El sacerdote de Quito le cuenta a obispos y curas que sigue suspendido por negarse a pagar 60.000 dólares por una parroquia Padre Fernando Barrionuevo: "No me voy a esconder y no tengo motivos para tenerles miedo al arzobispo Espinoza y al nuncio Carrascosa"

Munilla y Barrionuevo
Munilla y Barrionuevo

"Me fui al 53 congreso eucarístico internacional a hacer presencia, para dar testimonio a los demás curas que no me escondo ni tengo miedo, y que no voy a huir como han hecho otros sacerdotes"

"Quería demostrar que, como dice el dicho, "el que nada debe, nada teme". Y yo tengo mi conciencia limpia, nítida y llena de paz"

"Cuando le comenté que la causa de mi suspensión fue negarme a pagar 60 mil dólares por una parroquia, monseñor Munilla creo que casi se desmaya y lo único que me pidió fue oración, perdón y paciencia"

"Conversé con algunos sacerdotes, les hice saber mi situación, tuvieron un lindo gesto de solidaridad y se comprometieron con sus oraciones por una sana solución de mi situación

El pasado viernes, 13 de septiembre, movido e inspirado por el Espíritu Santo, me apresuré a ir al último día al encuentro del 53 Congreso Eucarístico Internacional, que se acaba de celebrar en Quito con el lema "Fraternidad para sanar al Mundo".

Me fui a hacer presencia, para dar testimonio a los demás curas que no me escondo ni tengo miedo, y que no voy a huir como han hecho otros sacerdotes que tienen problemas de fe y de moral.

Cuando llegué estaba actuando el cantautor de música religiosa moderna, el argentino Pablo Martínez. Tras su actuación, hubo un receso de una hora.

En ese tiempo, aproveché la oportunidad para saludar a algunos obispos conocidos del Ecuador y a algunos compañeros sacerdotes contemporáneos de los años de formación para el sacerdocio.

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Munilla y Barrionuevo
Munilla y Barrionuevo

Mi objetivo era tratar de hablar con el Legado Pontificio, cardenal Porras, con el arzobispo Espinoza, con el Nuncio Carrascosa y, si aparecía, con el emérito Trávez, para demostrarles que sigo vivo, sano y vigoroso, que no tengo motivos para esconderme ni escapar, y que no les tengo miedo. Quería demostrar que, como dice el dicho, "el que nada debe, nada teme". Y yo tengo mi conciencia limpia, nítida y llena de paz.

Justo estos tres jerarcas no asomaron para nada. Pero Dios sabe cómo hace las cosas y pude hablar con el obispo español, José Ignacio Munilla. Un diálogo de no más de 10 minutos, después de saludarle y pedirle sus bendiciones, le pedí que utilizase sus buenos oficios ante el Papa Francisco, para hablarle sobre la situación de mi suspensión, y le conté que la causa de mi suspensión había sido la de negarme a pagar 60 mil dólares americanos para rentar la Parroquia de Capelo. Ante esa afirmación, monseñor Munilla creo que casi se desmaya, y lo único que me pidió fue oración, perdón y paciencia. Y también me dijo que hará todo lo posible para hablar de este tema, cuando la situación amerite.

Luego me tope con Monseñor Walter Heras, obispo de Loja, al que saludé y pedí sus bendiciones. Él tan generoso y bondadoso me ofreció trabajar en su diócesis, donde hay sitios sin servicio pastoral por falta de sacerdotes y por ser una diócesis extensa geográficamente. Le agradecí su ofrecimiento, pero le conté que no iba a ser posible.

-¿Por qué?, me pregunto.

-Porque estoy suspendido desde hace 6 años por su hermano de comunidad franciscana, monseñor Trávez.

-¿Cuál fue la causa?

-Me negué a pagar 60 mil dólares para tener una nueva parroquia.

Walter Heras

Se quedó muy asombrado, me aconsejo que trate de solucionar  mi situación y que, con todo gusto seré bienvenido en su diócesis. Se lo agradecí mucho y solo le pedí que se hiciese eco de mi situación. Y me despedí de él, pero no olvidaré el rostro que puso, cuando escucho mi testimonio: se quedó atónito y hasta se puso colorado.

Después me crucé con monseñor Néstor Vidal Montesdeoca, me acerqué, le saludé y le pedí su bendiciones, para proponerle inmediatamente si podría ir a trabajar a su diócesis. Le conté mi situación y su reacción fue de asombro. Me preguntó el porqué y le respondí como a todos. Monseñor se quedó frío y dijo que eso no puede ser. Le contesté que es una realidad palpable de algunos sacerdotes.

Entonces, me pidió que trate de arreglar mi situación con el arzobispo Espinoza, ya que con ese impedimento no podría recibirme en su diócesis. Y, si me recibiera de esa manera, iba a tener problemas primero con monseñor Espinosa y con monseñor Trávez, pero sobre todo con el Nuncio Carrascosa.

Carrascosa y Espinoza
Carrascosa y Espinoza

Le contesté que el nuncio no tiene nada que ver con estos asuntos, porque su papel se centra en el campo diplomático y no pastoral. Pero monseñor me volvió a recalcar que el Nuncio le presionaría con todo el peso de la ley, que él no quiere tener problemas de esa índole y que, cuando solucione mi suspensión, las puertas de su diócesis están abiertas para mí. Me despedí y le agradecí mucho: por lo menos me escucho y me dio palabras de aliento.

Luego, ya casi por finalizar, saludé a monseñor Giovanny Pazmiño, obispo de Ambato, que me conoce muy bien, porque somos paisanos y también porque soy bien conocido en la orden mendicante de los Dominicos, ya que tuve un tío, llamado Fray Domingo Barrionuevo, que vivió en la comunidad cerca de 80 años y murió hace casi 10.

Nos saludamos como compañeros y me invitó a qué le visite en la Diócesis de Ambato: que llame a su secretaria para coordinar la visita, porque quería hablar muchas cosas conmigo. Le tomé la palabra y eso haré. Monseñor Pazmiño estaba acompañado de Monseñor Oswaldo Vintimilla, Obispo de Azogues, que también me invitó a que le visite.

Oswaldo Vintimilla

Aproveché los pocos minutos que quedaban para que comenzase el simposio, para saludar a algunos sacerdotes y, de paso, contarles mi situación de forma rápida y concreta. Así lo hice con los padres Giovanni Muyulena, Rodrigo Crespo, que trabaja en Machala, Miguel Ángel, que trabaja en Macas, Fidel Castro, Diego Cadena, Marco Gualoto, Carlos Navarrete, y Ramiro Rodríguez, ex párroco del Sagrario de Quito y que también fue sacado abruptamente por monseñor Trávez.

Conversé con ellos, les hice saber mi situación, tuvieron un lindo gesto de solidaridad y se comprometieron con sus oraciones por una sana solución de mi situación.

Con esa visita, Dios me bendijo y el Espíritu Santo me inspiró para dar a conocer mi situación. Tanto a los obispos como a los hermanos sacerdotes, a los que saludé, les recalqué que mi suspensión no tiene nada que ver ni con problemas de fe ni de moral, sino de tipo administrativo.

Agradezco a Dios por haber ido a dar testimonio de vida, de valor, de valentía, dejando claro que sé dar la cara y que solo lucho para que impere y reine la justicia. Que no lucho por conseguir un puesto de trabajo, sino solo para que se haga justicia contra el abuso y la prepotencia de estos obispos, que me mantienen en la calle, en el abandono y en la indefensión.

Padre Fernando Barrionuevo
Padre Fernando Barrionuevo

Quizás por eso, me sorprendió el consejo de un compañero sacerdote, que se llama Fidel Castro y que me dijo, en plan de arenga: "Tienes que humillarte, como hice yo. Al fin y al cabo necesitamos estos obispos, porque, al estar fuera de la iglesia o en la calle, uno no es nada y nos morimos de hambre". Le contesté que la dignidad, el honor y la decencia no se compra ni se vende por un plato de lentejas. ¡Sólo faltaría!

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