El relativismo y el desprecio al Papa de algunos defensores de la ortodoxia ¿Qué les pasó a los pro familia, que están irritados, agresivos y acusatorios?
(Doctora Elske Rasmussen).- Amoris laetitia propone a los grupos "pro familia" una preciosa tarea en orden a estimular "el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar" (AL 89). Les ofrece bellas páginas para motivar el fortalecimiento del vínculo, para enriquecer el diálogo, para defender el amor conyugal en contra de todo, para vivir con profundidad el embarazo, para acrecentar el espíritu de familia, etc.
Su gran pedido a los grupos pro familia es "ayudar a los matrimonios a crecer en el amor" (AL 208) y desarrollar "ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros" (AL 211). En el capítulo IV les regala un rico comentario al himno al amor de 1 Corintios 13 y les aporta todo tipo de motivaciones para mostrar el atractivo del matrimonio cristiano.
Pero vemos a algunos grupos pro familia irritados, agresivos y acusatorios, despreciando este don del Espíritu que nos llega a través del Magisterio de Francisco. En todo caso, cuando un fiel con sentido sobrenatural no está del todo convencido de alguna afirmación de un texto magisterial después de una lectura atenta, puede mantener discretamente su reserva, pero se dedica a acoger, difundir y aplicar las otras propuestas del documento del Pontífice. Sin embargo, parece que esta mirada sobrenatural hacia el aporte del Papa ha desaparecido sobre todo en aquellos que tiempo atrás parecían los grandes paladines del Papado.
El relativismo de algunos defensores de la ortodoxia
Frente a tantas páginas que ofrece Francisco sobre el amor matrimonial, la consolidación del vínculo, la pastoral familiar, la educación para el pudor o la espiritualidad familiar, ocurrió que en un encuentro pro familia en Roma, un expositor pidió que el Papa "retire" Amoris laetitia. Lo más llamativo es que los presentes lo aplaudieron a rabiar.
Lo que es un don de Dios para estimular la pastoral familiar, se convierte en objeto de un irrespetuoso desprecio, no de parte de ateos o masones, sino de creyentes que dicen defender a las familias. Todos sabemos que en algunas páginas y blogs que se declaran católicos, particularmente de sectores conservadores de España y de Estados Unidos, abunda un asombroso desprecio hacia la enseñanza de Francisco, aunque a veces se revista de palabras amables.
Así se advierte que el relativismo de los últimos tiempos ha afectado también la relación de los fieles católicos con el Vicario de Cristo. Porque muchos sólo valoran o aceptan las enseñanzas de un Papa si responden a sus intereses o esquemas mentales. Lo hacían algunos progresistas con Benedicto XVI, sin preguntarse siquiera si no había orientaciones rescatables en sus documentos. Lo hacen ahora los conservadores, con una violencia o una ironía inusitadas.
No se advierte un esfuerzo por dejarse interpelar o por recoger algo positivo. Esto muestra cómo el subjetivismo posmoderno ha afectado también a los ultra católicos. De ese modo, el carisma y la misión propia del Vicario de Cristo en la Iglesia queda anulado. Ellos se autodeclaran la auténtica garantía de la verdad, aferrándose a un cuerpo inmutable de doctrinas o de razones que "para ellos" son la única interpretación posible del Evangelio. ¿Quién los revistió de semejante poder?
¿Por qué perdieron la alegría?
Cualquiera habría pensado que tendría que despertarles alegría, fervor y gratitud que el Pontífice dedicara un documento tan extenso y rico a la pastoral familiar, donde están todos los temas que tocan con sus manos quienes trabajan con matrimonios y familias, tratados con un lenguaje cercano, catequístico, convincente. Sin embargo, la reacción fue dura, despreciativa o desconfiada, concentrándose sólo en la discusión de una o dos cuestiones doctrinales y morales.
Es más, sobreabundan las palabras ácidas referidas a los "adúlteros" y "pecadores", casi como una reedición de la mujer adúltera a quien querían apedrear los fariseos. Llegan a proponer una especie de persecución y control estricto de lo que hagan los demás en la intimidad. Sólo les falta pedir un ministerio que les habilite a meterse en la cama de los divorciados vueltos a casar para confirmar que viven como hermanos. Y en esto insisten a diestra y siniestra rebuscando constantemente más y más argumentos para cuestionar tristemente al Papa.
¿Dónde fue a parar aquel entusiasmo por transmitir a los jóvenes la fuerza del amor conyugal, el deseo del matrimonio, la alegría de la espiritualidad familiar, las ganas de llenar de Cristo la vida de los nuevos matrimonios?
¿Dónde está aquel fervor por acercar a Cristo a los matrimonios, por acompañarlos en sus crisis y momentos duros, por ayudarles a conocerse, a dialogar, a perdonarse, a encontrar a Dios en medio de ellos?
¿Cuándo perdieron el gozo del encuentro con Cristo resucitado, el dinamismo amoroso del Espíritu, la gratitud por ser instrumentos de Dios para alentar la vida en familia?
A tiempo para cambiar de rumbo
Quizás no han pensado que es mejor dejar a los teólogos que discutan las cuestiones disputadas, y poner las manos en la masa para entregarse "a las cosas", como decía Ortega y Gasset. Si, como lamenta el Papa Francisco, muchos jóvenes ya no se casan y muchos matrimonios jóvenes se rompen rápidamente, ¿por qué no gastar las energías en una pastoral familiar positiva, en lugar de perder el tiempo cuestionando al Pontífice y escandalizando a los débiles?
Para bien de todos, Dios quiera que los grupos pro familia reaviven su hermosa misión en la Iglesia de ayudar a las familias a realizar su vocación y a crecer en el amor. Para ello tienen en Amoris laetitia un maravilloso instrumento. Vale la pena repetir unas palabras del Vicario de Cristo: "El amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia" (AL 134). ¿Cuándo nos decidiremos a trabajar más duro en esta línea, frente a un mundo oscurecido por el individualismo cómodo y superficial que debilita y destruye los vínculos?