"Su fiesta ha sido convertida en ocasión para la impiadosa justificación de derroches de compras" La mentira de los "Reyes Magos"
(Antonio Aradillas).- ¡Pobres Reyes Magos! Es lo menos que de ellos se puede decir y lamentar en vísperas de la festividad litúrgica de la Epifanía del Señor, vulgarmente conocida y anhelada por los católicos, chicos y grandes, a la que ellos mismos -los Reyes- les prestan sus nombres. Y, de entre las reflexiones como a propósito de fiesta de tanta importancia y relieve en el ciclo de la Navidad del Señor se pueden hacer, me limito aquí y ahora, a apuntar algunas:
De los referidos Reyes Magos hay que destacar que son "pobres- pobres" de verdad, dado que de sus "vidas y milagros" apenas si se sabe algo cierto y fiable. No tienen vida. Carecen de historia. Aún más, la mentira es su patrimonio. En el texto evangélico en el que se citan, sus referencias son tan parcas y tan proclives a interpretaciones, que conducen a pensar a los técnicos en la materia bíblica que "ni fueron tres, ni reyes, ni magos".
La mentira -"expresión o manifestación de algo distinto de lo que se sabe o se piensa"- acompañó a estos misteriosos personajes desde la aparición de la estrella, en el periodo de su pérdida, en el encuentro con ella y en su vuelta a sus "reales alcázares" orientales, aunque no presintieran que algún día los avispados y celosos Tribunales de la Santa Inquisición española decretarían la muerte en la hoguera del humanista español "El Brocense" por adoctrinar públicamente que "de los Tres Reyes Magos, nada de nada, y además, en limpia conformidad con los santos evangelios".
Fueron, y siguen siendo, pobres, porque, además de su paso fugaz ante el portal de Belén y su pesebre, ni siquiera se conocen sus nombres "de pila". Lo de Melchor,("rey de la luz"), Gaspar - ("administrador del tesoro") y Baltasar ("Bel guarde al rey") fueron y son apellidos y motes prestados por el evangelista Mateo. Tal condición de pobreza es la característica -"mentira piadosa"- de la tradición de que sus cuerpos reposan en la catedral alemana de Colonia, lo que hizo posible tan regia y colosal construcción, para muchos, única en el mundo.
La pobreza propia de los "Magos" perdura en el hecho de que el gesto simbólico de su presencia y adoración al Niño Jesús nacido en Belén, salvador del mundo entero, y no solo del pueblo elegido de Israel, y que la liturgia religiosa conoce y reconoce como "Epifanía", pasó y pasa de largo en la teología y en la pastoral de la Iglesia.
Tal pobreza alcanzó y alcanza cotas tan altas y profanas, que su fiesta ha sido convertida solo o fundamentalmente en propicia ocasión para la impiadosa justificación de derroches de compras mayoritariamente vanidosas y ociosas. Al dictado de los eslóganes de los "Grandes Almacenes" ha sido y se sigue imponiendo la liturgia comercial, despojando a la de la Iglesia, de su verdadero sentido y contenido. Los grandes liturgos de todos los ciclos del Año Sagrado no son otros que los intereses de las firmas y empresas, nacionales o multinacionales, del ramo.
Son ya muchos los teólogos, pastoralistas y sociólogos sensatos, convencidos de que, si los "Magos" hubieran previsto cual habría de ser el nefasto destino del gesto de su adoración, con la donación del "oro, del incienso y de la mirra" en el portal de Belén, le hubieran ahorrado a Herodes -"que desciende de héroes"- los sobresaltos que experimentara, al imaginar que le hubiera podido nacer en su propia demarcación territorial un competidor conocido ya por los misteriosos personajes llegados de Oriente...
De los "Magos" hay que asegurar con piedad, dignidad y acreditada veracidad, su condición de "mentirosos" al haberles adscrito religiosamente, por ejemplo, que los niños ricos, por ricos, son merecedores de los caprichos más inimaginables, mientras que los otros niños, por pobres, apenas si merecen disfrutar de los restos, o sobras de los juguetes que no quieren ya los primeros. A los "Magos" se les supone radicalmente indoctos en pedagogía y en cualquier otra asignatura relacionada con la educación y las buenas costumbres. Toda persona, medianamente culta -familiares y amigos- llegará con facilidad a la conclusión de que el planteamiento del rol, papel o función que se les encomienda a estos misteriosos personajes llegados de Oriente, resultan ser anti educativos.
Los "Magos" contemplarán con tristeza cómo el gran regalo de la propia donación de Dios en Cristo Jesús, a la humanidad, sin fronteras ni color de la piel, es traducido, interpretado y vertebrado precisamente en los "Grandes Almacenes" y en conformidad con el crédito o la cuenta bancaria.
No obstante, aún en el sepulcro de la grandiosa catedral alemana, disfrutarán de cómo, sin tener constancia de que ellos fueran bautizados y, por tanto, no cristianos, siempre les acompañó, y les acompañará, el reconocimiento de "santos", con el color rojo en el casillero de las festividades más solemnes del Año Litúrgico. En el mismo sepulcro comentarán la disonancia y disociación existente entre el niño "bueno" y el niño "malo" según la pedagogía doméstica y aún oficial, y la contenida y expuesta en los evangelios, extrañados - escandalizados- de que la labor que a ellos les ha sido adscrita en relación con el regalo-premio, no es ni la verdadera ni la cristiana, sino al revés.
Sin embargo, el mayor dolor y sensación de fracaso de los "Tres Reyes Magos" consiste en que, descubiertos con el paso de la niñez al de la adolescencia la gran mentira de su inexistencia familiar y social -("Los Reyes son los padres")-, a chicos y a grandes les dé la impresión de que toda, o casi toda, la religión es, o pueda ser, un invento o una patraña.