"Le faltan castidad y pureza política" Cataluña, ¿tierra de misión?

(Antonio Aradillas).- Todo el orbe terráqueo -antes, ahora y después-, fue, es y será "tierra de misión". El mensaje de Cristo -su vida y su Verbo- es, por definición, fiel respuesta a las preguntas que la humanidad. en sus distintas latitudes, problemas y situaciones, viva y se formule.

Aseverar que ya se está "misionado", y que el evangelio está de más como libro de texto y como referencia comprometidamente religiosa, es fantasioso, engañoso y falaz, con lo que todos saldríamos perjudicados en esta vida y, en conformidad con lo que nos adoctrinan, también en la otra.

¿Por qué la cita se concentra en Cataluña y en la necesidad de ser evangelizada según las pautas de comportamiento insertadas en los Libros Sagrados? Pues, sencilla y llanamente, porque, tal y como están las cosas, esta región, Comunidad Autónoma, o lo que sea, es clave y referencia obligada en la actualidad, también europea. Conversaciones, tertulias, programas de televisión, de radio y de los demás medios de comunicación, manifestaciones, huelgas, actividades judiciales, electorales, políticas, folklóricas, deportivas... rezuman "catalanidad" por todos sus poros.

Estemos o no de acuerdo, tanto protagonismo no es bueno, ni para quienes directamente lo sufren, ni para quienes algún día quieran disfrutarlo. Hablar sobre el mismo tema, y más con apasionamiento, aburre y empobrece. No construye. Desprestigia. Aliena. Cansa y mina la moral, lo mismo la de los débiles, que la de los que en declaraciones públicas o privadas se manifiestan líderes y valientes.

Como mi relativa competencia en estas cuestiones es sustantivamente "religiosa", me centro en el tema e insisto en que Cataluña es tierra, o país. de misión. La mixtificación Iglesia y política -eclesiásticos y políticos- habida en Cataluña, rebasa con creces la registrada en el resto de España.

Monserrat, Poblet, parroquias, casas religiosas, miembros de su jerarquía... son lanzaderas de independentismo que, aún con respeto a los posicionamientos partidistas, su auténtico fin no es el bien de la colectividad -y menos el de los más pobres y necesitados-, sino el de la clase a la que representan, aún con la correspondiente legitimidad democrática. Una situación, y un régimen semi-teocrático como este, demandan una buena reeducación en la fe y en los principios elementalmente cristianos. Es decir, ser "misionados".

Además de inexplicable, resulta chocante que la Iglesia catalana se convierta en noticia esperpéntica a cuenta de la celebración de actos litúrgicos, o para-litúrgicos, con ocasión de misas, en las que sus asistentes o participantes, entonen cantos más que "piadosos", fervorosamente patrióticos. Idéntica adjetivación habría que aplicárseles a misas-mesas electorales, revestidas de paramentos litúrgicos con los colores propios de los domingos -"días del Señor"- , del que sabemos de muy buena tinta que no está adscrito a partidos y a siglas políticas.

La "clericalización" de la política encarnada y proclamada- predicada por algunos de sus líderes- reclama con urgencia torrenteras de aguas lustrales que purifiquen intenciones y procedimientos políticos.

Quienes juran o prometen servir al pueblo -y no servirse del mismo-, en la "toma de posesión" de sus cargos, al igual que quienes instan a los votantes al desprecio de las leyes constitucionales -constituyentes- y otras, son y actúan ni siquiera como los paganos. "Misionar" a estos es principio elementalmente cristiano. Dar por supuesto que los oficialmente buenos son los de misa diaria o dominical, y los educados en colegios de religiosos, es una contradicción que repudian la lógica, el sentido común y la fe que aseguran profesar.

A la Cataluña de Montserrat, del templo reparador de la Sagrada Familia, de sus catedrales y museos religiosos, de sus tradiciones y cultura eminentemente cristianas, del nutrido elenco de obispos, arzobispos, cardenales y hasta un co-príncipe, le faltan hoy misioneros de verdad, practicantes de los votos de castidad y pureza también política.

A Cataluña le honran los más altos índices de desarrollo y progreso, por lo que la solidaridad con otras Comunidades Autónomas de España, debería ser objeto de examen colectivo e individual de conciencia cristiana.

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