" Nadie, o pocos, estarían decididos a despojar a la Obra de tal condición" Antonio Aradillas: "El Opus es Iglesia, pero no la única, sola y verdadera Iglesia"
"La existencia y el registro de “multitud de moradas en la Casa del Padre Dios, es obra y exigencia de la Iglesia por el hecho de serlo"
Por aquello de que “todos los santos tienen su octava”, celebrada recientemente la festividad de San Josemaría Escrivá de Balaguer, dejo constancia, entre otras, de las sugerencias siguientes;
“El Opus no es la Iglesia…”. Con el fin de evitarles a algunos, sobresaltos inútiles gramaticales, que puedan preocuparles, haciendo uso correcto del sujeto, del verbo y del predicado, al igual que de los complementos directos e indirectos, puntualizo cuanto antes unas matizaciones relativas al título del comentario “El “Opus no es la Iglesia”
El “Opus Dei” –“Obra de Dios” por antonomasia- no es “la” Iglesia. Ni exclusiva ni fundamentalmente, el “Opus” representa y vive la Iglesia. Es Iglesia. Nadie, o pocos, estarían decididos a despojar a la “Obra” de tal condición, inscrita además con todos los predicamentos, habidos y por haber, en los recintos más sacrosantos del Derecho Canónico y en las consideraciones y apreciaciones de multitud de personas.
El “Opus” es Iglesia. Pero no la única, sola y verdadera Iglesia, tal y como a no pocos pudiera parecerles, y a muchos les asalte la tentación de creer que ella – la del “Opus”- encarne, y le sea dado encarnar, “por los siglos de los siglos” el esquema de Iglesia que pensara y tuviera en cuenta Jesús para hacer perdurable la salvación para todos. “Exclusión” y “exclusividad” no son de por sí, términos religiosos y menos- muchísimo menos-, cristianos.
Y es que el Evangelio -predicación y ejemplo- es con toda certeza, humildad, teología, dogma y sacramentos, el esquema de Iglesia por el que apostó Jesús hasta su muerte en la cruz, anticipo de su resurrección y la de los cristianos y no tan cristianos, que “de todo hay en la viña del Señor”, en la que precisamente los “privilegiados” de este mundo, dejan de serlo automáticamente.
Burda e inconsecuente conclusión sería –y es- estimar y comportarse como que el “Opus” no es Iglesia, tanto como que el “Opus” sea la auténtica y única Iglesia. La existencia y el registro de “multitud de moradas en la Casa del Padre Dios, es obra y exigencia de la Iglesia por el hecho de serlo.
Se trata de una tentación que a muchos les asalta en la actualidad. Ser y sentirse más cristianos e Iglesia, que otros, es el “pan nuestro de cada día”, aunque tal vez no tanto en las confesiones sacramentales o en las de la simple y reparadora petición de perdón en actos litúrgicos o para-litúrgicos, colectivos o personales o en los tiempos fijados y determinados.
Caben pocas dudas acerca de la valoración positiva de “evangelidad” que el papa Francisco le aporta hoy a la Iglesia, tanto o más, y mejor reconocida universalmente, fuera que dentro de la misma institución eclesiástica en algunos de sus sectores representativos. Dudar del contenido evangélico y evangelizador de la Iglesia “franciscana” encarnada y revestida en el papa actual, carece de sentido y resulta ser “a” o “anti” cristiano, sin más aditamentos que los puramente terrenales, prescindiendo con radicalidad y nesciencia de los sobrenaturales y reconocidamente religiosos.