El gran desafío cristiano: construir la casa sobre la roca Omar de Dios García: "¿Transmitimos la paz de la oración a nuestros semejantes?"
"Nos sentimos pequeños al ver esos grandes oradores con dones"
"Siempre he creído que existen santos de lo cotidiano, que nadie valora ni determina su santidad pero que andan por nuestras calles dando ejemplo"
"La Tierra, la casa que Jesús nos manda construir sobre la roca... Son muchos los desafíos de los cristianos"
"La Tierra, la casa que Jesús nos manda construir sobre la roca... Son muchos los desafíos de los cristianos"
| Omar de Dios García
Desde niños nos enseñan la importancia de la oración como medio para conseguir favores de Dios, y empezamos a balbucear: “Señor te lo pedimos”. Posteriormente, ya incluidos en comunidades cristianas, en las escuelas, grupos de oración, o dando los pasos sacramentales de primera comunión, nuestra oración se nutre de diversas formas, aprendemos el padrenuestro, pero debemos reconocer que al principio no comprendemos nada al rezar, hasta que interiorizamos que la oración es comunicación-diálogo con Dios.
Sin embargo, nos sentimos pequeños al ver esos grandes oradores con dones orando frente a una adoración eucarística, y buscamos imitar, conectarnos con esa oración y se llega a respirar tranquilidad, lograr una actitud de recogimiento santo, se alcanza la paz. Pero al terminar, ¿cuán duraderas son esas características en nuestro haber? Más aún, ¿transmitimos esa tranquilidad, recogimiento, esa paz a nuestros semejantes? ¿Acaso ese Dios padre amoroso no quiere que seamos transmisores de la buena noticia?
Esas interrogantes y muchas más son las que nacen de la reflexión del pasaje bíblico, que les invito a meditar, el evangelio del apóstol Mateo 7, versículos 21 al 29: “No todo el que diga me diga: “Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi padre celestial” (Mt 7, 21). Siempre he creído que existen santos de lo cotidiano, que nadie valora ni determina su santidad pero que andan por nuestras calles dando ejemplo. También me he preguntado si los asiduos asistentes a todos los actos eclesiales tendrán por sí sola la salvación, porque reconozco lo invalorable que es ser partícipe del compartir de la fe, de la palabra de Dios, de la Eucarística y de la adoración eucarística, y especialmente de la piedad popular inmensamente rica en Latinoamérica (procesiones, novenas, peregrinaciones, vigilias, celebraciones en general), sin dudas.
Todo eso es bueno, importante. Pero, ¿qué más será necesario para la fe y en consecuencia nuestra salvación? ¿Qué debemos hacer para no caer cuando vengan las tormentas, las lluvias y vientos fuertes? Responde Jesús: “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre la roca” (Mt.7, 24). Vale preguntarse, ¿tu casa está edificada sobre la roca o sobre la arena?
Es interesante comprender qué implica la casa que nos manda a edificar Jesús, sin ánimo de hacer aseveraciones teológicas, pues solo es la visión de un laico que procura un discipulado misionero. Considero que esa casa está compuesta por nuestras actuaciones desde la fe en el mundo y para el mundo y nuestros semejantes.
El papa francisco en su encíclica Laudato Si, nos habla del cuidado de la casa común: La Tierra, siendo esta una parte de la casa que Jesús nos manda construir sobre la roca, por eso son muchos los desafíos de los cristianos para construir el reino de Dios, empezando por tejer una sociedad fraterna, humana, solidaria a través de la civilización del amor, que nos duela el otro, que seamos responsables de todos y en todo. No se puede esquivar el compromiso con la política como “excelsa forma de caridad”, de igual manera un cristiano no puede eludir el compromiso con una economía más humana, social y ecológica, con los pobres, los migrantes, y el combate de las desigualdades procurando el Bien Común para enaltecer la dignidad humana.
"Un cristiano no puede eludir el compromiso con una economía más humana, social y ecológica"
No basta decir "Señor, Señor", si no estamos dispuestos a asumir acciones de construcción en estos temas para transmitir el amor de Dios. No importa que las acciones sean pequeñas, pues decía la Madre Teresa de Calcuta: “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar pero el mar sería menos si le falta una gota”, solo iniciemos a construir para superar esos desafíos.
Seguramente conoces a alguien que según tu parecer no es coherente con lo que predica, lo encuentras en tu trabajo, en la vida social, alguna organización, incluso en tu comunidad cristiana, en tu parroquia: podrían resonar las palabras de Jesús “no todo el que dice Señor, Señor, entrará en mi reino” que forman parte del bello pasaje bíblico (Mt 7, 21-29) inspirador de este escrito. Y es que, precisamente, es importante orar, pero no basta, incluso no basta haber reconocido a Dios y actuar prodigiosamente en su nombre, no basta decir “y en tu nombre hicimos muchos milagros” (Mt.7,22), sino haz edificado sobre la roca como nos manda Jesús. Hacen faltas muchas oraciones, pero acompañadas de buenas obras, de cumplir la voluntad del padre que se traduce en cumplir todo lo que habla Jesús en el sermón de la montaña y se resume en el nuevo mandamiento del amor: “como yo os he amado, así os améis también los uno a los otros” (Jn.13,34).
¿Y tú como llevas el evangelio a los demás? Es justo citar nuevamente al Papa Francisco: “Hoy en día la iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el evangelio a las personas que a cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulos es tener disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar, en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (Evangelli Gaudium Nº127).
"Aquí la invitación de Jesús a la alegría, a la humildad, la obediencia, y a la presumida pero compleja coherencia"
Considero que el papa, siguiendo las enseñanzas de sus antecesores, sobre todo desde Pío XII, se refiere a la renovación misionera de la Iglesia no como un nuevo cristianismo sino procurando volver al espíritu y convivencia de los primeros cristianos, donde “Alababan a Dios y gozaban la simpatía de todo el pueblo, y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar”(Hc2,47).
Hoy Jesús nos dice que toda oración implica una acción de construcción en la cotidianidad de tu vida, tú decides si eres prudente y construyes sobre la roca o lo haces sobre la arena, y aquí la invitación de Jesús a la alegría, a la humildad, la obediencia, y a la presumida pero compleja coherencia. Jesús hablaba con autoridad y no era como los escribas (Mt.7, 29), de manera que no es el cristianismo estoico sino el cristianismo que se lanza con valentía y coherencia entre oraciones, y acciones a la construcción de la civilización del amor: que consiste en hacer de nuestra vida, una vida de fe, de oración, con arraigado testimonio cristiano, como decía Santo Tomas de Aquino: “El alma se conoce por sus actos”. Sabemos que no es fácil en medio de un mundo que ofrece todo lo contrario, pero para Dios no hay imposibles. Por eso pidiendo su bendición, santificación y protección, nos lanzamos a construir sobre la roca.