"Sirvan estas letras como un pequeño homenaje a su persona" Carta a Benedicto XVI: "Usted, a la chita callando, no ha dejado de sorprender"
"Estimada Santidad, en estos días donde se van a producir decenas de artículos y reflexiones sobre su vida y su Pontificado, me gustaría contarle lo que usted significó, significa y significará en mi vida"
"Militaba en un ateísmo filosófico cuando ofició el funeral de Juan Pablo II y escuché su homilía. Algo me dijo que estaba ante una personalidad diferente. Apenas le conocía y de forma inmediata me puse a buscar sus textos"
"Mi familia, la prisión y su persona fueron claves en la recuperación de mi fe. Me enseñó que defender la verdad y decir ciertas cosas tiene consecuencias"
"Le deseo un feliz encuentro con ese Juez que es la expresión absoluta del amor. No le defraudará. Estoy seguro. En sus inolvidables homilías de Nochebuena lo expresó con una claridad y profundidad magistral"
"Mi familia, la prisión y su persona fueron claves en la recuperación de mi fe. Me enseñó que defender la verdad y decir ciertas cosas tiene consecuencias"
"Le deseo un feliz encuentro con ese Juez que es la expresión absoluta del amor. No le defraudará. Estoy seguro. En sus inolvidables homilías de Nochebuena lo expresó con una claridad y profundidad magistral"
| José Miguel Martínez Castelló
Estimada Santidad,
En estos días donde se van a producir decenas de artículos y reflexiones sobre su vida y su Pontificado, me gustaría contarle lo que usted significó, significa y significará en mi vida. No espere un análisis de su doctrina. Otros más preparados que yo en ese menester se encargarán de todo ello.
Mi relación con usted comenzó de oídas allá por el año 2000. Yo cursaba tercero de filosofía. En esos tiempos militaba en un ateísmo filosófico alimentado por figuras tan importantes como Nietzsche o Heidegger. Mi interés por Ortega y Gasset, al que le dediqué mi Tesis Doctoral años después, me convencieron que me podía acercar a la filosofía sin hallar un rastro concreto de Dios.
Pero al finalizar la carrera en 2003, me encontraba vacío, los sistemas filosóficos me dejaban en cueros, faltando algo, hasta que la muerte de su amado Juan Pablo II produjo una convulsión interior en mí. Jamás pude imaginar un acto tan universal, donde personalidades de todas las creencias e ideologías, incluso enfrentados, se sentaron en un mismo espacio y lugar para despedir a un Papa. Cuando ofició el funeral y escuché su homilía algo me dijo que estaba ante una personalidad diferente. Apenas le conocía y de forma inmediata me puse a buscar sus textos.
Sabía que Introducción al cristianismo había sido traducido a multitud de idiomas y que su nombre convivía con teólogos a los que comenzaba a leer: Küng, von Balthasar, Metz, Rahner, Moltmann, Kasper, Bonhoeffer, Bultman… Pero sin saber cómo, llegó a mis manos las meditaciones del vía crucis de marzo de 2005 en el Coliseo de Roma. Usted fue el encargado a petición expresa de Wojtyla. Jamás olvidaré cuando habló abiertamente de la suciedad en la Iglesia y que después desembocaría en la crisis más grave de la institución: “Cuánta suciedad hay en la Iglesia, y precisamente también entre quienes en virtud del sacerdocio deberían pertenecer a Jesucristo por completo”.
A partir de ese momento le seguí, y circunstancias familiares y vitales, hicieron que recuperara la Fe de la mano del testimonio de mis padres y de la irrupción en mi vida del sacerdote de la prisión de Valencia, el Padre Ximo Montes. Mi familia, la prisión y su persona fueron claves en la recuperación de mi fe.
No todo lo que ha hecho me ha gustado, hay aspectos, como los tiene esta Iglesia nuestra, que me incomodan porque no son fieles al mensaje de Jesús, aquel que acaba de nacer y murió sólo, insultado, perseguido y vilipendiado. Sin embargo, a pesar de algunas diferencias, hoy, quiero agradecerle todo lo que ha significado para mí.
El primer regalo que me hizo fue su primera encíclica, Dios es amor. El panzer cardinale, el rottweiler de Dios, el que hasta hace nada dirigía el Santo Oficio Moderno, la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien sostuvo una batalla a tumba abierta ante la Teología de la Liberación y demás, rompía el paso de medio mundo reflexionando sobre la esencia de Dios: el amor. Jamás olvidaré cómo en las primeras páginas dialogaba con Descartes y Nietzsche de tú a tú, sin condenas, sin críticas, sino asumiéndolos porque eran síntoma de nuestro tiempo y de nuestra época que hoy nos abre en canal y en mil y un aspectos contradictorios. A partir de ahí, usted, sus palabras y enseñanzas fueron camino, verdad y vida.
Después fui testigo de todos los escándalos a los que se enfrentó: cita de Ratisbona, Williamson, África y los preservativos, las críticas de los teocon estadounidenses, la crisis de la pedofilia que se inició en 2002 con la investigación del Boston Globe, casos Maciel y Groër, los anglicanos… Los sufrió cada vez más en una soledad absoluta. Pero cada paso que dio, y estoy convencido de ello, fue para esclarecer la verdad. Ésta requiere de tiempo, de enfrentamientos, de campañas donde las medias verdades se imponen como verdades absolutas.
Me enseñó que defender la verdad y decir ciertas cosas tiene consecuencias. Mire Jesús dónde acabó. No es la primera vez que digo que el día que los cristianos no seamos perseguidos, algo estaremos haciendo mal, por fuerte que parezca lo que acabo de decirle, pero las verdades que nos traspasan, que nos tocan, están hechas de esta radicalidad, nos guste o no.
Usted a la chita callando, como el que no quiere la cosa, desde su carácter apocado y silencioso, no ha dejado de sorprender. Y sin más, cogiéndonos con el pie cambiado, en febrero de 2013, renuncia, revolucionando la historia de la Iglesia, marcando un antes y un después. Su gesto significó un acontecimiento en toda regla. Jamás olvidaré como un amigo mío, ateo militante, me llamó para preguntarme mi opinión y me decía que no sabía la razón pero que se sentía huérfano a raíz de su histórica decisión. Esta orfandad se ha cumplido con el inicio de su viaje hacia la eternidad, hacia su encuentro con Dios.
Me quedo con sus palabras que podemos hacer nuestras cuando vivamos la muerte: “Aunque pueda tener motivos de temor y miedo cuando mira hacia atrás en mi vida, me siento feliz porque creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció Él mismo mis deficiencias. Ser cristiano me da el conocimiento y la amistad con el juez de mi vida y me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte”. Le deseo un feliz encuentro con ese Juezque es la expresión absoluta del amor. No le defraudará. Estoy seguro. En sus inolvidables homilías de Nochebuena lo expresó con una claridad y profundidad magistral.
Ojalá algún día podamos encontrarnos y así poder darle las gracias. Sirvan estas letras, esta carta como un pequeño homenaje a su persona. No se olvide de rezar y pedir ante nuestro Juez por Francisco, nuestro Pastor en la tierra, modelo absoluto de coherencia y humildad
Buen viaje. Siempre suyo y en su corazón.
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