Siempre en búsqueda
«En cada búsqueda apasionada, la búsqueda cuenta más que el objeto perseguido»
(Eric Hoffer)
No hay nada más dañino y desmotivador para el ser humano, que la renuncia a buscar un sentido a su vida, las razones de lo que cree, las posturas que adopta ante cada circunstancia de su existencia.
Cuando una persona se detiene en su búsqueda, creyendo que ya ha conseguido todas las metas y convicciones de su vida, puede que haya llegado para ella la parálisis vital y emocional, junto a un principio del virus del rigorismo y la intransigencia.
Los grandes personajes de nuestra historia, de cualquier profesión, ciencia, religión, arte o ideología, que han crecido interiormente ayudando a avanzar con su testimonio, sus actitudes y descubrimientos, no han dejado de buscar nunca, sabiendo que cada éxito, cada retroceso o avance, cada hallazgo, cada nuevo encuentro, era fruto de su íntimo deseo de seguir siempre hacia delante, dudando de lo conseguido hasta entonces, rastreando nuevos e inciertos caminos.
Cualquier actitud rígida, que mantenga a ultranza unas ideas preconcebidas que no se puedan cuestionar ni debatir, son barreras para quien desee seguir caminando siempre, con la mirada fija en el horizonte, sin esperar ningún premio, pues el mayor regalo es el propio sendero que recorremos junto a los demás caminantes que nos acompañan.
Cuando las leyes, las normas, los dogmas, los sistemas sociales, políticos, religiosos… no sirven para convivir, ni ayudan a progresar a las personas, sino que les impiden su propio desarrollo como hombre o mujer (y el de sus semejantes), es la hora de ensayar, de intentar crear, de buscar afanosamente otros proyectos que puedan servir mejor al crecimiento de los individuos y de los distintos grupos sociales. Porque «la persona no está hecha para la ley, sino la ley es la que debe estar al servicio de la persona», parafraseando a Jesús de Nazaret.
La felicidad es el anhelo permanente de cada ser humano que llega a este mundo. La búsqueda de la felicidad, si se pretende desde la propia autosatisfacción, el narcisismo, el más puro egoísmo, conduce siempre por senderos equivocados, que muchas veces llevan a un destino totalmente contrario del que se anhelaba; entonces llega la desdicha, la infelicidad, el infortunio.
Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.
Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)
No hay nada más dañino y desmotivador para el ser humano, que la renuncia a buscar un sentido a su vida, las razones de lo que cree, las posturas que adopta ante cada circunstancia de su existencia.
Cuando una persona se detiene en su búsqueda, creyendo que ya ha conseguido todas las metas y convicciones de su vida, puede que haya llegado para ella la parálisis vital y emocional, junto a un principio del virus del rigorismo y la intransigencia.
Los grandes personajes de nuestra historia, de cualquier profesión, ciencia, religión, arte o ideología, que han crecido interiormente ayudando a avanzar con su testimonio, sus actitudes y descubrimientos, no han dejado de buscar nunca, sabiendo que cada éxito, cada retroceso o avance, cada hallazgo, cada nuevo encuentro, era fruto de su íntimo deseo de seguir siempre hacia delante, dudando de lo conseguido hasta entonces, rastreando nuevos e inciertos caminos.
Cualquier actitud rígida, que mantenga a ultranza unas ideas preconcebidas que no se puedan cuestionar ni debatir, son barreras para quien desee seguir caminando siempre, con la mirada fija en el horizonte, sin esperar ningún premio, pues el mayor regalo es el propio sendero que recorremos junto a los demás caminantes que nos acompañan.
Cuando las leyes, las normas, los dogmas, los sistemas sociales, políticos, religiosos… no sirven para convivir, ni ayudan a progresar a las personas, sino que les impiden su propio desarrollo como hombre o mujer (y el de sus semejantes), es la hora de ensayar, de intentar crear, de buscar afanosamente otros proyectos que puedan servir mejor al crecimiento de los individuos y de los distintos grupos sociales. Porque «la persona no está hecha para la ley, sino la ley es la que debe estar al servicio de la persona», parafraseando a Jesús de Nazaret.
La felicidad es el anhelo permanente de cada ser humano que llega a este mundo. La búsqueda de la felicidad, si se pretende desde la propia autosatisfacción, el narcisismo, el más puro egoísmo, conduce siempre por senderos equivocados, que muchas veces llevan a un destino totalmente contrario del que se anhelaba; entonces llega la desdicha, la infelicidad, el infortunio.
Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.
Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)
Los grandes personajes de nuestra historia, de cualquier profesión, ciencia, religión, arte o ideología, que han crecido interiormente ayudando a avanzar con su testimonio, sus actitudes y descubrimientos, no han dejado de buscar nunca, sabiendo que cada éxito, cada retroceso o avance, cada hallazgo, cada nuevo encuentro, era fruto de su íntimo deseo de seguir siempre hacia delante, dudando de lo conseguido hasta entonces, rastreando nuevos e inciertos caminos.
Cualquier actitud rígida, que mantenga a ultranza unas ideas preconcebidas que no se puedan cuestionar ni debatir, son barreras para quien desee seguir caminando siempre, con la mirada fija en el horizonte, sin esperar ningún premio, pues el mayor regalo es el propio sendero que recorremos junto a los demás caminantes que nos acompañan.
Cuando las leyes, las normas, los dogmas, los sistemas sociales, políticos, religiosos… no sirven para convivir, ni ayudan a progresar a las personas, sino que les impiden su propio desarrollo como hombre o mujer (y el de sus semejantes), es la hora de ensayar, de intentar crear, de buscar afanosamente otros proyectos que puedan servir mejor al crecimiento de los individuos y de los distintos grupos sociales. Porque «la persona no está hecha para la ley, sino la ley es la que debe estar al servicio de la persona», parafraseando a Jesús de Nazaret.
La felicidad es el anhelo permanente de cada ser humano que llega a este mundo. La búsqueda de la felicidad, si se pretende desde la propia autosatisfacción, el narcisismo, el más puro egoísmo, conduce siempre por senderos equivocados, que muchas veces llevan a un destino totalmente contrario del que se anhelaba; entonces llega la desdicha, la infelicidad, el infortunio.
Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.
Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)
Cuando las leyes, las normas, los dogmas, los sistemas sociales, políticos, religiosos… no sirven para convivir, ni ayudan a progresar a las personas, sino que les impiden su propio desarrollo como hombre o mujer (y el de sus semejantes), es la hora de ensayar, de intentar crear, de buscar afanosamente otros proyectos que puedan servir mejor al crecimiento de los individuos y de los distintos grupos sociales. Porque «la persona no está hecha para la ley, sino la ley es la que debe estar al servicio de la persona», parafraseando a Jesús de Nazaret.
La felicidad es el anhelo permanente de cada ser humano que llega a este mundo. La búsqueda de la felicidad, si se pretende desde la propia autosatisfacción, el narcisismo, el más puro egoísmo, conduce siempre por senderos equivocados, que muchas veces llevan a un destino totalmente contrario del que se anhelaba; entonces llega la desdicha, la infelicidad, el infortunio.
Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.
Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)
Cuando el anhelo de felicidad brota de la alegría interior, al sentirte libre, satisfecho, agradecido por cada momento de la vida, cercano a los demás, padeciendo con su desgracia y gozando con su dicha, se habrá alcanzado una gran talla, tanto humana como espiritual (aunque ese camino dura toda la vida). Sabiendo además que esa felicidad, alegría y plenitud debe alimentarse cotidianamente, atendiendo a la hondura del corazón y compartiendo la existencia con los demás, pero siempre en búsqueda, para seguir creciendo, avanzando, entrando por nuevas, sorprendentes e inesperadas veredas.
Los seres humanos, la ciencia, los seres vivos, la naturaleza, el universo está en continuo cambio, todo se transforma y lo que permanece estático se va agostando lentamente. A veces llegaremos a conocer, a entender el motivo de nuestra búsqueda. Otras veces permanecerá oscura, sin respuesta, la búsqueda emprendida. Entonces, no queda más que esperar y callar ante el insondable misterio de la Vida.
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)
«Felices quienes mantienen cada día la búsqueda permanente en el abismo insondable de su corazón».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée y RD)