Lo párrocos para el sínodo se preguntan cómo ser una Iglesia sinodal en misión "Hay un déficit de fraternidad y comunión entre los curas, y necesitamos el cuidado y la cercanía de nuestros obispos"
"La primera vocación es nuestra vocación bautismal, de allí surge todo, de allí los ministerios: recuperar esta primera vocación, desde donde surge la responsabilidad de todos, no solo de los sacerdotes"
"Una parroquia que vive los carismas es una parroquia que lleva los dolores y sufrimientos de la comunidad, para actuar en el bien, sobre todo de los pobres y marginados"
"Surgió el tema de la justicia entre los curas, el que está bien y el que pasa necesidad ¿Cómo podemos fortalecer los vínculos ad intra de la Iglesia y no solo ad extra?"
"Surgió el tema de la justicia entre los curas, el que está bien y el que pasa necesidad ¿Cómo podemos fortalecer los vínculos ad intra de la Iglesia y no solo ad extra?"
¿Cómo ser una iglesia sinodal en misión? Integrando todos los dones y carismas puestos al servicio de la única misión de la Iglesia. En cada realidad de nuestros países está el Espíritu Santo actuando y podemos reconocer esos signos donde Dios está actuando hoy.
La primera vocación es nuestra vocación bautismal, de allí surge todo, de allí los ministerios: recuperar esta primera vocación, desde donde surge la responsabilidad de todos, no solo de los sacerdotes. Por eso, el tema de laicos es la vocación que nos toca redescubrir. Cómo acompañamos diferentes realidades para estar a la altura de dar respuestas. Por otro lado, abordamos el tema de los diversos carismas y movimientos y nos preguntamos ¿cómo se insertan en la comunión de la parroquia? Sobre todo, ¿cómo acompañamos en el marco de la sinodalidad a los movimientos que involucionan?
Hay energías y tiempo para acompañar a los laicos, y ser capaces de darles el timón en asuntos que ellos y ellas pueden ayudar a toda la Iglesia. Hay que seguir animando los equipos pastorales para seguir adelante confrontando con los otros, para tomar decisiones escuchando al Espíritu. En ese sentido, una parroquia que vive los carismas es una parroquia que lleva los dolores y sufrimientos de la comunidad, para actuar en el bien, sobre todo de los pobres y marginados. El párroco debe cuidar la historia de la comunidad y pasar la posta al siguiente.
Hay situaciones donde la Iglesia se ve como institución vieja y en constante disminución. Pero compartir experiencias de diferentes partes del mundo enriquece, porque el Espíritu sopla de maneras distintas, y Dios está trabajando. Vemos que en un lugar hay 7 sacerdotes para una parroquia y en otros hay 7 capillas para un sacerdote.
Constatamos que hay un déficit de la fraternidad y la comunión entre nosotros los curas, y necesitamos el cuidado, cercanía y acompañamiento de nuestros obispos. Alguien comentaba que en 30 años de ministerio nunca un obispo le preguntó como estaba, pero sí lo que debía hacer. Una paternidad del obispo en la dimensión de la responsabilidad, no por nosotros, sino por nuestro servicio a la gente.
Hablamos sobre el principio de la subsidiaridad ¿cómo compartir los bienes también a nivel intra-eclesial? Surgió el tema de la justicia entre los curas, el que está bien y el que pasa necesidad ¿Cómo podemos fortalecer los vínculos ad intra de la Iglesia y no solo ad extra? Ejemplo: el mundo digital para que facilite el encuentro personal y no lo sustituya. ¿Cómo generar espacios de escucha, acogida y participación en donde se pueda expresar experiencias y propuestas desde nuestros dones e historias, respetando la diversidad y que no sea intimista-individualista?
Hay que experimentar la misericordia en los contextos, no podemos juzgar desde nuestra realidad. No podemos exigir desde nuestra realidad. Es el tema de lo “ideal” que choca con lo “real”. Por eso, hay que desterrar el “habricaísmo” (el habría que), para escuchar la realidad, ver…¡Señor que vea! Como Bartimeo en Mc 10. A veces nos quedamos con el ideal de Iglesia que tenemos y entonces nuestras iglesias se hacen viejas.
Con todo ello, sentimos la necesidad de ejercer el bautismo en corresponsabilidad desde los dones y carismas que cada uno hemos recibido a fin de fortalecer, vínculos de unidad, y presencia en el mundo mediante procesos formativos claros y sistemáticos en nuestras comunidades. Hay que reconocer que en la Iglesia todos nacemos laicos, y el primer timón de la Iglesia fue de un laico que abrió la misión del Padre.
El futuro pasa por la corresponsabilidad entre los diversos carismas, a pesar de los distintos modos de vivir la Iglesia. A veces, los carismas en los movimientos y congregaciones son dificultades para vivir la sinodalidad. Debemos exportar la sinodalidad al mundo: la escucha, la acogida, la fraternidad. La presencia pública de nuestras comunidades en la sociedad en la que vivimos, que donde se juega la vida y el futuro de nuestros vecinos creyentes o no.
Nuestra ministerialidad está en función de la misión, más que de la institución. Es estar al servicio lavando los pies cansados del camino y no en el mando exclusivo de quien decide. Nuestra ministerialidad debe ayudar a las comunidades a formarse y prepararse, no para el engorde de si mismas, sino para ser servidoras de la humanidad, a fin de acoger como dice la Gaudium et spes: todos los dolores, alegrías y esperanzas de los hombres que hacen eco en el corazón de la Iglesia Madre.
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