Semblanza del seleccionador español de fútbol La fe de De la Fuente: desde Haro hasta Berlín

Luis de la Fuente, reza ante el Cachorro
Luis de la Fuente, reza ante el Cachorro Fran Santiago para @HdadCachorro

"De la Fuente ha hecho en esta Eurocopa mejores a algunos futbolistas de la convocatoria, empezando por los más jóvenes y siguiendo por los más expertos. Ha creado un bloque desde un guión, en el que el auto convencimiento y la camaradería han forjado la eficiencia"

Tener fe en unos ideales, la firme e ineludible esperanza en poder plasmarlos en la realidad, por la pasión por el fútbol. Así se ve desde fuera el esfuerzo de Luis De la Fuente durante muchos años. No, esto no es cuestión de meses, días y horas. El trabajo del seleccionador jarrero, riojano de alma y corazón, se basa en años de conocimiento del fútbol español, desde categorías inferiores hasta las selecciones nacionales previas a la absoluta y ahora a la nueva campeona de Europa.

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De la Fuente inspira tenacidad, disciplina, orden y concierto y así se logran los frutos perseguidos. Me dirán algunos que otros cumplen esos condicionantes y nunca logran el éxito. A veces el éxito no depende solo de uno, sino de la suma de factores.

De la Fuente ha hecho en esta Eurocopa mejores a algunos futbolistas de la convocatoria, empezando por los más jóvenes y siguiendo por los más expertos. Ha creado un bloque desde un guión, en el que el auto convencimiento y la camaradería han forjado la eficiencia. El jarrero ha demostrado que esa cursilería de la gestión de la plantilla, expuesta por encima de otras veleidades concernientes, no es tal, sino una característica primordial en el fútbol de hoy y probablemente, también en el de siempre.

Porque más allá de escorzos, regates, chilenas y carreras veloces por bandas, el trato humano, la empatía hacia el prójimo, la unidad de acción, la identidad del grupo por encima de individualismos, pensar y actuar como uno, el humanismo deportivo en suma, logran éxitos meritorios. De la Fuente es un entrenador ordenado, meticuloso, que fija los detalles a tener en cuenta sobre el césped, pero también, el algodón no engaña, fuera de él.

Luis de la Fuente, rezando ante el Cachorro
Luis de la Fuente, rezando ante el Cachorro Fran Santiago para @HdadCachorro

No parece un experto en oratoria, no le hace falta. Las palabras a veces no bastan. Ni siquiera son más relevantes que los hechos. Luis de la Fuente, nacido y criado en Haro, en una de esas familias que defienden su municipio allá donde la vida les lleva, es creyente y un aliado terrenal de la Virgen de la Vega y de San Felices de Bilibio, y lo defiende como debe ser : sin complejos, faltaría más. La fe mueve montañas.

—Ustedes no tienen la fe suficiente —les dijo Jesús—. Les digo la verdad, si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a esta montaña: “Muévete de aquí hasta allá”, y la montaña se movería. Nada sería imposible. (Mateo 17:14-20)

Y de esa fe, intangible y para muchos increíble, a los cristianos también nos llegan señales. No digo que España sea campeona de Europa por simple cuestión de fe. Pero cuando las críticas arreciaron, cuando en el camino había chinchetas, cuando parte del país y de los medios preferían cargar, mala costumbre habitual en nuestro país, contra el seleccionador, parece ahora como si De la Fuente hubiese amarrado para sí aquella frase del ensayista inglés Thomas Carlyle : “aquel que tiene fe, nunca está solo”. Fe en sus ideales, en su insistencia, en el brote shakesperiano de nunca confiar en quien haya perdido la fe. Porque la fe, en su más amplia acepción del término, es la fuerza de la vida.

Los galopes de aquel lateral del Athletic Club de Bilbao, de aquel joven futbolista del Haro Deportivo, son ahora bríos ordenados de una mente estructurada, de buena gente de Haro, de un hombre de fe, que además de ligeramente shakesperiano alumbra con luz propia una reflexión whitmaniana: la fe es el mejor antiséptico del alma. Gracias Luis por tu mérito en este logro futbolístico para tu país, pero también por aluzar la fe. En el sentido más amplio de la palabra.

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