Acto-homenaje al teólogo en la localidad de Selva Teilhard bajo el cielo de Mallorca
Bajo la noche estrellada de Selva, Teilhard recobró su vida de geólogo en una filmación muda del período de entreguerras. Ahí estaba, remontando el río Yang-Tsé, desbordado de asombro, revolviendo los estratos de la tierra o golpeando con el martillo las rocas de los suelos paleolíticos de China, adonde lo condujeron el silenciamiento y el exilio impuestos desde Roma
| Juan V. Fernández de la Gala Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Teilhard España
La hermosa localidad de Selva, en la comarca mallorquina de Raiguer, fue escenario este fin de semana de un acto de homenaje a Teilhard de Chardin, jesuita francés fallecido en Nueva York en 1955.
El doctor Carles Amengual es uno de esos médicos humanistas que parecen ya, por desgracia, una especie en peligro de extinción. Hombre polifacético, supo hacer de anfitrión de una velada al aire libre que resultó tan polifacética como él mismo: reunió música, cine, poesía y conversación amable en un acto que bien podríamos llamar “cósmico”. En efecto, fue cósmico no solo por la luna menguante de agosto y aquel cielo de Perseidas tendido sobre el gozo de los asistentes, sino porque el propio Teilhard, jesuita, filósofo y paleontólogo francés, entendía ese universo como la gran transparencia de un Dios inmanente y cercano, encarnado en la materia del mundo, muy próximo a ese Dios de Spinoza en el que Einstein creía firmemente.
Bajo la noche estrellada de Selva, Teilhard recobró su vida de geólogo en una filmación muda del período de entreguerras. Ahí estaba, remontando el río Yang-Tsé, desbordado de asombro, revolviendo los estratos de la tierra o golpeando con el martillo las rocas de los suelos paleolíticos de China, adonde lo condujeron el silenciamiento y el exilio impuestos desde Roma. Por fortuna, las imágenes no quedaron silenciosas: los dedos de la pianista Mercè Prats, de la Fundación Teilhard en París, pusieron los colores de Debussy y de Mompou a los paisajes de una China en blanco y negro.
Alegra saber que sigue creciendo la larga tradición cultural de la isla, sus eternas luces de encanto y sus noches de reflexiva belleza. Las mismas que en su día atrajeron ya, en fructífero recuerdo, a Agatha Christie, Romain Gary, Robert Graves, Norah Borges, Frédéric Chopin o George Sand.
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