Un divertimento literario de Txenti García D. Mateo caps 11 y 12
Una tarde de alegrías y de sensación del deber cumplido. Y la libertad del ser humano por encima de todo.
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Cap 11 Jueves cinco de la tarde
- ¡Voy!
- A ver D. Mateo su compra.
- Pasa Luis pasa. Déjalo todo en la cocina, luego lo organizo. ¡Qué alegría me he llevado esta mañana cuando he hablado con tus padres!
- La verdad es que fue muy bonito anoche. Ellos ya lo sospechaban pero nunca me dijeron nada. Se lo han ido comiendo estos años ellos solos.
- Igual que tú Luis, igual que tú. A veces somos así de imbéciles. Por no hacer daño, por evitar confrontaciones o escuchar lo que no queremos, pecamos en la comunicación con nuestros seres queridos. Es un error, pero todos lo cometemos.
- Bueno. Le dejo que viene Adam. Vamos a firmar esta tarde ya la compra de la casa y a comenzar a programar las reformas para poder vivir en ella lo antes posible.
- Muy bien. Dile a Adam si os parece bien comenzar la semana que viene con el cursillo. Decidme qué días de la semana y a qué horas os vendría bien. Y yo lo programo en la agenda.
- De acuerdo D. Mateo.
- Ah. La cuenta, donde me has dejado la cuenta para pagarte.
- Déjeme que la compra de hoy se la regale yo. Con los portes incluidos.
- ¡Luis por Dios!
- Déjeme, compútelo como donativo para la Iglesia, para los pobres, para lo que quiera.
- Está bien. Dime lo que era y destinaré ese dinero a una obra de caridad. En tu nombre.
- No recuerdo D. Mateo. Pero pongamos 30 euros.
- Hecho. 30 euros. Dale recuerdos a Adam y me llamas con lo del día que os vendría bien para empezar la semana que viene.
- De acuerdo. Adiós.
“¡Este chaval! El amor es generoso, el amor es servicial,…Cuántos años de dolor absurdo han vivido estos padres y este hijo. Pero, bueno, quizá tendría que ser así. La verdad es que estas historias y mi papel en ellas dan sentido a mi vocación de sacerdote. Gracias por llamarme a esta vocación.‖
- Bueno a colocar la compra mientras viene Dña. Sofía.
Cap. 12 Jueves. Cinco y media de la tarde.
- ¡Voy!. Esta será Dña. Sofía. Le encanta la puntualidad. Dña. Sofía pase. Muchas gracias por venir con el acta. Pase al salón que ahora estoy con usted.
- Buenas tardes D. Mateo. Perfecto ahí le espero.
- Bueno. Ya puede perdonar que le haya hecho venir. No es que desconfíe de ustedes y de lo que ponga en el acta. Además el motivo por el que le he hecho venir es otro.
- Usted dirá D. Mateo.
- Quiero proponerle un acto de caridad cristiana. Déjeme que le explique. Entre los chavales que van a hacer la confirmación está el hijo de una de las mujeres que trabajan en el bar de carreteras. Lucas, el hijo de Marcela. Dios, en su infinita misericordia sabe la vida de cada cual. El caso es que esta mujer, con todo, es una madre que quiere lo mejor para su hijo, como buena madre, y el otro día me vino a expresar una preocupación y un ruego. Me ha pedido que le busque una buena madrina para su hijo. Ella es consciente de que en su situación ella sería un escándalo, y además yo como sacerdote pues no podría aceptar que ella fuese la madrina. Entonces le hablé de usted y le propuse su nombre. Ella me dijo que si yo había pensado en usted por su parte nada que objetar. Así que ese es el verdadero motivo de que le haya llamado.
- No sé D. Mateo. Por una parte me siento alagada porque usted haya pensado en mí. Pero, ¿a qué me comprometería con ello D. Mateo?
- En principio a acompañar a Lucas cuando se acerque al obispo para que le confirme. Y yo le añadiría que a rezar por su, desde ese momento, ahijado de confirmación.
- Pero, el chiquillo ya es mayor. ¿Ya va a querer que le acompañe yo?
- Sí. No tenga miedo por eso.
- Mire. Acepto. Pero me gustaría poder tener un encuentro con usted, con el chaval y con la madre antes de la confirmación.
- ¿Para qué Dña. Sofía?
- Si voy a ser la madrina del chaval quiero conocer a él y a su madre un poco.
- Me parece bien. Dña. Sofía. Yo le organizo ese encuentro.
- Pues no se hable más. Tome el acta.
- No me hace falta leerla Dña. Sofía. Archívela con el resto. Y gracias. Sabía que podía confiarle a usted esta tarea. Le acompaño que voy a la parroquia que he quedado con unos novios allí.
- ¿Con Daniel y Laura? ¿Los que se casan el mes que viene?
- Sí. Con ellos.
- Que pareja más linda. Lástima que se vayan a vivir a la ciudad. Los dos hijos del pueblo. Con la falta de juventud que tenemos.
- Bueno, Dña. Sofía. La vida es así. Laura además tiene su trabajo en la ciudad y Daniel se presentó a las oposiciones del Ayuntamiento y confía en obtener plaza. Otros vendrán Dña. Sofía.
- Dios le oiga D. Mateo. Bueno, espero a que me diga cuándo puedo conocer a mi ahijado y a su madre.
- Descuide.
―beatas, beatas, pero al final gente de gran corazón. Qué sería de la Iglesia sin ellas. Renegamos mucho de ellas, decimos que están anticuadas, que son un anacronismo pero se nos olvida la fidelidad inquebrantable y su disponibilidad casi absoluta. Son hijas de su tiempo y de sus circunstancias, como todos. Pero buena gente. Una vez más creo que hemos acertado Jefe.‖
Cuando entró en la iglesia D. Mateo miró al Sagrario, guiñó un ojo y se dispuso a revisar las velas de los altares mientras esperaba a los novios.
- D. Mateo, buenas tardes. Disculpe el retraso.
- Nada chicos, si no son ni y diez. Ya ves que andaba entretenido con las velas. Me gustan más que esos chismes eléctricos.
- Ya pero habíamos quedado con usted a las seis y seguro que tiene más cosas que hacer.
- En estos momentos mi quehacer sois vosotros. Sentaros aquí mismo en el banco. Yo cojo la silla del altar y charlamos un rato.
- Gracias.
- Bueno. Pues dentro de un mes aquí mismo, donde estamos ahora, será el día de vuestra boda. Hemos charlado de muchos temas y hoy me gustaría hablar con vosotros de la libertad. Sí la libertad. Se supone que vais al matrimonio por una decisión libre. Se supone que os casáis por la Iglesia por una decisión libre. Pero no sé si habéis hablado entre vosotros de hasta dónde alcanzará vuestra libertad una vez casados. Me explico. La libertad muchas veces conlleva la libre pérdida de parte de tu libertad. No es un juego de palabras. Cristo fue libre para dejarse prender, juzgar, azotar, torturar y matar. Sí, el amor a veces te lleva a negarte en parte a ti mismo. A regalar a otro parte de tu libertad. Por eso me gustaría que hablaseis entre vosotros, no hace falta que me digáis nada a mí, entre vosotros. ¿Qué parte de vuestra libertad vais a ceder al otro? ¿Qué parte de la libertad del otro os gustaría que os fuese cedida? Voy a mirar unos papeles en la sacristía y os dejo que lo habléis un momento. Enseguida vuelvo.
“Va a tener razón Benito que soy el cura de las preguntas difíciles. ¿Y tú Mateo, qué parte de tu libertad has cedido? ¿a quién se la has cedido, a Dios, a la Iglesia, a tus feligreses? Sí, el celibato es un buen ejemplo. Una vida austera también sin duda. Una obediencia y una comunión con tus superiores, con el Papa, también sería una cesión de una libertad a la hora de pensar de tener ideas propias. Porque las tienes. Hay temas sobre los que discrepas con tu obispo, con tus compañeros sacerdotes, y hasta con Roma. Pero cedes, acatas y aceptas libremente planteamientos que no son los tuyos e incluso los que no llegas a hacerlos tuyos. El problema de la cesión de libertad es que es difícilmente previsible, programable. Es difícil que una pareja de novios delimite su cesión de libertad, eso te lo va pidiendo el día a día. Pero es bueno, si no tenerlas previstas sí al menos ser consciente de que esas concesiones tienen que llegar. Eso ha dado al traste con muchos matrimonios. Hemos idealizado la libertad hasta el punto de convertirnos en esclavos de un ideal ficticio de libertad. Y así nadie cede de lo suyo y al final se rompe la baraja. Bueno. No les dejes más tiempo solos.‖
- Bueno pareja. ¿bien?
- Pues no sé D. Mateo yo muy descolocada. Hemos comentado que cuando te casas yo soy de él y él es mío. Y a priori suena bien eso. Pero luego no suena tan bien. No somos ninguno propiedad del otro. Y el valor de nuestro amor reside precisamente en la libertad de decidir compartir el uno la vida con el otro. Pero claro, como decía usted. Si yo elijo libremente vivir con Daniel también renuncio a muchas cosas, eso es ceder parte de mi libertad. Lo que pasa es que resulta una concesión tan evidente que no te lo planteas.
- Ya, lo que pasa es que a lo largo de la vida os irán surgiendo renuncias que no resulten tan evidentes, y para esas es para lo que os invito a estar preparados, avisados o al menos saber que están ahí. La fortaleza de un matrimonio, ya lo hemos hablado en otras ocasiones, no está en los días bonitos, sino en los duros, en los complicados. Pero profundicemos un poco más. La libertad en la pareja se puede ver afectada por terceros, afectada no tiene por qué ser en sentido negativo si esa influencia es asumida por ambos: ¿Qué terceros veis que pueden afectar a vuestra libertad, hijos, familiares, amigos, trabajo, aficiones? Venga otro rato para que charléis entre vosotros.
D. Mateo regresa a la sacristía y por el camino mira de reojo al Sagrario.
“Estoy para ayudarles ¿no? Pues eso intento. La vida te enseña que los terceros a veces influyen en tu vida más de lo que quisieras. Y eso lo puedes llevar bien o lo puedes llevar mal, realmente depende más de ti, o de la pareja, que del tercero. El modelo de sacerdote de Benito me interpela en muchas ocasiones, claro, pero también me han interpelado la vida de los papas, y de muchos santos. La figura de Clara también ha condicionado mi vida en muchos momentos. Recuerda que te fuiste en parte a Ecuador por alejarte de ella. Ahora la tienes cerca y además precisas de ella para tus empresas, pero su influencia ahora es distinta. En teoría es un buen consejo decir que uno ha de ser dueño de su propia vida, pero si entregas tu vida a Cristo, si decides unir tu vida a la de otra persona, casarte, arrimarte, unirte, qué más da como lo llamemos, dejas de ser dueño pleno de tu vida, en esa decisión se incluye una concesión de parte o toda tu vida, de parte o toda tu libertad. Quizá por eso lo importante sea llegar ahí libremente. Y siempre te quedará tu vida secreta que puede ajustarse más o menos a tu vida privada y siempre será tuya plenamente. Ahí no se mete ni Dios, bueno, más aún, si Dios respeta tu vida privada, cuanto más respetará tu vida secreta que solo la conocéis Él y tú.‖
- Bueno pareja ¿Qué tal? Han salido muchos “terceros”
- Unos cuantos, D. Mateo.
- Y de esos ¿Cuántos eran hijos? Jejejeje
- Bueno,… más de uno esperemos que sí.
- Dadme la mano y daos la mano entre vosotros. Dios Padre bueno, bendice esta pareja, acompáñala en su camino al sacramento del matrimonio, dales el don de la comunicación entre ellos y que siempre tengan un sitio en su casa para ti. Amén
- Amén.
- Nos vemos la semana que viene y empezamos ya con los preparativos de la ceremonia. Y os animo a que las preguntas que os he ido lanzando hoy y en otras reuniones las retoméis vosotros por vuestra cuenta de vez en cuando. Espero que os ayuden a caminar y sobre todo cuando alguno o ambos tropiece en el camino.
- Muchas gracias D. Mateo.
- Me quedo un rato en la sacristía, hasta pronto.
- Hasta pronto D. Mateo.
Cuando regresó a casa, D. Mateo fue a la cocina. Cogió un yogur y el paquete de galletas con chocolate y se fue al salón. Hoy ponen su serie favorita en la tele y piensa que se ha ganado un rato de ocio.
Tras la serie rezó completas y se acostó satisfecho y en paz.