"El bien común está por encima de todo y de todos" No a la inmunidad 'emérita'

(Antonio Aradillas).- "Si Dios no lo remedia" (que en nuestro caso concreto quiere decir si, previos los cambalaches correspondiente, se ponen de acuerdo los partidos políticos con representación en las Cortes Generales), es posible que el "emérito" Jefe de Estado tenga que someterse a los preceptos legales establecidos, con el fin de contribuir a que se esclarezca -"poner en claro o dilucidar"-, su participación en operaciones financieras de alta consideración y relieve, de las que últimamente ha sido acusado por una señora "princesa", también "de alto copete".

De entre la multitud de reflexiones que genera un tema de tanta gravedad, y prácticamente inédito hasta el presente, acentúo estas:

. El bien común está por encima de todo y de todos. Ni hay, ni puede haber, intereses personales o de grupos, que echen por tierra principio tan elemental, aun cuando algunos se empeñen en aportar el dato de que en la historia resultara insólito, y hasta de alguna manera contribuyera a hacer tambalear "el principio de autoridad" que le fuera atribuido, o que él mismo se atribuyera, al margen de las sacrosantas demandas democráticas logradas y convalidadas por textos constitucionales.

. Nadie ni nada estará exento de leyes así formuladas, que en definitiva resultan ser las verdaderas, y no las fraguadas por la fuerza, en su variedad de versiones, como el miedo, el agradecimiento, la esperanza de premios e hipocresías más o menos institucionalizadas, "santas" y hasta ejemplares.

. ¡Bendito sea Dios, que en esta ocasión parece que no está siendo exiliado de representar, y auxiliar, al pueblo y sus legítimos derechos, a favor de unos pocos, precisamente los privilegiados de siempre¡

. ¡Bendito sea Dios que, por encima de interpretaciones hostiles, por naturaleza y hasta por rutinas socio-patrióticas, puede consentir que partidos políticos de diversas tendencias en el "arco parlamentario", se pongan de acuerdo e intenten interpretar su voluntad, que se identifica con el bien de la colectividad, con referencias respetuosas a lo legalmente elegido, votado y sancionado en sus respectivos ámbitos¡.

. Como ciudadanos, mucho más que como cristianos, nos compete agradecerle a la Divina Providencia, toda clase de esfuerzos y logros de los partidos políticos a favor del respeto a la ley, sin excepciones espurias, sean estas o no, presentadas y adoctrinadas también, como otras tantas expresiones de su "santa voluntad".

. En virtud de la condición de cristianos, y de miembros activos de la Iglesia, adjuntar nuestro "Sí" y pleno asentimiento a cuantas gestiones políticas conduzcan al conocimiento de la verdad y a la reprobación, en su caso, de quienes viciaron los procedimientos para conseguirlo, no debiera jamás de hacernos enronquecer, efectuándolo siempre "en el nombre de Dios" y aún asumiendo proféticamente los posibles riesgos que tal ministerio conlleva.

. Huelga reseñar que la terminología empleada -"profeta" y "ministerio"- apunta decididamente, y en primer lugar, a la propia jerarquía eclesiástica. Esta, automáticamente dejaría de serlo, si la denuncia social, y más la de la categoría a la que aquí apuntamos, "brillara sistemáticamente por su ausencia", o si se manifestaran exquisitos cuidados en que tal denuncia se generalizara y así se disipara, sin cita expresa de los destinatarios concretos, con nombres, apellidos, cargos y representaciones y más cuando de algunas de ellas se haya permitido y bendecido que lo son, o lo fueron, nada menos que "por la gracia de Dios", con el apoyo de falaces y "agradecidos" argumentos "teológicos".

. La palabra -"palabra de Dios", evangelizadora, es decir, denunciadora, no podrá faltar en circunstancias como las aquí eludidas. A estas declaraciones de los políticos habría que acompañarles las exhortaciones, homilías y prédicas contendidas en los Boletines Oficiales Diocesanos, sin recusar las transmitidas con fidelidad por tantos otros medios de comunicación social al uso.

. El pueblo -pueblo, sujeto activo y pasivo de la ley y de las leyes, importa e interesa como tal y en proporciones idénticas, lo mismo al político, que a los sacerdotes y a los señores obispos. El pueblo-pueblo es más importante que la jerarquía. Sin él, esta carecería de sentido y de razón de ser, y apenas si rebasaría la seudo litúrgica condición de monigote, raramente revestido con paramentos mistéricos inenarrables, todos de rojo brillante, vibrante y valiente.

. ¿A dónde hay que apuntarse para reclamar igualdad de trato legal para todos, con patriótica y santa mención para los comportamientos de determinados personajes regios "eméritos"? ¿Cómo, cuando y desde conde la jerarquía eclesiástica expresará su disconformidad, con el procedimiento a seguir, en sus requerimientos igualitarios respectivos?

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