Hoy se cumplen 46 años de la elección pontificia de Albino Luciani Los 'seis testamentos' del beato Juan Pablo I

Juan Pablo I
Juan Pablo I

"Queremos continuar en la prosecución del legado del Concilio Vaticano II, cuyas sabias normas deben aún ser guiadas hasta su culminación [...]. Queremos mantener intacta la gran disciplina de la Iglesia [...] tanto en el ejercicio de las virtudes evangélicas como en el servicio a los pobres, a los humildes, a los indefensos… Queremos recordar a toda la Iglesia que su primer deber sigue siendo el de la evangelización para anunciar la salvación [...]. Queremos continuar el compromiso ecuménico... con atención a todo lo que pueda favorecer la unión [...]. Queremos continuar con paciencia y firmeza en ese diálogo sereno y constructivo que Pablo VI puso como fundamento y programa de su acción pastoral [...]. Por último, queremos alentar todas las iniciativas que puedan salvaguardar y acrecentar la paz en el mundo turbado"

El 26 de agosto se celebró la memoria litúrgica del beato Juan Pablo I, cuyo nombre era Albino Luciani (1912-1978). Beatificado el 4 de septiembre del 2022 en la Plaza de San Pedro por el Papa Francisco, su memoria se celebra el día de su elección como Pontífice.

Tras un Cónclave rapidísimo, de sólo veintiséis horas de duración, con un consenso casi plebiscitario, el 26 de agosto de 1978, Albino Luciani había ascendido al trono de Pedro. O mejor dicho, había descendido a él, como Servus servorum Dei, rebajándose al vértice de autoridad que es el del servicio querido por Cristo, que en la agenda personal del pontificado estampaba, con estas palabras, ser ministros en la Iglesia: «Servidores, no dueños de la Verdad».

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En el momento exacto de su elección como Obispo de Roma, el cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio lo recordaba así:

“Yo estaba justo delante de él, mirándolo. Y todos éramos cardenales esperando su sí. Su sí a Cristo, un sí a la Iglesia como servidora, un sí a la humanidad como buen pastor. Lo veía con una profunda serenidad, que procedía de una interioridad que no se improvisa”

Y con motivo de su conmemoración, la postulación difundió ayer la nueva oración compuesta para implorar la intercesión del beato y pedir su canonización.

Oración por la canonización e intercesión del beato Juan Pablo I

  • Beato Juan Pablo I
  • tú que con la palabra y el ejemplo
  • nos enseñaste a vivir la gracia del Bautismo
  • y el don de la fe, de la esperanza y de la caridad
  • tú que fuiste modelo de sencillez evangélica
  • y nos mostraste la sabiduría de la humildad
  • tú que, como Pontífice, te hiciste cercano a todos
  • y, mensajero de la Buena Nueva
  • has manifestado amor a los pobres
  • y has dado testimonio de la misericordia «eterna» de Dios que «es papá, y más aún es madre»
  • tú que has perseguido la unidad, el diálogo, la paz
  • siguiendo a Cristo Príncipe de la Paz;
  • reza por la Iglesia a la que tanto has amado y servido,
  • ruega por nosotros, sus hijos
  • y obtennos del Señor que te sigamos
  • por el camino de las virtudes y de las bienaventuranzas.
  • Concédenos ahora, Señor
  • por intercesión del beato Juan Pablo I
  • la gracia que con fe te imploramos...
  • Y, si tal es tu voluntad, permite que sea canonizado para gloria de tu nombre y bien de tu Iglesia.
  • Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

IMPRIMATUR OFFICIUM POSTULATORIS

La estampita con la oración por Juan Pablo I

La estampita con la oración por Juan Pablo I

La actualidad de su mensaje

En el «único y singular oficio de la Cátedra romana que preside la caridad universal», el pontificado de Albino Luciani había comenzado el 26 de agosto de 1978 con gestos que testimoniaban la decidida voluntad de redescubrir la dimensión esencialmente pastoral del oficio papal.

Entre ellas, es singular que la primera decisión tomada nada más ser elegido no fuera la de abrir inmediatamente el Cónclave invitando a los cardenales ancianos que se habían quedado fuera a escuchar, con el resto del Colegio, su primer mensaje al mundo. En ese mensaje Urbi et orbi, pronunciado el 27 de agosto de 1978, se trazaba claramente el rumbo, no sólo de su pontificado, con los seis «queremos» programáticos.

«Volumus» en el que, en varias ocasiones, declaró por todos los medios continuar la aplicación del Concilio Vaticano II preservando su legado e impidiendo su deriva. Estos son los seis «testamentos» señalados por Juan Pablo I:

«Queremos continuar en la prosecución del legado del Concilio Vaticano II, cuyas sabias normas deben aún ser guiadas hasta su culminación [...]. Queremos mantener intacta la gran disciplina de la Iglesia [...] tanto en el ejercicio de las virtudes evangélicas como en el servicio a los pobres, a los humildes, a los indefensos… Queremos recordar a toda la Iglesia que su primer deber sigue siendo el de la evangelización para anunciar la salvación [...]. Queremos continuar el compromiso ecuménico... con atención a todo lo que pueda favorecer la unión [...]. Queremos continuar con paciencia y firmeza en ese diálogo sereno y constructivo que Pablo VI puso como fundamento y programa de su acción pastoral [...]. Por último, queremos alentar todas las iniciativas que puedan salvaguardar y acrecentar la paz en el mundo turbado».

Éstas son exactamente las prioridades en el proyecto de un Pontífice que tenía la clara intención de hacer avanzar a la Iglesia por las vías indicadas por el Concilio, y así lo hizo. «Me explico. En el Concilio estuve presente y firmé en 1962 el mensaje de los Padres al mundo… También firmé la Gaudium et spes», dijo durante la audiencia general sobre la esperanza, el 20 de septiembre.

«Cuando Pablo VI sacó la Populorum progressio me conmoví, me entusiasmé, hablé, escribí.

Aún hoy estoy verdaderamente persuadido de que nunca se hará lo suficiente por parte de la jerarquía, del Magisterio, para insistir, para recomendar el diálogo sereno y constructivo, en los grandes problemas de la libertad, de la promoción del desarrollo, del progreso social, de la justicia y de la paz; y los laicos nunca se comprometerán lo suficiente en la solución de estos problemas».

Nikodim con Juan Pablo
Nikodim con Juan Pablo

Y la afirmación que sigue – omitida en las ediciones oficiales – aunque inmediatamente rebatida por las cancillerías, sigue conduciendo directamente a esos compromisos enumerados que tejen y cifran su breve pontificado, particularmente en el frente de la búsqueda de la paz: «En estos momentos, nos llega un ejemplo de Camp David. Anteayer el Congreso norteamericano prorrumpió en aplausos que también escuchamos cuando Carter citó las palabras de Jesús: ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz’. Espero de verdad que ese aplauso y esas palabras entren en el corazón de todos los cristianos, especialmente en el de nosotros, los católicos, y nos conviertan en verdaderos constructores y artífices de paz».

Por otra parte, precisamente el fomento de la reconciliación y la fraternidad entre los pueblos, invitando a colaborar para «la edificación, el muy vulnerable incremento de la paz en el mundo turbado» y frenando los nacionalismos, ya que en el interior de las naciones «la violencia sólo destruye y sólo siembra escombros» se sitúa – junto al compromiso ecuménico e interreligioso, documentado por la apretada agenda de audiencias con representantes de Iglesias no católicas – como una prioridad en el discurso programático de Juan Pablo I.

El compromiso ecuménico e interreligioso por la unidad, la fraternidad y la paz teje todo el mes de su pontificado. Y es significativo del deseo de fomentar la unidad con las Iglesias hermanas de Oriente, cómo ya en la homilía del 3 de septiembre, había nombrado en los saludos a todo el pueblo, después de los cardenales, a los patriarcas de las Iglesias orientales, mención luego suprimida del texto oficial.

Juan Pablo I
Juan Pablo I

El 2 de septiembre se reunió en audiencias sucesivas, en la biblioteca privada, con delegados de numerosas confesiones no católicas, presentes después en la celebración del 3 de septiembre. El Papa expresó la necesidad de continuar el diálogo entre las comunidades cristianas iniciado por el Concilio y de buscar en la oración la unidad querida por Cristo.

La mañana del 5 de septiembre se dedicó también a las audiencias con las delegaciones de las Iglesias y comunidades no católicas reunidas en Roma. Durante estas audiencias, el Metropolita de la Iglesia Ortodoxa Rusa Nikodim (1929-1978), de Leningrado y Nóvgorod, Exarca Patriarcal para Europa Occidental y Presidente de la Oficina del Patriarcado de Moscú para las Relaciones entre las Iglesias Ortodoxas y las demás Iglesias, murió repentinamente en sus brazos.

Son perspectivas que retoma también en el discurso al cuerpo diplomático pronunciado el 31 de agosto, en el que define la naturaleza y la peculiaridad de la acción diplomática de la Santa Sede, que brota de una mirada de fe y se dirige – en la estela «de la Constitución conciliar Gaudium et spes como en tantos mensajes del difunto Pablo VI» – a la gran diplomacia que ha dado muchos frutos a la Iglesia alimentándose de la caridad.

En continuidad con Juan XXIII y Pablo VI, Juan Pablo I ilustra la contribución que la Iglesia puede aportar a la construcción de una humanidad fundada en la fraternidad: tanto a nivel internacional, colaborando en la búsqueda de las mejores soluciones para la paz, la justicia, el desarrollo, el desarme y la ayuda humanitaria, como a nivel pastoral, colaborando en la formación de las conciencias de los fieles y de todos los hombres de buena voluntad.

Así, el 4 de septiembre, al recibir a los más de cien representantes de las misiones internacionales, retomó los mismos motivos, subrayando que «nuestro corazón está abierto a todos los pueblos, a todas las culturas y a todas las razas» y afirmaba:

«No tenemos, por supuesto, soluciones milagrosas para los grandes problemas del mundo, pero podemos dar, sin embargo, algo muy precioso: un espíritu que ayude a desentrañar estos problemas y a situarlos en la dimensión esencial, la de la apertura a los valores de la caridad universal... para que la Iglesia, humilde mensajera del Evangelio a todos los pueblos de la tierra, pueda contribuir a crear un clima de justicia, fraternidad, solidaridad y esperanza, sin el cual el mundo no puede vivir»

Bastan estas consideraciones límpidas y básicas pronunciadas hace cuarenta y seis años por un Papa que pasó treinta y cuatro días en el trono de Pedro para reflexionar sobre la actualidad apremiante de su mensaje, que lo une al del actual Obispo de Roma. Y cuán importante fue el gesto de crear una Fundación vaticana dedicada a Juan Pablo I para que su legado teológico, cultural y espiritual pueda ser plenamente revivido y estudiado.

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