"El libro es un curso de teología patrística desbordante, vertiginoso, apasionado" De la Biblia a los Padres: La teología patrística de la mano de Xabier Pikaza
A propósito de X. Pikaza, Curso de teología patrística. Historia y doctrina de los padres de la iglesia, Viladecavalls: Editorial CLIE, 2023, 407 pp
"El autor no solo es uno de los teólogos españoles más reconocidos de los momentos actuales sino también una de las voces que deben ser escuchadas por las generaciones venideras"
"La obra pikaziana en su conjunto no quiere partir de seguridades o tesis fijas y fijadas, grabadas en piedra ad perpetuam rei memoriam, sino que más bien quiere construir o proponer itinerarios, inevitablemente temporales y provisionales, para el hombre que pregunta, que busca"
"Xabier Pikaza ha logrado, otra vez, regalar al público un libro ‘provocativo’ que lanza retos, que da que pensar"
"La obra pikaziana en su conjunto no quiere partir de seguridades o tesis fijas y fijadas, grabadas en piedra ad perpetuam rei memoriam, sino que más bien quiere construir o proponer itinerarios, inevitablemente temporales y provisionales, para el hombre que pregunta, que busca"
"Xabier Pikaza ha logrado, otra vez, regalar al público un libro ‘provocativo’ que lanza retos, que da que pensar"
| Macario Ofilada
La bibliografía prácticamente inabarcable de Xabier Pikaza, vasco de Orozco, nacido en 1941, ante todo, hace que el autor sea no solo uno de los teólogos españoles más reconocidos de los momentos actuales sino también una de las voces que deben ser escuchadas por las generaciones venideras y no solo entre las de habla hispana. Amén de ser un bosque casi impenetrable, el legado literario pikaziano ha provocado o sigue provocando reacciones diversas, no todas positivas, por cierto.
Algunos le han acusado de fomentar y promocionar un militarismo en contra de todo lo eclesial. Pero sin duda la obra de este teólogo vasco, en expresión feliz de Ricoeur, en sus mayores momentos, ‘da que pensar’ si bien los senderos que señala no son siempre de agrado sobre todo para los que el mismo Pikaza denominaría ‘aferrados al sistema (o al poder o a una mística de la jerarquía)’, en contra de lo que él acertadamente ha calificado de ‘evangélico’, concepto clave este en el planteamiento pikaziano.
Conocido más bien como teólogo bíblico, con estudios densos sobre todo de los evangelios sinópticos (Mateo y Marcos) pero con una interdisciplinariedad en la que ocupan lugares preferidos la teología dogmática (e incluso espiritual) y la filosofía (teodicea y fenomenología de las religiones), este libro que estamos presentando no es uno de los ‘platos fuertes’ del profesor vasco. Los lectores más avezados de su obra sin duda destacan en la misma no solo su extensión, erudición sino sobre todo el ambiente tenso.
Ello se debe a que la obra pikaziana en su conjunto no quiere partir de seguridades o tesis fijas y fijadas, grabadas en piedra ad perpetuam rei memoriam, sino que más bien quiere construir o proponer itinerarios, inevitablemente temporales y provisionales, para el hombre que pregunta, que busca. Y todo esto produce tensiones, ante todo eclesiales, pues son, por lo pronto, retos intelectuales (y también espirituales) que se consolidan en los lectores en forma de preguntas, propuestas, tesis abiertas (como las que proponen el autor al rematar cada sección o capítulo del libro que estamos reseñando).
Pikaza es un teólogo con un estilo literario cardíaco, con un inmenso bagaje cerebral y cultural, que provoca por lo que la lectura de sus páginas, sobre todo las más densas, resulta en lo que podría calificarse orteguianamente como una ‘curiosa aventura’. Y, muchas veces, la curiosidad, sobre todo por la sed casi insaciable que produce, no agrada a los poderosos que desean imponer sus ideologías, reduciendo a los miembros de la iglesia a unos ignorantes o ingenuos a quienes nuestros teólogos no deberían escandalizar, despertar, conmover…excitar.
Al dedicar su pluma prolífica, a estas alturas de su dilatada carrera literaria, a los Padres de la Gran Iglesia, Pikaza no abre ningún filón novedoso ni explora ningún terreno desconocido. Más bien habla de lo ya sabido, con esquemas consabidos. De hecho, se divide su exposición ‘damasquinada’ (por así decirlo) en ocho partes: 1) Padres apostólicos, 2) Padres apologistas, 3) Padres alejandrinos, 4) Padres sirios, 5) Padres sirios, 6) Patrología latina y 7) Patrística griega.
Mas con un tono notablemente pikaziano. Precisemos. El libro es un curso de teología patrística. El autor evoca la memoria de su hermano en la Merced, Eliseo Tourón, con quien había compartido un ciclo de cursos teológicos, de tipo histórico, en la década de los noventa. Ciertamente, como aficionado de la historia, el autor destaca la patrística como la primera teología de la iglesia. Yo personalmente denominaría a Pablo y al autor (o autores-redactores del Evangelio según Juan y las Cartas Joánicas) como los primeros teólogos cristianos.
Acierta Pikaza al afirmar que la patrística es una teología bíblica, pues la biblia fue el primer ‘libro de texto’ para los que aspiraban a hablar de Dios desde la tradición judeocristiana. Esto es cierto pero hay que tener en cuenta, como lo sabe y demuestra muy bien con su presentación que sigue un esquema cronológico el autor, que lo que hoy en día llamamos la Biblia (específicamente el Nuevo Testamento) estaba configurándose, componiéndose aún en aquellos tiempos de fermentación.
Como bien se señala en el texto, lo que actualmente se llama doctor en teología medieval era un ‘magister in sacra pagina’. Bien hubiera explorado, a la luz de los autores patrísticos, la evolución de la noción o semántica del vocablo ‘teológico’, de origen platónico y con salsa inevitablemente con sabor al Mundo de las Ideas, contextualizado en una República que ha querido expulsar a poetas (y los teólogos son ante todo poetas del arkhé o del Principio).
Por cierto, es la teología un vocablo no siempre aceptado en la historia pero era lo que efectivamente llevaban a cabo los padres a la vez que señalaban caminos hacia llegar a esa fuente, a ese ‘ideal de los ideales’. Estos caminos son los que denominamos, hoy en día, con cierta extrañeza, cavilación, cautela ‘espiritualidad’, disciplina autónoma esta que ya no está en ciernes sino que se levanta epistemológicamente, en su afán de definirse e independizarse, encima de arenas movedizas, pese a los esfuerzos titánicos de fundamentación por diversas especialistas y teóricos.
Ha llovido mucho en el terreno fecundo de la espiritualidad patrística, que en aquellos tiempos no se podía separar de la pastoral y teología de los Padres, pese al ambiente de yermo o erial debido a los contextos específicos de aquellos tiempos ‘fundacionales’ y ‘posfundacionales’, con el sabor telúrico de la historia, con el lenguaje insistente de la analogía y el humo aspirante de la anagogía. Todo ello sugerido de alguna manera por la exposición pikaziana en su afán de compartir con sus lectores la aventura de los Padres, ‘primeros lectores de la Biblia (Cristiana)’, dicho tan genéricamente y que aún más debería matizarse, precisarse ya que, como queda dicho, algunos de ellos eran coetáneos de algunos escritos neotestamentarios.
El tratamiento de la temática propuesta se ha acotado con dimensiones bien definidas. Parte de la Biblia, da muchas vueltas con ella, en aquel estado germinal, hasta el punto de construir sus consabidos esquemas de presentación que no llevan a un terminal con niveles, destacando contrastes con lo que él denomina evangélico por lo que hay una danza casi vertiginosa de categorías, hegelianamente contradictorias u opuestas, como ‘comunión mística’, ‘mística de la jerarquía’, ‘carisma’, ‘institución’, ‘tradición eclesial’, ‘autoridad jurídica’, ‘estabilidad’, ‘itinerancia’, etc.
En fin, una sinfonía quizás con armonías preconcebidas con contrapuntos o contrastes. Ciertamente Harnack está en la sombra con su metodología histórica pero Pikaza no llega a rechazar la autenticidad de obras o de tradiciones (ideadas como dogmas o doctrinas) ni llega a relegarlas a niveles ínfimos con el escepticismo propedéutico sino más bien desea ‘colocar’ estas obras, tradiciones para reevaluarlas, con tiñes existenciales de Bultmann y soteriológicos de Cullmann, siempre teniendo por pantalla y entablado la historia, vista esta ante todo como ‘kairós’ o tiempo oportuno.
Amén de resultar en un concierto o sinfonía de contrastes, para destacar los temas o conceptos fuertes que marcan los pasos de la narrativa patrística frente o en relación con lo ‘evangélico’, este opus es un esfuerzo constante de desbordamiento que rompe fronteras fijadas o consabidas para entrar en horizontes medievales, como, san Anselmo, Ricardo de San Víctor (tema sobre el que versó la tesis doctoral de Pikaza en 1966 en Salamanca), Gregorio Palamás, etc. Todo esto resalta a su vez la vieja preocupación de Pikaza por temas trinitarios y cristológicos, los ejes principales de toda reflexión teológica (con el sabor al parecer insuperable de Th. De Regnon y con especias o salpicaduras de Amor Ruibal, Zubiri e incluso Rahner y Von Balthasar).
La Trinidad y Cristo, vistos desde una perspectiva histórica, tal vez sean los ejes teológicos más importantes y con los cuales uno no puede sino luchar, lidiar, habérselas, si quiere merecer el apodo de teólogo. La historia ha demostrado que la teología es una especie de tauromaquia, con muchas faenas, miembros del séquito y espectadores, en la que hay que coger cada astado por los cuernos del lenguaje y de la cultura, para poder salir airoso de la faena, es decir, para llevar a cabo con honor y lucimiento el espectáculo, el drama de dar sentido al empeño humano de hablar sobre ese Dios trascendente y escurridizo pero hiriente, impactante que de alguna manera está presente en la corrida, en las labores, en la plaza, en la ágora donde congregan los seres humanos.
Desbordante, vertiginoso, apasionado: he aquí tres adjetivos para describir la aventura de estas páginas patrísticas pikazianas que al principio se desarrollan con terrenos bien definidos o marcados pero que siempre saludan nuevas salidas del sol, abriendo horizontes ulteriores de pensamiento que apuntan a los sabores perennes de lo ya expuesto y con permanencia resonante en nuestro quehacer eclesial. Y el cierre del libro con exposiciones de temas actuales como el ‘filioque’, la ‘perijóresis’, la inmersión cordial en Dios constituyen la apertura de varios abanicos temáticos que son más bien lanzamientos y retos que quedan por abordar quizás en publicaciones ulteriores. Me hubiera gustado también una exposición sobre el reto teológico-espiritual perenne: la mistagogía. Mas esto sería otro cantar.
Baste decir aquí que sin pretender ser exhaustivo en la erudición crítica (muy guiada por las obras históricas de Justo González y Ramón Trevijano) ni en la exposición doctrinal (alimentada por diversas lecturas secundarias pero siempre anclada en las fuentes), Xabier Pikaza ha logrado, otra vez, regalar al público un libro ‘provocativo’ que lanza retos, que da que pensar. Nuestro autor no es conocido por dar seguridades, por dejar consignas en piedras. Más bien, para él, todo es fluido, como la vida misma puesto que el Evangelio, porque es discurso del amor, tiene una fluidez que ha hecho que supere formalismos e incluso fundamentalismos con una perennidad indudable.
La forma de exposición del profesor vasco, veterano destacado en las lides de las publicaciones, me ha hecho pensar en la figura trágica de Teseo en el laberinto, evocado sobre todo por Borges, luchando con delirio por ser hijo de dios y hombre, intentando superar la maldición del mito, evocando cultos antiguos, destronando antiguos imperios, emprendiendo labores. Desde el ‘mito’ de la Biblia y de las culturas circundantes de esta colección de textos sagrados, ha buscado el ‘monstruo’ que ha querido hacer uso de dicha colección y el resultado es un drama con sus confluencias, tensiones, retos más allá de las demarcaciones consabidas entre ortodoxia y heterodoxia, patrística y medieval, fundacional y posfundacional.
Para Borges, el hilo de la búsqueda se pierde. Asimismo el laberinto. Con el paso del tiempo, inevitablemente se pierde mucho pero siempre queda algo que supera lo que ya ha desvanecido. De ahí, la Gran Iglesia, un locus muy presente en el planteamiento pikaziano, que desborda a sí misma para no perderse en la historia como aquel hilo, como aquel laberinto. De esta manera, la Gran Iglesia no solo se conserva, con el paso del tiempo, asimismo crece, evoluciona, se acerca al ideal del Reino si bien con muchas dificultades.
Todo esto queda patente desde aquellos ‘Padres’, no todos aceptados, canonizados pero sí discutidos, discutibles. Esto es lo que de veras cuenta. El Reino no puede construirse con lisonjas y adulaciones sino con discusiones y tensiones en donde se halla la creatividad. El legado, pensamiento, patrimonio de los Padre sigue hilando, nos sigue enredando, nos sigue metiendo en una maraña maravillosa, siendo a la vez para nosotros navegadores constelaciones en viajes nocturnos por mares desconocidos. Esto es lo que en el fondo ha deseado subrayar Xabier Pikaza en su último libro que es una constante instigación, invitación a compartir la aventura en el dédalo y a salir victorioso del mismo: no por decapitar al monstruo sino por cogerlo por los cuernos, hasta el punto de herirse con una cornada (o varias) que verdaderamente deja(n) marca(s), huella(s), cicatriz(ces). Así es la teología, la pasión por Dios: un empeño para heridos para herir a los demás (como aquella ‘llaga regalada’ de san Juan de la Cruz) con el testimonio de la palabra y de la vida.
Podemos vaticinar con fundamento, sin pretensiones proféticas, que en un futuro no muy lejano se le tildará al testimonio pikaziano de incesante; no por los incontables hilos o enredos, sino por los innumerables itinerarios que el autor, avalado por años y tomos de carrera literaria significativa, siempre ha querido abrir con una fluidez desbordante, desconcertante, exuberante por lo cual entonces muchos sabrán darle las gracias a Xabier Pikaza cuya trayectoria personal y profesional demuestra que ha llovido mucho dentro de la Iglesia, al menos en la de España, específicamente en la vida académica y religiosa en donde ha tenido su obra mayor resonancia. Pero ya ahora, con mucho gusto desde la lejanía física de las islas magallánicas, lo hago desde este foro con el que quiero seguir construyendo puentes con mi propia herencia hispana.
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