Antonio Aradillas En vísperas consistoriales
(Antonio Aradillas).- "Por los procelosos mares de esos mundos de Dios" que recorre la "frágil barquilla de Pedro" en la actualidad, se vislumbran ya signos de encontrarnos en las antevísperas de la celebración de un consistorio, en el que serán presentados los cardenales nuevos que en su día contribuirán de modo decisivo a la elección del sustituto del papa Francisco.
"¡Consistorio a la vista¡" es grito unánime de informadores expertos en materias curiales. Dada la importancia del tema, no estarán de más, entre otras y a modo de introito, estas consideraciones:
En el lenguaje popular del que hacen uso y se sirven los fieles cristianos, "cardenal" es "el eclesiástico de alto rango en la Iglesia católica, el más relevante y honorífico , que pueda conceder el papa; quienes lo reciben se convierten en miembros del colegio cardenalicio y son "creados" en una ceremonia "muy bonita" llamada consistorio público".
Etimológicamente el término "cardenal" procede del latín "cardo", que significa "bisagra, quicio o gozne", en función de la "capital" "caput" o "cabeza"- importancia, que ellos tienen en la Iglesia, como otros tantos fundamentos sobre los que "giran" y sustentan la misión que a ellos -los cardenales- les encomendaron Jesús y sus Vicarios en la tierra"
Dado el relieve eclesiástico tan colosal que se les atribuye, y sin más teología, la liturgia y los protocolos no escatimaron absolutamente nada en la concesión de privilegios, prerrogativas, ornamentos y títulos, por elección e iniciativa del mismísimo papa, en este caso, sin intervención directa de los organismos curiales, tal y como lo regula la Constitución Apostólica " Universi Domini Regis.
Lo de "Príncipes de la Iglesia", capas magnas, hoy reducidas "a tan solo" seis metros" de longitud, "purpurados" -por el color de la sangre martirial a favor del incremento de su fe y en el testimonio de vida para los demás"-, requeriría y suministraría otros elementos de juicio que facilitarían el olvido de proclamar solidez tan estólida, inventada y ficticia.
(Por si algo faltara, y en honor de la ecología, también son conocidos como "cardenales" unos pájaros americanos que tienen un alto penacho rojo, y de canto agradable"). Contribuir al enriquecimiento verbal de nuestros lectores es y será, siempre tarea beneficiosa.
Dejando aquí y ahora prudentemente de lado comportamientos cardenalicios registrados y documentados en la historia eclesiástica y alrededores, purpúreos o no, pero poco o nada ejemplares y aún escandalosos, es de justicia reseñar que algunos de quienes formaron parte de tan sagrado colegio, alcanzaron "el honor de los altares", aunque no en la misma proporción que los papas, y de su paso por la tierra dejaron testimonios constructivos de Iglesia, y a favor cultural y benéfico del pueblo.
Como del nombramiento de los ya próximos cardenales dependerá en gran parte la continuidad, o no, del espíritu "franciscano" que encarna el papa actual, la Iglesia, y una buena parte del mundo, toma ya conciencia de la transcendencia de los "nominables" El papa Francisco tiene la palabra.
Sus decisiones expresarán la solidez de la fe que demuestra tener acerca de la misión de la Iglesia -"semper reformanda"- , con proyección de futuro, cuyo rumbo pudiera desviar quien no comulgara con su espíritu y forma de encarnar y encarnarse en el santo evangelio, y no en los cánones y en tradiciones difusas o mal interpretadas, y además, interesadas.
Para plantearse, de verdad y comprometidamente, y avanzar en la tarea -ministerio de una Iglesia menos -muchísimo menos, desclericalizada, doy por supuesto que en el nuevo consistorio no faltarán ya las mujeres. Ellas son singularmente el futuro de la Iglesia, al igual, o más, que lo están siendo ya en el resto de la sociedad, en sus .profesiones y actividades.
Sin mujeres-cardenales, resulta hoy difícil -imposible- imaginar el consistorio. El machismo -patriarcalismo, es enemigo de Nuestra Santa Madre la Iglesia católica, apostólica y romana, pese a cuantos cánones pudieran servirles a algunos, de razones cuasi- dogmáticas.
¿Qué dificulta que también los seglares, por seglares, estén hoy condenados al exilio, por lo que respecta al planteamiento decrépito de los consistorios y de los organismos curiales?
¿Acaso ellos y ellas,-seglares- no son Iglesia, en igual o en mayor proporción y número, que los obispos, arzobispos, clérigos, religiosos o monjes?
¿Acaso los seglares -ellos y ellas- no viven y conocen las verdaderas necesidades -gozos, esperanzas y desesperanzas- que definen al mundo en la actualidad, en sus estamentos y esferas más diversas e íntimas?
Otro paso no lejano será el de que, de alguna manera, también a los no católicos se les facilite el acceso para colaborar en el nombramiento- sucesión del papa Francisco.
Oxigenar y conferirle sinodalidad -"necesidad y belleza de que pastores y laicos hagan el camino juntos"-, es- debiera ser- otro sacramento. Con tales vocativos es como se hará posible entender y vivir la Iglesia, aún con cardenales "eminentísimos" y no tanto.
La conclusión cardenalicia sería incomparablemente más eclesial y religiosa, cuando, tal y como atestigua la historia, en su promoción y elección primaban criterios familiares, políticos, económicos, sociales, feudales y hasta "de nativitate".
¿Quién o quienes, y con qué impúdicos y nefastos criterios, pudieron "colar" y colocaron, en el listado del colegio cardenalicio actual, los nombres de algunos, emplazados ya por los tribunales civiles, con sus puñetas y togas?