneración de la gente hacia su madre: “el que pasa a su lado se santigua / igual que ante una iglesia, ante algo santo.” El lenguaje que utiliza el poeta, como vemos, es sencillo, pero de gran calado existencial.

En el prólogo, Bruno Rosario Candelier destaca, por ejemplo, la evocadora mirada del niño, más allá del relato intrascendente: “Nuestro poeta tiene una singular disposición interior para ver la vertiente hermosa de la vida en su expresión dulce, gozosa y tierna, como la ve el niño libre de miedos y prejuicios; como la ve el primitivo, empatado al encanto de la naturaleza; como la ve el místico, engarzado a la fuente primordial de lo divino, que la partícula de Dios hace sensible a los espíritus dotados para vivir a plenitud los dones de la Creación y la gracia de la espiritualidad.”

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MI MADRE SE PARECE
A AQUELLA ENCINA

Mi madre se parece a aquella encina,
que es un árbol pequeño, pero fuerte,
y tiene un corazón igual que el río
que siempre está cantando y se la oye.
Mi madre va de oscuro y es el día,
el más alegre día que recuerdo.
Estamos todos tristes, y ella ríe,
o nos pone la sonrisa en nuestros labios,
o nos mete la vida en el bolsillo
para que así a conciencia la gastemos.
No sé cómo lo hace, pero siempre
está sembrando amor por donde pasa,
o el que pasa a su lado se santigua
igual que ante una iglesia, ante algo santo.
Ella tiene palabras de consuelo,
y va con la verdad siempre delante,
mostrando con sus ojos la alegría
y llevando la paz a sus espaldas.
Alguna vez lloré cuando era niño,
no sé por qué, quizá tuviera miedo,
pero estaba igual que aquella encina,
a mi lado, mi madre sonriendo.


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ROZAR EL ARCO IRIS PARA INVENTAR LOS SUEÑOS

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Los versos de “Quiero vivir a orillas de la vida” clausuran el presente poemario meditando en la muerte a orillas del tiempo, desde la memoria de una infancia feliz, paradisíaca, y una vida adulta en el sol, en la niebla, en noche oscura… “Ya, pero todavía no”, decimos en teología. “No concluye / el tiempo todavía”, escribe Teodoro. ¿Qué hacer en la espera? “Bien estamos aquí, escribía Teresa de Ávila, todo es una noche en mala posada.”

No todo en la vida del poeta ha sido oscuridad. Recogemos algún verso, casi al azar: “¿Qué reflejo de luz, salmodia nueva, / se extiende como lluvia por mi pecho / y germina el amor a borbotones?” En decididos versos expresa el místico, incluso con su cuerpo, la entrega que hace a Dios de su aquí y ahora, de su pasado, de su futuro: “Yo quiero recoger en estas manos / el alma de las cosas, / que pesan sobre el hombro de esta vida, / ya gastada de pájaros, / y ofrecérsela al aire.”

Se oye al final “un grito / de campanas, la voz de un nuevo día…” Sonríe la esperanza, refulge un tiempo nuevo… Y el corazón estalla en bendiciones: “Quiero también rozar el arco iris / para inventar los sueños. / Quiero vivir a solas con el mundo / y contigo después de las vigilias.”

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QUIERO VIVIR A ORILLAS DE LA VIDA

Quiero vivir a orillas de la vida
con esa sensación de hacer las cosas
para morir mañana puntualmente,
igual que por la noche los caminos
se visten del color de la memoria
con silencios a rayas y lunares
hasta que nace el alba. No concluye
el tiempo todavía aunque nos duela
la desnudez del verso.
Yo quiero arrodillarme con la niebla
y sentir en mi frente aquella mano
de humo deslizándose en mis ojos
ciegos, por la fatiga de sus éxtasis.
Yo quiero refrescar donde la lluvia
era solo el aliento de los dioses,
la líquida saliva de los campos,
la música del cielo en nuestra fiesta.
Yo quiero recoger en estas manos
el alma de las cosas,
que pesan sobre el hombro de esta vida,
ya gastada de pájaros,
y ofrecérsela al aire.
Quiero cerrar los ojos mientras vuelo,
con mis dudas, al oeste de la noche,
despertar en la nieve de tus brazos
y sentir que la muerte es sólo un grito
de campanas, la voz de un nuevo día.
Quiero también rozar el arco iris
para inventar los sueños.
Quiero vivir a solas con el mundo
y contigo después de las vigilias.


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TEODORO RUBIO

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luminosa andadura

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1.Fría desnudez del calendario

ENTREGA
CLARIDADES


2.Tu mano todo el día

PORQUE ESTA ENFERMEDAD CORRE SIN PAUSA
UN SUSPIRO QUIZÁS SEA LA VIDA


3.La memoria se cuelga en los balcones

MI MADRE SE PARECE A AQUELLA ENCINA
QUIERO VIVIR A ORILLAS DE LA VIDA


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