"Para mí, vida cristiana y vida salesiana se identifican, o mejor, son las dos caras de una sola moneda" Cardenal Cristóbal López: Una vida en 'salesiano'

Cardenal Cristóbal López, salesiano
Cardenal Cristóbal López, salesiano

"Es mi identidad, salesiano es el sustantivo, sacerdote y obispo serían -aunque no gramaticalmente-,  adjetivos; no al revés"

"De la mano de Don Bosco, fui conducido a María Auxiliadora, a la que siento como Madre y Maestra, a la que amo entrañablemente"

"Me he podido sentir verdaderamente ciudadano del mundo y hermano de todos. Y se me ha revelado la amplitud, altura y profundidad del Reino de Dios, a cuyo Rey me debo y por el que vivo"

Sin Don Bosco, ¿dónde estaría y qué haría este pobre hijo de campesinos-obreros emigrantes?

¿Obispo salesiano… o más bien salesiano obispo?

Se acerca la fiesta de Don Bosco (San Juan Bosco, 31 de enero) y Religión Digital, sabedora de mis orígenes y de mi identidad, me pide un “testimonio personal sobre tus años en la Congregación salesiana. Desde lo humano, desde lo que te aportó y significó en tu vida”

Tal como está formulada la petición, podría interpretarse que se me pide una especie de balance sobre mi pasado. No está mal… pero tampoco está bien, porque la Congregación Salesiana, la identidad de ser hijo de Don Bosco, no es para mí algo del pasado, sino también del presente y, espero, del futuro hasta la eternidad. Para que se entienda: yo no me considero un “obispo salesiano”, sino un “salesiano obispo”.

Aunque es cierto que la ordenación episcopal desliga jurídicamente a los religiosos de la Congregación a la que pertenecen, y les deja libres de las obligaciones propias de la vida religiosa y las específicas de la Congregación, no es menos cierto que vitalmente, experiencialmente, vocacionalmente, yo soy y me siento salesiano. Es mi identidad, salesiano es el sustantivo, sacerdote y obispo serían -aunque no gramaticalmente-,  adjetivos; no al revés.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Cristóbal Lçopez y Ángel F. Artime

Llegar a Cristo… a partir de Don Bosco, pasando por la Auxiliadora

A los 8 años entré en una casa salesiana. Y se puede decir que no he salido de ella. En dicha casa, encontré a Don Bosco, presente en la persona de mis educadores. De la mano de Don Bosco, fui conducido a María Auxiliadora, a la que siento como Madre y Maestra, a la que amo entrañablemente. Y en los brazos de María Auxiliadora, mirándola, fue imposible no descubrir y encontrar a Jesús, a quien Ella me condujo diciéndome: “Haz lo que Él te diga”.

En mí se cumplió aquello de “por María, a Jesús”. Y ese encuentro de amistad con Jesús se ratificó oficial y solemnemente en mi primera comunión, el 11 de mayo de 1961, fecha que llevo grabada en el corazón. Fue mi asunción libre y consciente del bautismo, (a la altura de lo que un niño de 8 años puede hacer, que es mucho más de lo que ordinariamente se cree). Ese día fue el inicio de una amistad personal que, aunque traicionada muchas veces por mi parte, nunca me ha faltado de la parte de Jesús.

Este itinerario ha dado como resultado que, para mí, vida cristiana y vida salesiana se identifican, o mejor, son las dos caras de una sola moneda. Ser salesiano es mi manera de ser cristiano; durante años no conocí otra; y ahora que conozco muchas, me quedo con la mía, con un agradecimiento infinito al Señor por haberme llamado a seguirle dentro de la Familia Salesiana de Don Bosco.

Una formación sólida e integral

Don Bosco es para mí Padre y Maestro, modelo y ejemplo a quien imitar, inspiración y estímulo para el trabajo de misionero de los jóvenes.

Cristóbal y María Auxiliadora

Con él y como él me siento educador, evangelizador y comunicador; todo ello desde la vida consagrada y el sacerdocio, y con una fuerte dinámica misionera.

En la Congregación y gracias a ella, he podido crecer como persona, formarme pedagógicamente, no sólo para enseñar (ser maestro fue mi vocación primera, desde los 6 años), sino para educar; también he podido desarrollar en mí la dimensión de pastor, apoyándola en una excelente formación filosófico-teológica y en múltiples experiencias bien acompañadas; finalmente, casi por gusto o capricho personal, también pude prepararme como comunicador, con estudios y práctica pastoral en este campo.

Todo esto me lo aportó la Congregación, como preparación y vivencia de la misión al servicio de los jóvenes. Pero hay que añadir cosas tan o más importantes: la vida comunitaria, es decir, la posibilidad de vivir el amor y la comunión, más allá de los lazos familiares y afectivo-sexuales, como un anticipo de lo que será la comunión universal y eterna del Reino de los cielos. También ha sido y es un regalo la experiencia de los consejos evangélicos: una vida cuya riqueza es Cristo (por eso el voto de pobreza), cuyo Amor es el de Dios (por eso la castidad) y cuya libertad es ofrecida para hacer la voluntad del Padre (de ahí la obediencia).

Punto aparte merece el desarrollo en mí de la dimensión y la opción misionera, aprendida de Don Bosco y realizada en y gracias a la Congregación. “Mi casa es el mundo; mi familia, la humanidad”,  fue el eslogan que aprendí en mi juventud y que ha iluminado e ilumina todavía mi recorrido vital: Andalucía, Cataluña, Valencia, Paraguay durante 18 años, Marruecos, Bolivia, España de nuevo y, finalmente y por ahora, Marruecos otra vez. Me he podido sentir verdaderamente ciudadano del mundo y hermano de todos. Y se me ha revelado la amplitud, altura y profundidad del Reino de Dios, a cuyo Rey me debo y por el que vivo.

Papa y cardenal Cristóbal

64 años con Don Bosco, una vida plena y feliz

Todo sumado, da un resultado de plenitud y de felicidad: 8 años desde que pisé territorio salesiano por primera vez, y  56 años más desde la primera profesión religiosa son toda una trayectoria que no deja dudas.

Soy lo que soy gracias a Dios, desde luego, pero de la mano y a través de Don Bosco. Sin él, ¿dónde estaría y qué haría este pobre hijo de campesinos-obreros emigrantes?

Quisiera, cuando me llegue la hora, poder decir y vivir lo que el gran poeta -y profeta- Casaldáliga describió magníficamente en sólo cuatro versos:

“Al final del camino me dirán:

—¿Has vivido? ¿Has amado?

Y yo, sin decir nada,

abriré el corazón lleno de nombres.” 

Y el de Don Bosco estará en primer lugar.

Don Bosco
Don Bosco

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