(Antonio Aradillas).-A los obispos, y en general a los miembros de la Jerarquía eclesiástica, les debiera ser sacrosantamente exigible que acomodaran a las demandas de la sociedad actual sus modos de ser y de actuar, dando por supuesto que dentro de la más absoluta ortodoxia y seriedad en todos los sentidos. Se echan de menos profesionales -ellos y ellas- de relaciones públicas, y asesores de imagen, que presten sus servicios a miembros cualificados de la Iglesia, con el fin de contribuir a potenciar su capacidad ministerial a favor del Pueblo de Dios, en la diversificación de sus parcelas, lo mismo las consuetudinarias que las especiales, sin exclusión de las exigidas a veces por el protocolo, aunque con prevalencia siempre para las específicamente pastorales.
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