"Frente al 'todopoderoso' Trump, ella se constituyó en portavoz y boca de ese Dios" La valentía profética de Mariann Budde
"La obispa episcopal Mariann Edgar Budde le pidió a Trump, de forma directa, que tuviera piedad de aquellos que viven con miedo, como la comunidad LGBT, los inmigrantes indocumentados y los refugiados"
"Con fineza y valentía habló en nombre de Dios (justo y misericordioso) y en nombre del pueblo amenazado"
"Y en el mismo espíritu de los profetas bíblicos que mantenían una actitud compasiva hacia los huérfanos, viudas y extranjeros, hizo un llamado a la hospitalidad, no a la hostilidad"
"Desde que pidió a Trump mostrara misericordia hacia las personas que temen por sus vidas, ha recibido amenazas de muerte"
"Y en el mismo espíritu de los profetas bíblicos que mantenían una actitud compasiva hacia los huérfanos, viudas y extranjeros, hizo un llamado a la hospitalidad, no a la hostilidad"
"Desde que pidió a Trump mostrara misericordia hacia las personas que temen por sus vidas, ha recibido amenazas de muerte"
| Carlos Ayala Ramírez*
Un día después de la toma de posesión presidencial de Donald Trump, participó en un servicio religioso en la Catedral Nacional de Washington como parte de las tradiciones del inicio de un nuevo gobierno. En su discurso inaugural, Trump había anunciado, entre otras medidas, la deportación masiva de los que denominó “miles de delincuentes”; la decisión de que a partir de hoy en Estados Unidos solo habrá dos géneros: hombre y mujer; y que la soberanía del país sería reclamada y la seguridad recuperada.
En ese contexto, la obispa episcopal Mariann Edgar Budde le pidió a Trump, de forma directa, que tuviera piedad de aquellos que viven con miedo, como la comunidad LGBT, los inmigrantes indocumentados y los refugiados. Con fineza y valentía habló en nombre de Dios (justo y misericordioso) y en nombre del pueblo amenazado. Sus llamados son elocuentes:
Con respecto a la comunidad LGBT dijo:
“Señor Presidente, millones de personas han depositado su confianza en usted y, como dijo ayer a la nación, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas”.
Luego, abogó por los migrantes:
“Y las personas que recogen nuestras cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales: puede que no sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, monasterios y templos”.
Y en el mismo espíritu de los profetas bíblicos que mantenían una actitud compasiva hacia los huérfanos, viudas y extranjeros, hizo un llamado a la hospitalidad, no a la hostilidad:
“Le pido que tenga piedad, Señor Presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean llevados, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí. Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extranjero, porque todos fuimos extranjeros en esta tierra”.
Mariann, quien es defensora de causas como la igualdad racial, la prevención de la violencia con armas de fuego, la reforma migratoria y la plena inclusión de las personas LGBTQ+ ha hablado con valentía profética. Es decir, habló en nombre de Dios: justo, cercano, compasivo. Frente al “todopoderoso” Trump, ella se constituyó en portavoz y boca de ese Dios. Conocedora de las angustias y esperanzas de las personas y las colectividades, habló también en nombre del pueblo. Tiene los pies puestos en la tierra y el corazón en Dios y en los que sufren. Y como los antiguos profetas es una persona amenazada. Desde que pidió a Trump mostrara misericordia hacia las personas que temen por sus vidas, ha recibido amenazas de muerte, algunos de los seguidores de Trump han pedido que ella sea también deportada y el presidente expresó su disgusto por el sermón, calificándolo de “poco emocionante”.
Ahora bien, la ceremonia tenía como objetivo rezar por la unidad de la nación. Unidad que, para Mariann, debe fomentar la comunidad por encima de la diversidad y la división. Unidad que sirva al bien común. En su predicación interpeló si era posible ese tipo de unidad en los Estados Unidos, y si debería importarnos. Y a renglón seguido añadió: “Espero que nos importe porque la cultura del desprecio que se ha normalizado en este país amenaza con destruirnos”.
Asimismo, Mariann habló de los fundamentos de la unidad que requiere la nación estadounidense. Desde las tradiciones y textos sagrados sugirió que hay al menos tres:
El primero es honrar la dignidad inherente a todo ser humano. “Eso significa no burlarse, descartar o demonizar a aquellos con los que discrepamos”. Es preferible, enfatizó, “debatir respetuosamente nuestras diferencias y, siempre que sea posible, buscar un consenso”.
El segundo pilar, dijo, es la honestidad, tanto en las conversaciones privadas como en el discurso público. Ella afirmó que, “si no estamos dispuestos a ser sinceros, no sirve de nada rezar por la unidad, porque nuestras acciones van en contra de las propias oraciones”.
El tercer fundamento para construir unidad, según Mariann, es la humildad. Expresó que “todos la necesitamos porque todos somos seres humanos falibles”. Y añadió: “quizá seamos más peligrosos para nosotros mismos y para los demás, cuando estamos convencidos, sin lugar a dudas, que tenemos toda la razón y que los demás están totalmente equivocados”.
La crítica profética de la obispa Mariann, pues, ha sido un signo esperanzador para todos aquellos que se sienten vulnerados en sus derechos, en su dignidad y en sus sueños. La crítica profética es un freno al poder absoluto. Jesús de Nazaret, principal fuente de inspiración de Mariann, también ejerció esa crítica con determinación y audacia. A él se le atribuyen estas palabras: “Los reyes de las naciones las dominan y los que las tiranizan se hacen llamar bienhechores. Entre ustedes no debe ser así; al contrario, el mayor de ustedes que se haga como el más pequeño, y el que gobierna como el que sirve” (Mt 20, 25-27).
Hay aquí una óptica distinta del poder que lleva a unir en lugar de dispersar, que recupera el servicio al bien común como objetivo primordial de la política, que hace compatible justicia y derecho y, sobre todo, que abre paso a la actitud diligente para proteger y promover la vida de todas las personas, especialmente, de los más empobrecidos.
(*) Licenciado en filosofía y maestro en teología. Exdirector de radio YSUCA. Docente jubilado de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Actualmente, profesor de cristología y eclesiología en California, EEUU. Difusor del legado de san Óscar Romero.
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