"Con su partida no termina su influencia, ahora toca encarnar su impulso" Francisco, el papa que soñó una Iglesia en salida

"Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ha muerto a los 88 años tras semanas de convalecencia. Su última imagen pública fue su 'chiusura in bellezza', un cierre en alto"
"Fue el primer Papa en llevar el nombre del poverello de Asís. Y no fue un gesto poético, sino programático. Aunque no fue fácil para él dilucidar la tradición de la Iglesia en algunos puntos"
"Pero con su partida no termina su influencia. Porque más que un jefe de Estado, Francisco fue pastor, profeta, y para muchos, conciencia incómoda de una Iglesia que necesitaba —y necesita— volver al Evangelio con radicalidad"
"Pero con su partida no termina su influencia. Porque más que un jefe de Estado, Francisco fue pastor, profeta, y para muchos, conciencia incómoda de una Iglesia que necesitaba —y necesita— volver al Evangelio con radicalidad"
| Llucià Pou Sabaté
La mañana del 21 de abril de 2025, la campana de San Pedro volvió a tañer por la muerte de un Papa. Esta vez no por uno emérito, sino por el que en ese instante aún ocupaba la cátedra de Pedro. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ha muerto a los 88 años tras semanas de convalecencia. Su última imagen pública, saludando desde el papamóvil durante el Domingo de Resurrección, quedó como un gesto final de cercanía, casi como una despedida sin palabras. Fue su “chiusura in bellezza”, un cierre en alto.
Pero con su partida no termina su influencia. Porque más que un jefe de Estado, Francisco fue pastor, profeta, y para muchos, conciencia incómoda de una Iglesia que necesitaba —y necesita— volver al Evangelio con radicalidad.

Francisco hizo reformas pero sobre todo apuntó hacia dónde ir, a pesar de las dudas que esto representa. No quiso ir avanzar en algunas de las cosas a cambiar, pero puso a personas para que lo hicieran después de él. Nos dejó el lunes de Pascua a sus 88 años. No quiso gustar a todos, pues a diferencia de los anteriores papas, no vino a España en todo su pontificado, pero es que tampoco fue a su Argentina natal.
Desde el día de sus primeras palabras, insistió en que era el obispo de Roma, en su afán de colegialidad. Pero sus reformas han sido a base de escuchar, y si no ha llegado más lejos pienso que ha sido por falta de consenso en los temas más polémicos, y para no causar polarización y dejar que el tiempo fuera colaborando en una cultura de cambio, de volver al Evangelio, de no tener tanta normativa que ahoga, sino encarnar la misericordia de Jesús.
El hombre que vino del sur
Argentino, hijo de inmigrantes italianos, primer papa jesuita y latinoamericano. Desde el primer momento rompió moldes: no quiso tronos ni palacios, habló con sencillez, pidió que rezaran por él antes de dar la bendición. Su estilo fue su mensaje: eligió vivir en Santa Marta, moverse en utilitario, rechazar las pompas, y colocar al pobre, al migrante y al descartado en el centro de la atención eclesial.
Fue también el primer Papa en llevar el nombre del poverello de Asís. Y no fue un gesto poético, sino programático. Su pontificado ha sido una lucha constante por una Iglesia más despojada, más sinodal, más misericordiosa. Habló fuerte contra la “mundanidad espiritual” dentro del clero, combatió la corrupción en la Curia y puso en marcha reformas que removieron viejos equilibrios de poder.
Una reforma con resistencias
Su reforma no fue sólo estructural; fue ante todo evangélica. Pero en una institución milenaria, nada cambia sin tensiones. Su impulso a una Iglesia en salida, su apertura a temas sociales, ecológicos y culturales, y su forma de entender la doctrina no como trinchera sino como camino, le granjearon resistencias. Fue acusado de ambigüedad, de populismo, incluso de herejía por sectores que no aceptaban sus gestos de acogida hacia los divorciados vueltos a casar o la bendición sacerdotal a las personas homosexuales.

Pero Francisco nunca fue un relativista. Fue un pastor. Y como tal, eligió estar cerca de las heridas antes que de los dogmas abstractos. Como dijo en una ocasión: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir que enferma por encerrarse”. Para mí fue luminosa aquella expresión de su primera exhortación, que recogía las homilías de Santa Marta de los primeros meses, y fue su carta programática: prefería a sus pastores con las “manos manchadas de barro”, por ayudar a la gente, que no los “limpios” por cumplir normativas. Los quería con “olor a oveja”. Pero no fue fácil para él dilucidar la tradición de la Iglesia en algunos puntos. Algunos, como el celibato opcional de sacerdotes, no lo instauró por prudencia aunque colocó quien lo promoviera después de él. Pero el papel de la mujer en la Iglesia y el diálogo con las Iglesias reformadas sobre la cuestión del papel del sacerdocio no es tan fácil…
Signos proféticos y gestos de Evangelio
Francisco abrazó la causa de la ecología integral en Laudato si’, denunció el sistema económico que “mata”, medió en conflictos como el de Colombia o el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, se opuso frontalmente a la guerra y al rearme, e hizo del Sínodo un proceso participativo que interroga a toda la Iglesia.
Su papado fue también profundamente mariano y eucarístico, anclado en la oración y el discernimiento ignaciano. No fue un líder político, aunque habló como pocos Papas al mundo. Fue un hombre de oración que creía que el futuro de la Iglesia se juega en la fidelidad humilde al Evangelio.
El lunes, en su última Pascua, fue elocuente su actitud de morir con las botas puestas: sin voz, sin fuerzas, pero con una sonrisa, saludando desde el papamóvil a un pueblo que lo aclamaba por última vez.

Herencia viva y desafío futuro
Con la muerte de Francisco, que agotado de cuerpo ha vuelto a la casa del Padre, la Iglesia entra en un tiempo de discernimiento. Vendrá un nuevo cónclave, nuevos equilibrios, nuevas preguntas. Pienso que su paso no se borra, pues ha marcado un camino de reformador espiritual. Seguramente sintió suya aquella voz que Francisco de Asís oyó de Jesús: “repara mi Iglesia”. Nos recordó que el Evangelio no es un museo de verdades muertas, sino una fuente de vida para hoy. Que la Iglesia no es una fortaleza, sino un hospital de campaña. Que el Papa no es un príncipe, sino un siervo.
"Pienso que su paso no se borra, pues ha marcado un camino de reformador espiritual"
Quienes lo han seguido con fe, con crítica o con ambas cosas, sabrán que algo cambió con él. Y ahora toca custodiar su herencia viva, no repetir su estilo, sino encarnar su impulso: volver al centro, que es Cristo; abrir las puertas; ensanchar la tienda. En tiempos de polarización, él eligió los matices; en una cultura del descarte, él eligió el abrazo; frente al poder, eligió el Evangelio.
Francisco ya descansa. La Iglesia sigue ese camino de la historia, en el que el viento del Espíritu sopla pero nosotros caminamos dando bandazos, en medio de nuestras dudas, entretenidos en la tierra con la mirada en ese Reino de Dios que ya está entre nosotros y que nos interpela desde nuestra interioridad.
"Algo cambió con él. Y ahora toca custodiar su herencia viva, no repetir su estilo, sino encarnar su impulso"

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