No se divisan ni a medio ni a largo plazo,
grandes y abrasadoras revoluciones,
ni lumbres resplandecientes
con llamas espectaculares,
ni mucho menos incendios devastadores.
Solo se vislumbran en nuestro horizonte
más inmediato y cotidiano,
leves brechas rasgando la dura piedra
por donde penetra sigilosa la luz,
comunidades de silenciosas luciérnagas
que alumbran perseverantes cada noche,
pequeñas hogueras en torno a las cuales
se reúnen a cantar, brindar y compartir,
los tenaces y humildes habitantes
de un país sin fronteras
donde arde el fuego sagrado
de la fraternidad, la compasión y la esperanza.