A propósito de la bendición de uniones de personas divorciadas o del mismo sexo Donde hay Amor hay bendición
Solo el patrón de la familia "tradicional" no garantiza ni el Amor ni la presencia de Dios
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
El programa de Radio Nacional, 24 horas, que conduce Josep Cuní, planteaba ayer la pregunta a la audiencia respecto de la “noticia del día”, la aprobación por parte de la Santa Sede de la bendición no sacramental a las uniones de personas divorciadas y también a las uniones del mismo sexo. La pregunta daba dos opciones: Esta decisión ha sido tomada por la Iglesia por obligación o por convicción.
Entiendo que las opciones de respuesta se limiten pero creo, en mi humilde opinión, que en este caso no ha sido tanto ni por obligación ni por convicción. Reconozco que el resultado final no llegué a escucharlo porque me quedé dormido escuchando la radio, pero en uno de los avances de resultados ganaba la opción de la convicción.
Pero como decía creo que falta otra opción pero que difícilmente la puede considerar quizá una radio pública, me refiero a que la decisión ha sido tomada ni por obligación ni por convicción, sino por reflexión y oración.
Como bien se ha explicado la bendición a la que se refiere ahora la Santa Sede no significa el reconocimiento de estas uniones como matrimonios canónicos.
Pero es que no me parece que eso sea lo más importante.
Para mi la importancia de esta bendición es que se reconoce que en esas relaciones está el Amor de Dios, el Amor que Dios ha inspirado al ser humano para unirse a otra persona y realizar un proyecto de vida en común.
La gran defensa no ha de ser la de la familia entendida como un hombre, una mujer y unos hijos (porque muchas familias responden a este patrón pero luego no viven el amor de familia que se debería, más aún algunas uniones son verdaderos antitestimonios, algunas de esas familias que responden a ese patrón son el lugar donde se producen las agresiones de todo género)
Por eso la verdadera defensa de la familia ha de centrar su mirada en el amor que se respire en ese grupo familiar, independientemente de cuántos, y quiénes sean los miembros de la misma.
La Iglesia, como bien dice Munilla, no está para bendecir pecados, por eso lo que bendice no es la falta de amor, sino la presencia de amor. Y, he sido testigo, en muchas uniones de personas divorciadas, de personas del mismo sexo, hay amor, Dios está presente en esas uniones, y la Iglesia puede y debe bendecir esa presencia.
Por el contrario en muchas familias que responden a ese patrón de “la familia tradicional” lo que falta realmente es el Amor, la presencia de Dios en su vida familiar, y eso no lo arregla ni una bendición con agua bendita. Eso precisa de una sanación más profunda.
Y, en parte una reflexión similar es la que creo que, una vez llevada a la oración, ha sido la que ha determinado que en la Santa Sede se haya reconocido la idoneidad de bendecir aquellas uniones en las que haya Amor.
Por eso la pregunta no debe ser quienes sois, o cómo sois, sino ¿Os queréis y os respetáis, de verdad os amáis? pues recibid la bendición, que Dios esté con vosotros, con vosotras.
Y respecto de la categoría de esa unión, y de todas las demás, como sacramento creo que sería preciso darle una vuelta. Quizá la categoría de sacramento se ha dado muy alegremente y precise una madurez, una perspectiva, una estabilidad, unos años antes de dar ese paso. Pero eso es otro tema.
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