El Papa, los migrantes y los de la religión del 'cumplimiento': "Del 'cumplo' y 'miento'" Sor Lucía Caram: "El verdadero pecado es cerrar las puertas a los hermanos que buscan una vida digna"

Un día al otro lado de la puerta llegó una familia. Estaban exhaustos, venían de lejos. Venían escapando de la guerra, del hambre, de la injusticia. Llamaron a su puerta, pidiendo un refugio para sus hijos, para sus hijos pequeños, buscando un poco de paz y un poco de bienestar

El hombre escuchó los golpes de la puerta, miró por la ventana y vio su rostro cansado y que estaban exhaustos. Pero en lugar de abrir la puerta, decidió ignorarlos. "Ellos son un problema. No deberían estar aquí. Que se vayan"

Pasaron los días y la familia desapareció. Nadie supo qué les pasó, nadie supo de ellos. Y la puerta quedó cerrada como estaba, a cal y canto. Y la casa volvió a estar fría

Te voy a contar una parábola que me gustaría que reflexionáramos juntos.

Había una vez un hombre que vivía en una gran casa, en una casa segura, cálida. Cada noche cerraba la puerta con llave, asegurándose de que nadie entrara sin su permiso.

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Un día al otro lado de la puerta llegó una familia. Estaban exhaustos, venían de lejos. Venían escapando de la guerra, del hambre, de la injusticia. Llamaron a su puerta, pidiendo un refugio para sus hijos, para sus hijos pequeños, buscando un poco de paz y un poco de bienestar.

El hombre escuchó los golpes de la puerta, miró por la ventana y vio su rostro cansado y que estaban exhaustos. Pero en lugar de abrir la puerta, decidió ignorarlos. "Ellos son un problema. No deberían estar aquí. Que se vayan".

Las concertinas en Ceuta y Meilla
Las concertinas en Ceuta y Meilla SJM

Y empezó a mandar mensajes por WhatsApp a todos sus vecinos para decirles que los que estaban en la puerta de su casa eran unos criminales, que eran peligrosos y que venían a quitarles la tranquilidad y la paz.

No eran unos criminales, eran simplemente unos padres con sus hijos, un papá, una mamá y sus hijos que venían buscando poder vivir.

Pasaron los días y la familia desapareció. Nadie supo qué les pasó, nadie supo de ellos. Y la puerta quedó cerrada como estaba, a cal y canto. Y la casa volvió a estar fría.

El hombre ya no escuchaba las risas, no escuchaba las conversaciones, no escuchaba el pedido de auxilio: simplemente había un frío silencio en su corazón, que estaba endurecido.

Francisco, durante la audiencia de hoy
Francisco, durante la audiencia de hoy Vatican Media


El Papa esta semana nos recuerda que no debemos ser como ese hombre que cerró la puerta. Porque la verdadera injusticia, el verdadero pecado es criminalizar a. quienes solo buscan una vida mejor. Y nos dice que quienes lo hacen a conciencia y con responsabilidad, levamtnando muros y haaciendo leyes para oprimirlos, esto es un pecado.

La injusticia verdadera es este pecado de cerrar las entrañas a quienes solo buscan vivir con dignidad. Este relato pone en evidencia la hipocresía de aquellos que cierran las puertas a los neceitados, y al mismo tiempo nos recuerda la enseñanza bíblica de acoger al foreastero.

Es una parábola muy fuerte, que debería abrir nuestros corazones.

Que resuene con fuerza en nuestros oídos y corazones aquella sentencia de Jesús a los fariseos y a los doctores de la ley, que lo condenaban y que vivían la religión del cumplimiento, del "cumplo y miento". Les decía que eran como unos sepulcros branqueados, que por fuera estaban relucientes pero por dentro estaban podridos y corrompidos.

El verdadero pecado es la injusticia, cerrar nuestras entrañas a nuestros hermanos que buscan una vida digna.

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