Si no advirtiera rumores de alas de ángeles
batiéndose contra la infamia y el desconsuelo,
qué significado tendría el prodigio de cada amanecida.
Si no leyera el resplandor de los signos y las figuras
que componen las manos de la imaginación y el ensueño,
a qué dirección dirigiría mi mirada sosegada, vulnerable.
Si no recorriera las amplias veredas de la memoria,
que teje con hilos imperceptibles mis anhelos y añoranzas,
se apagaría el manantial de mi voz.
Si enmudecieran mis palabras acallaría el eco, la estela,
la llama que enardece el hontanar de mi corazón,
y todo volvería a ser puro mineral,
bajo un océano prístino, sin hálito.