" Las víctimas son daños colaterales y como tales hay que tratarles" La nada y el silencio como instrumentos de trabajo al servicio de Dios en el Opus
"Obviar a sus víctimas y victimarios, luchando por mantener limpia la existencia del ente etéreo, de la organización, del grupo, que para ellos es indestructible, imprescindible e incuestionable"
"El despertador de sus mesillas lleva sonando mucho tiempo y ellos prefieren obviar el ruido y seguir lastrados en un sueño imaginario, un onírico y malintencionado y erróneo ejercicio de salvar la estructura del navío sin atender a marinería y náufragos"
"Mover el pecado de emplazamiento como un trilero las bolas, ¿dónde está la bolita?"
"Lo importante es que nadie se entere, quienes denuncian ya se cansarán, no podrán con nuestra roca y con la teoría del apoyo divino y mariano a nuestra causa"
"Mover el pecado de emplazamiento como un trilero las bolas, ¿dónde está la bolita?"
"Lo importante es que nadie se entere, quienes denuncian ya se cansarán, no podrán con nuestra roca y con la teoría del apoyo divino y mariano a nuestra causa"
| Juan Cuatrecasas, Presidente de la Asociación Infancia Robada- ANIR
Ahora resulta que nos enteramos que la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei convive de cerca con las tesis del filósofo alemán Martin Heidegger y con la obra El ser y la nada, publicada en 1944 por el también filósofo, francés en este caso, Jean-Paul Sartre.
“No vamos a decir nada” dijo un portavoz de la sede de la Obra en la calle Castelló, cuando les interpelaron por la sentencia inocua aunque condenatoria que por vía canónica llegó desde Doctrina de la Fe contra el numerario Manuel Cociña.
Doble negación, no y nada, que para desgracia del Opus Dei, sabemos que esta vez no se convierte en afirmación, excepción a la regla. Ne... pas, Monsieur Ocariz. Más les valdría apelar al Ciclo de Jespersen y empezar a reconocer que la liberalización de lo negativo te hace más grande y que, como Confucio refirió,
“el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”.
La existencia humana está ligada a la nada desde un concepto de aburrimiento y de angustia. La nada, como vector del aburrimiento y la angustia, representa el estado emotivo básico de la existencia. Y, si al existente le preguntamos por el motivo de su angustia, como por resorte dirá que es por nada.
El Opus demuestra ahora una negación. Obviar a sus víctimas y victimarios, luchando por mantener limpia la existencia del ente etéreo, de la organización, del grupo, que para ellos es indestructible, imprescindible e incuestionable.
La nada y el silencio como instrumentos de trabajo al servicio de Dios, de su Dios, ese que según ellos es indulgente con los pescadores y negacionista con los vulnerados, supervivientes denunciantes o silentes de graves delitos contra la infancia y la adolescencia. No diremos nada, dicen.
El filósofo griego Parménides de Elea estableció que del no ser, ergo la nada, no se puede hablar. Shuniata budista, vacuidad, mente vacía. La negación como cortafuegos, como bandera de una prelatura personal más emparentada con los hábitos de las aves estrutioniformes que con la misericordia y el humanismo que defiende la religión que dicen profesar.
El despertador de sus mesillas lleva sonando mucho tiempo y ellos prefieren obviar el ruido y seguir lastrados en un sueño imaginario, un onírico y malintencionado y erróneo ejercicio de salvar la estructura del navío sin atender a marinería y náufragos. Porque les preocupan poco sus víctimas y victimarios, lo que les preocupa en realidad es negar la evidencia para seguir el camino distorsionado que alguien un día imagino con menor o mayor eficiencia y racionalidad.
La nada y el no sirven a la causa, la maquinaria del fango del genial Umberto Eco, funciona cada vez con menos electricidad y jabón, con menos fuerza centrífuga y más delirios de grandeza, entre aromas a incienso, legendarios tormentos y brillantes oropeles de Lignum Crucis. Lavar dentro de casa sin que se extienda la denuncia y el escándalo, limpiar de espaldas a la verdad, no digáis nada pondremos al pederasta en manos de un sacerdote y le mandaremos al extranjero a estudiar inglés. Mover el pecado de emplazamiento como un trilero las bolas, ¿dónde está la bolita?.
Todo con tal de que el no y la nada resplandezcan y el sí y el ser humano se marchiten. Condenas inocuas, falta de petición de perdón, falla en reconocimiento y reparación, si tenemos uno ó varios pederastas en nuestras filas los escondemos debajo de la alfombra, sacamos pecho defendiéndolos hasta con insoportables dosis de osadía y luego tiempo habrá de recurrir al sacramento de la penitencia, que para eso está. Lo importante es que nadie se entere, quienes denuncian ya se cansarán, no podrán con nuestra roca y con la teoría del apoyo divino y mariano a nuestra causa, ese auxilio que proviene más de un concepto atrofiado de la Fe que de una visión franca del cristianismo.
A los pederastas religiosos o sacerdotes se les combate con la oración, el perdón y la conciencia de las víctimas. Dios proveerá. Cierra los ojos y todo pasará. Pero las siglas, la marca, son irreductibles. Las víctimas son daños colaterales y como tales hay que tratarles. La impunidad es innegociable. La salud de sus víctimas una milonga. El atritio, arrepentimiento imperfecto de la Escuela de Giberto de Poitiers, incluso se les queda corto. Ellos ni siquiera creen en el arrepentimiento. Solo les interesa seguir adelante aunque sea negando el dolor ajeno.
“La mente humana tiene un primitivo mecanismo de autodefensa que niega todas las realidades que producen demasiado estrés para que el cerebro las maneje. Se llama negación”, conclusión del escritor Dan Brown en su novela Inferno (2013) que resumen, pensando bien, la actitud demostrada por el Opus Dei en el tratamiento de sus casos de pederastia.
Pensando mal, que cada cual lo haga como considere oportuno. No es preciso ser Sartre o Heidegger para reflexionar al respecto.