"La petición de perdón no solo debe ser privada (si es que se dio) sino pública" La deuda, nunca saldada del todo, de la Iglesia y de la Compañía con Castillo y Estrada
"Por circunstancias y regalo de la vida he formado parte del círculo más cercano de amigos jesuitas de Pepe durante muchos años desde que lo conocí cuando entré en el Noviciado en 1964 hasta hoy"
"Ni la Compañía de Jesús ni la Iglesia, ni los padres generales anteriores ni el actual, ni el Papa anterior ni el actual, han comunicado las causas concretas de aquella decisión ni han reconocido públicamente ningún error ni en la actuación llevada a cabo por la Iglesia"
"Reconocer y agradecer a una mujer, Marga, que fue no solo acompañante fiel en la no pequeña etapa de su vida en la que Pepe decidió, por fidelidad al evangelio de Jesús y por salvaguardar su equilibrio personal, dejar de ser jesuita"
"Reconocer y agradecer a una mujer, Marga, que fue no solo acompañante fiel en la no pequeña etapa de su vida en la que Pepe decidió, por fidelidad al evangelio de Jesús y por salvaguardar su equilibrio personal, dejar de ser jesuita"
| Esteban Velázquez Guerra S.J.
Ante el fallecimiento de nuestro querido e inolvidable Pepe Castillo creo que tengo la obligación moral, evangélica y jesuítica de hacer una reflexión en voz alta. Por supuesto, es una reflexión que solo representa mi opinión personal y en la que puedo equivocarme. Pero creo que más me equivocaría si no la hiciera.
Por circunstancias y regalo de la vida he formado parte del círculo más cercano de amigos jesuitas de Pepe durante muchos años desde que lo conocí cuando entré en el Noviciado en 1964 hasta hoy. Participé muy activamente, en las varias gestiones que hicimos algunos de este círculo de amigos jesuitas , y otros que se sumaron en algún momento, para que se explicaran los motivos concretos de la sanción eclesiástica que en su día aplicó la Compañía, apartando a Pepe y a Juan Antonio Estrada de la enseñanza de teología en la Facultad de teología de Granada.
Pude hablar detenidamente en Roma sobre este asunto en varias ocasiones con el entonces Padre General, Padre Kolvenbach, y tuve con él un intercambio epistolar no pequeño sobre el mismo tema, especialmente cuando no fue aceptada la petición casi unánime (con un solo voto en contra) de la congregación provincial de la antigua provincia jesuítica de Andalucía y Canarias pidiendo al Padre General que se levantara esa sanción en el último año que entonces le quedaba a Pepe antes de su jubilación como docente.
Sería largo de contar todo el intercambio epistolar y personal. Pero, al menos, quiero destacar y agradecer públicamente la enorme sinceridad que tuvo el Padre Kolvenbach en todas aquellas conversaciones e intercambio epistolar aunque los puntos de vista de él y mío eran diferentes. Me reveló aspectos de lo ocurrido en el proceso que supone una sinceridad y una confianza por su parte que estaré siempre agradecido
Pero voy al centro de lo que quiero comunicar. A pesar de los encuentros felices y entrañables (y muy de agradecer a quienes los propiciaron y fueron sus actores ) que Pepe tuvo en tiempos más recientes con los dos últimos Padres Generales de la Compañía de Jesús (Padre Adolfo Nicolás y el actual general, Padre Arturo Sosa ) y con el Papa Francisco con aquella famosa frase de “leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente", que fue un espaldarazo a su labor teológica anteriormente rechazada a través de la prohibición de seguir enseñando en su cátedra en la Facultad de Teología de Granada …a pesar de todo ello, como digo, ni la Compañía de Jesús ni la Iglesia, ni los padres generales anteriores ni el actual, ni el Papa anterior ni el actual, han comunicado las causas concretas de aquella decisión ni han reconocido públicamente ningún error ni en la actuación llevada a cabo por la Iglesia ni en las decisiones tomadas por la Compañía en decisiones y actuaciones que sí han sido públicas.
Ni en ningún momento se retiró la decisión tomada o se reconoció pública y explícitamente ningún error pasado aunque fuera realizado por otros antecesores en la Iglesia y en la Compañía. Y por supuesto nunca volvió Pepe a la enseñanza de teología en la facultad de Teología de Granada. Ni tampoco se ha tenido en esta facultad ningún espacio de mínima enseñanza pública de Pepe, incluso después del respaldo del Papa Francisco.
Mi modesta opinión es que todavía están en deuda ambas instituciones, Iglesia y Compañía, no solo con Pepe y con Juan Antonio, sino sobre todo, con el Evangelio y las Constituciones de la Compañía de Jesús mientras no se reconozca pública y explícitamente el grave error cometido (tomar decisiones sin el debido y mínimo proceso justo). En deuda con algo esencial del evangelio de Jesús de Nazaret y de las constituciones de Ignacio de Loyola.
Nadie en la Iglesia ni en la Compañía debe ser sancionado sin que los acusadores (que, en este caso, se con certeza quienes fueron pero no es mi propósito nombrar personas sino formas de funcionamiento institucional en la Iglesia y en la Compañía o en cualquier institución a la que yo pertenezca) manifiesten ante el acusado el contenido de sus acusaciones y den ocasión a defenderse. Esto nunca se produjo. Y las buena relaciones posteriores con Pepe de los nuevos representantes de ambas instituciones (¡muy de agradecer, repito, y factor positivo fundamental para una psicología, como la de Pepe, en que lo afectivo jugaba un papel fundamental!) no son suficiente reconciliación desde los ya citados Evangelio y Constituciones.
La petición de perdón no solo debe ser privada (si es que se dio) sino pública, como pública fueron las sanciones nunca rectificadas ni siquiera explicadas públicamente con mínima concreción. No me atrevo a decir que se deba hacer esa petición de perdón público ahora que ya ha fallecido Pepe, pero sí digo que se debió hacer antes de que falleciera. Y no solo de forma indirecta (apoyando públicamente su labor teológica como hizo el Papa Francisco) sino de forma directa: reconociendo el error y la injusticia cometida y abriéndole de nuevo las puertas de la Facultad de Teología de Granada aunque fuera simbólicamente en alguna actividad docente puntual sin valor académico.
Si yo no dijera públicamente lo que acabo de decir mi conciencia no me lo permitiría. No solo por defensa de una persona, como Pepe, que merece se le reconozca explícitamente el mal que se le hizo (aunque él no lo exigiera) y al que, además, le debo muchísimo en mi vida, sino, sobre todo, por fidelidad a un Evangelio que dejó muy claro cómo debe ser la convivencia entre los que nos consideramos seguidores de Jesús.
En fin, voy acabando. Pero no sin antes reconocer y agradecer a una mujer, Marga, que fue no solo acompañante fiel en la no pequeña etapa de su vida en la que Pepe decidió, por fidelidad al evangelio de Jesús y por salvaguardar su equilibrio personal, dejar de ser jesuita (lo de ”jesuita sin papeles” no lo digo aquí porque eso nos llevaría a otro debate que no es necesario iniciar…¡bastante tengo con lo que ya he dicho!), sino también fue Marga actora principal de iniciativas llevada a cabo por los dos juntos, Marga y Pepe, como la de la presencia de ambos en la solidaridad continuada con la comunidad Padre Rutilio Grande en El Salvador país al que los dos amaban y aman intensa y profundamente. Gracias, Marga. Desde el cielo Pepe estará encantado que dijera de ti lo que acabo de decir. Y Gracias Pepe, por enésima vez, por ser como fuiste.
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