(Antonio Aradillas).- Son muchas las formas de profanar las cosas sagradas, que por cierto es uno de los más horrendos pecados, agravados sobre todo cuando se trata de alguno de los sacramentos. Estos -siete- son meta y caminos oficiales de la gracia de Dios, y la perversión de sus objetivos y fines llevaría necesariamente consigo descalificaciones humanas y divinas religadas a graves sanciones. En la práctica socio- religiosa, y con más efectivos y escandalosos episodios y resonantes manifestaciones, el sacramento del matrimonio es el que suele estar más expuesto a los mayores peligros de sacrilegios, impiedad e irreligión, en los que la gracia de Dios y la celebración litúrgica no cuentan nada, o apenas si cuentan. La reciente boda de la Duquesa de Alba, celebrada en la capilla privada de su señorial palacio sevillano, justifica las consideraciones siguientes.
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