'Coronavirus: una sola humanidad, una común vulnerabilidad' La advertencia de Cristianismo y Justicia: "Nos hemos salvado como humanidad por los pelos"
“El sufrimiento ha sido terrible”, escribe Jaume Flaquer, quien no obstante relativiza las expectativas de cambio: ""no es seguro que la humanidad vaya a sacar todas las conclusiones que debiera de esta pandemia"
Es preciso que los partidos políticos estén a la altura: que busquen el bien común y no la capitalización del descontento general que producirá la pérdida de poder adquisitivo
| Cristianismo y Justicia
Hoy lunes 25 de mayo damos un nuevo paso en la desescalada del confinamiento por la crisis sanitaria de la COVID-19. Coincidiendo con ello, el centro de estudios Cristianismo y Justicia presenta una reflexión sobre lo vivido estos días y los retos y riesgos que se nos presentan.
Salvados “por los pelos”
En un documento que firma Jaume Flaquer, responsable teológico del centro, y que se ha publicado en la colección Papeles, advierte que “nos hemos salvado como humanidad por los pelos (…) porque, a pesar de los titubeos iniciales de algunos países, al final hemos decidido poner en el centro nuestras preocupaciones a las personas mayores y más vulnerables”.
“Aun así, el sufrimiento ha sido terrible”, lamenta el centro, que reconoce que va a ser difícil superarlo. Esta experiencia ha vuelto a situar a la muerte, ajena a la cotidianidad del primer mundo, como acontecimiento cercano, y de repente, el virus nos ha replegado “hacia lo interior y hacia lo esencial”.
Sin embargo, el documento de Cristianismo y Justicia relativiza las expectativas de cambio de las que tanto se habla: “no es seguro que la humanidad vaya a sacar todas las conclusiones que debiera de esta pandemia” ya que “aquellos propósitos difíciles que se toman en las crisis a menudo se dejan de lado cuando vuelve la bonanza.”
Desigualdades y riesgos para la democracia
Ante la crisis económica a consecuencia de la pandemia, Cristianismo y Justicia recuerda que “no va a afectarnos a todos por igual”, por lo que “deberíamos encontrar maneras para que en los meses venideros esa solidaridad que parece manifestarse al enfrentarnos juntos a un problema común no se desvanezca”. Para conseguirlo, advierte el texto, es preciso que los partidos políticos estén a la altura: que busquen el bien común y no la capitalización del descontento general que producirá la pérdida de poder adquisitivo.
Del mismo modo, la pandemia puede provocar un desplazamiento del eje del mundo hacia Oriente, y nos sitúa también ante un importante riesgo de menor protección de la privacidad y de los derechos civiles. Los países de la Unión Europea deberán ser capaces de ser solidarios con los más afectados por la crisis “si no quieren correr el riesgo de romper de manera irreversible la Unión”. Al mismo tiempo, Occidente no debería olvidar su compromiso de justicia con los países del sur global, puesto que podemos prever emergencias humanitarias de incalculable calibre.
Una vulnerabilidad común
Finalmente el texto urge a elaborar una narrativa global sobre las causas de lo sucedido, poniendo de manifiesto las causas ecológicas, el modelo de globalización y de consumo, la necesidad de potenciar una sanidad pública de calidad y la investigación, así como de evaluar nuestro sistema de atención a los mayores.
En definitiva, reconocernos vulnerables y que esa vulnerabilidad común nos haga sentir una sola humanidad. Aun habiendo afectado de maneras muy distintas, es el primer mal que vivimos de manera universal y que nos ha obligado a movilizarnos con urgencia ante un problema que afecta a todos los países, razas y religiones.
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