Reflexión para el verano La pastoral de la seguridad y la firmeza vs la pastoral de la verdad y la honradez

La pastoral de la seguridad y la firmeza vs la pastoral de la verdad y la honradez
La pastoral de la seguridad y la firmeza vs la pastoral de la verdad y la honradez

No pasa nada por dudar incluso de la existencia de Dios, es desde ahí desde donde muchos han acabado encontrándose con Él. No pasa nada por tener en la Iglesia ministros que duden hasta de lo más sagrado, porque es desde ahí desde donde son testimonio de la Verdad, hasta cuando ellos no son conscientes de serlo. No pasa nada por reconocernos humanos, limitados, y no tocados por la gracia de la experiencia mística. Hay personas que necesitan agarrarse a “certezas” que otros proclaman; pero igualmente hay personas que necesitan manifestarse sinceros en su increencia y en su ejercicio de querer creer

Creo que no es ninguna herejía decir que para la mayoría de los mortales lo relacionado con la dimensión espiritual se nos está vedado para el conocimiento desde los cinco sentidos reconocidos. Es decir, la mayoría vivimos en un acto de fe, un querer creer sin saber ni tener certeza de lo que decimos creer. Ni niego ni pongo en duda todas aquellas experiencias personales relacionadas con Dios, con la Virgen y con los santos que algunas personas dicen haber experimentado. Pero son experiencias que solo les sirve a ellas, porque sólo ellas han vivido su experiencia particular de fe. A lo más los demás podemos desear vivir una experiencia similar, pero no podemos afirmar con certeza sobre la base de la experiencia de otros. 

No obstante en la Iglesia algunos prefieren cerrar los ojos y agarrarse sin experiencia propia a la experiencia de otros. Algunos consagrados promocionan esta modalidad de vivencia de la fe basados en la importancia de dar seguridad a otros sobre lo que uno tiene que creer: Jesús está en la Eucaristía, y punto y eso no se discute, da igual que tú lo experimentes o no, tu lo afirmas como si tú lo vieras con tus propios ojos, lo tocaras con tus manos y lo escuchases con tus oídos. Y así algunos viven felices su fe, desde una aceptación ciega de lo que otros dicen, aunque lo digan sin ser ellos objeto de una revelación personal, solo porque “eso es así y punto”. 

Para algunos obispos esta modalidad de creencia es muy arropada por ellos, permite tener fieles con una fe ciega, inquebrantable, que además se extenderá a todo lo que desde “arriba” se diga y se defienda, sin poner nada en duda ni entre dicho. Son los más “fieles” entre los fieles.  Y no cabe duda que es una manera de vivir la fe, y de vivir en la Iglesia.

Pero no es la única.

Otras personas, entre ellos muchos consagrados, sienten que su fe ha de predicarse desde la verdad y la honradez personal con uno mismo. Por eso existen sacerdotes que tienen sus dudas sobre temas como la eucaristía. Aceptan que por mor de la ordenación, con el ejercicio de su sacerdocio en el oficio de la misa esa oblea de pan y ese cáliz con el vino pasan a ser Cuerpo y Sangre de Cristo. Pero su corazón y su cerebro les grita ¡pero yo no lo veo ni lo siento! solo puedo aceptarlo. Y tres cuartos pasa lo mismo con otros sacramentos con los que tienen sus reparos porque sienten que no han sido agraciados con la experiencia vital que les haga decir: esto es así porque yo lo he visto, sentido, experimentado. 

Esas personas suelen tener un discurso difícil, porque se saben transmisores de la fe, pero quieren hacerlo desde la verdad que ellos viven. Y caminan sobre la cuerda floja de las palabras hablando de “signos”, “símbolos”, huyendo de afirmaciones categóricas que les hagan decir lo que ellos mismos no son capaces de creer. 

Muchas veces estos sacerdotes son apartados, relegados, evitados por los obispos para puestos de “responsabilidad” y se procura que solo sean visibles en sus ambientes más privados. Que no “contaminen” a los creyentes de fe ciega.

Pero la realidad es que posiblemente también esos obispos tampoco hayan sido tocados con la gracia de experimentar ciertas realidades espirituales y sigan caminando con esa fe ciega que da firmeza y seguridad. 

Una firmeza y seguridad que los psicólogos valoran en las primeras etapas de la vida de un ser humano. Los padres debemos dar seguridad a nuestros hijos. Pero un día tendrán que empezar a pensar por sí mismos. Y empiezan a hacer preguntas y a esas preguntas hay que responder con la verdad, y a veces la verdad es decir: “no lo sé / no tengo la respuesta”.  Y entonces tu hijo valora más tu sinceridad que la respuesta, y decide si lo deja ahí o se pone a buscar la respuesta por su cuenta. 

El acceso a la Palabra de Dios, la corresponsabilidad en la Iglesia, la sinodalidad, los logros de igualdad y libertad sociales, y dentro de la Iglesia, han ido permitiendo que cada vez más personas se apunten a la pastoral de la verdad y la coherencia que a la de la firmeza y la seguridad.

No pasa nada por dudar incluso de la existencia de Dios, es desde ahí desde donde muchos han acabado encontrándose con Él. No pasa nada por tener en la Iglesia ministros que duden hasta de lo más sagrado, porque es desde ahí desde donde son testimonio de la Verdad, hasta cuando ellos no son conscientes de serlo. No pasa nada por reconocernos humanos, limitados, y no tocados por la gracia de la experiencia mística. Hay personas que necesitan agarrarse a “certezas” que otros proclaman; pero igualmente hay personas que necesitan manifestarse sinceros en su increencia y en su ejercicio de querer creer. Y su relación con Dios no es mejor ni peor que la del creyente a “piesjuntillas” de todo lo que le dicen otros. Cada uno tiene su propio proceso de maduración en la fe y de vivir su fidelidad a la Iglesia. Por eso algunos optan por ser fieles en la verdad, la que son capaces de alcanzar en cada momento de su vida, la que pueden defender desde la experiencia personal. 

Todo esto no quita para que Dios siga “tocando” en nuestros días a personas concretas y les haga experimentar aquello que está oculto para la mayoría, para que su testimonio sirva por si alguien quiere pedir sentir lo mismo. Y quién sabe quizá en el último segundo del último minuto de nuestra vida muchos alcanzan esa verdad personalizada. 

Hasta entonces dejemos ser a cada cuál como es, aceptémoslo como es y pensemos que Dios también se manifiesta incluso a través de los que no creen en Él.

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