"Nos queda revisar nuestro modo de vivir" Víctor R. La Barrera: "La madre es la mujer valiente y sencilla, luchadora y rebelde, que conoce la alegría y el dolor"
"Es ella quien está atenta a nuestras necesidades, como lo estuvo cuando fue a visitar a Isabel que siendo anciana iba a dar a luz y no tenía quien la ayude y allí va María presurosa por las montañas de Judá"
"Ante el dolor y la muerte, la angustia y el confinamiento, el hambre y la desesperación, el desempleo y la violencia, aparecen madres valerosas"
| P. Ronald La Barrera, vicerrector del CEBITEPAL
"Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19,26-27).
Jesús antes de morir desde la cruz nos entregó a su Madre, pero no para cuidar de ella, sino que es ella quien cuida de nosotros, es ella quien está atenta a nuestras necesidades, como lo estuvo cuando fue a visitar a Isabel que siendo anciana iba a dar a luz y no tenía quien la ayude y allí va María presurosa por las montañas de Judá (Cf. Lc 1,39-45) o en Caná cuando se da cuenta de la vergüenza que iban a pasar los nuevos esposos y le pide a Jesús que los ayude (Cf. Jn 2, 1-11).
Una madre hace de todo para cuidar a sus hijos, no le importa gastar y desgastar su vida para sacar adelante a sus hijos, ella pueda dejar de comer, de dormir, nunca está cansada para atender a sus hijos y no espera recompensa. Ella es feliz viendo que sus hijos son felices y sufre tanto cuando sus hijos van por un mal camino.
La madre es la mujer valiente y sencilla, luchadora y rebelde, que conoce la alegría y el dolor, el llanto y la risa, el sufrimiento y el gozo, pero que a pesar de las dificultades siempre está en pie por sus hijos. María Virgen y Madre, es venerada con gran devoción en el mundo entero, pero de una manera muy especial en América Latina, debido al acontecimiento Guadalupano, la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego ocurrido en el año 1531 del 9 al 12 de diciembre.
Los españoles llegados al nuevo continente querían imponer la fe por la fuerza, con las armas, sin ni siquiera conocer las costumbres, la cultura, la realidad de los indígenas y la Virgen se aparece para hacerles ver que la evangelización no es de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba o de la periferia hacia el centro.
Es San Juan Diego el elegido para ir a hablar con el Obispo, no es un sacerdote, un catequista, o un noble español, es un indígena que estaba conociendo la fe, que amaba a Dios y trataba de hacer su voluntad. En el encuentro de la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego, resuena en mi interior el magnificat, aquel cántico que María pronunció delante de su prima Isabel, como Dios se sirve de los esclavos para hacer obras grandes y por medio de los humildes derriba a los poderosos.
En la historia de muchos pueblos alrededor del mundo, en momentos difíciles ha aparecido la intercesión de María Virgen que viene en ayuda de sus hijos que claman su protección, hoy María auxilio de los cristianos y salud de los enfermos, como madre abnegada también está a nuestro lado.
La crisis sanitaria que estamos viviendo y que tras ella se agudizan otros problemas económicos, políticos, sociales que ya veníamos viviendo, como el desprecio por la vida, una economía neoliberal que sólo busca acumular más riquezas sin importarle la persona, la búsqueda del poder pisoteando a quien se me ponga al frente y tantas mentiras, egoísmos y soberbia, indiferencia y mezquindad, quedan desbaratados ante el COVID – 19.
Sumergidos ante el dolor y la muerte, la angustia y el confinamiento, el hambre y la desesperación, el desempleo y la violencia, sin saber qué hacer y el temor de contagio, en medio de todo esto se encuentran todas las personas, todos los países, la Iglesia. Pero en medio de toda esta confusión aparecen madres valerosas, cuidando a sus hijos y que están dispuestas a dar la vida por ellos, madres que hacen de todo en sus casas para mantener con esperanza a los suyos.
Es en este momento en que las palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego vuelven a resonar en nuestras mentes y corazones: «yo soy vuestra Madre misericordiosa, de ti, y de todos los hombres que viven unidos en esta tierra, y de todas las personas que me amen, los que me hablen, los que me busquen y los que en mí tienen confianza. Allí les escucharé sus lloros, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores… nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente… ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»
Ante estas palabras de nuestra Madre, sólo nos queda revisar nuestro modo de vivir, nuestras leyes, nuestros intereses, nuestras estrategias y nuestros planes pastorales. Quién mejor que la intercesora del mundo entero, la que siempre está atenta a nuestras necesidades y sabe lo que nos hace falta para que seamos realmente felices, María Madre de Dios y Madre nuestra que con tu intercesión tu Hijo Jesús nos ayude a salir de esta pandemia, como lo ha hecho en otros momentos de la historia.