María Mazzarello, el misterio de lo cotidiano
QUIÉN FUE MARÍA MAZZARELLO:
María Mazzarello nació el 9 de mayo de 1837 en Mornese, pequeño pueblecito de la provincia de Alessandria (Italia). Se inscribe en la Pía Unión de María Inmaculada, fundada por el párroco del pueblo, don Pestarino, en 1855. Con su amiga Petronila monta un pequeño taller de costura para enseñar a coser a las niñas más pobres. En 1864 llegó Don Bosco a Mornese, durante uno de los paseos otoñales con sus muchachos. Es el primer encuentro de los dos santos. En 1871 nacen las Hijas de María Auxiliadora, del grupo de jóvenes que en Mornese, con María Mazzarello a la cabeza, están viviendo ya una verdadera vida religiosa. El Instituto se desarrolló rápidamente.
A su muerte dejó a sus Hijas una tradición educativa permeada de valores evangélicos: la búsqueda de Dios conocido a través de una catequesis iluminada y un amor ardiente, la responsabilidad en el trabajo, la lealtad y la humildad, la austeridad de vida y la gozosa entrega de sí. Murió en Nizza Monferrato el 14 de mayo de 1881. Sus restos se veneran en la Basílica de Mª Auxiliadora en Turín. Fue beatificada el 20 de noviembre de 1938 y canonizada el 24 de junio de 1951. Su fiesta se celebra el 13 de mayo.
Aquí os dejo el artículo publicado en el Boletín Salesiano de mayo por el historiador salesiano (y hermano y amigo)Francisco Rodríguez de Coro. Me ha gustado porque recoge el espíritu de Madre Mazzarello, y "encima" está bien escrito:
María Mazzarello, el misterio de lo cotidiano
En pleno verano de 1860 estalla el tifus por las colinas del Monferrato.
El año anterior, la segunda guerra de la independencia ya se había llevado a algunos padres de familia. Ahora llega el tifus, que tiene su origen en uno de los pozos donde el agua se estanca y se pudre en verano, sembrando el terror por aquella zona.
Hay una familia, la de los Mazzarello, que es una de las primeras en ser castigada. Primero el padre, luego la madre y finalmente todos los hijos.
Y ahora qué.
Y ahora es cuando viene María Mazzarello, cuya aventura ha consistido sencillamente en conquistar lo que está ahí, en asumir lo que se ve, calle o huerta, taller o iglesia, en descubrir lo obvio, y así es como da un suspiro y un paso atrás. Y se pregunta: "¿Qué haré en la vida?"
Aunque tocada por el tifus, superviviente, un día de 1861, le dice a su amiga Petronila, también Mazzarello de apellido:
- Me he decidido a aprender el oficio de modista. Cuando lo sepa bien, abriré un taller y enseñaré a coser a las chicas pobres. ¿A ti te gustaría coser conmigo? Estaríamos juntas, viviríamos como en familia.
Así es como se constituye en una asombrosa y genial obviedad. María y Petronila montan un taller de costura en el extremo del pueblo. Diez chicas van a aprender a coser. Claro que sabíamos que una puntada de costurera es algo literario, misterioso, prometedor, fértil. Mucho más cuando María añade: "Cada puntada, chicas, un acto de amor de Dios, ¿eh?". Era, pues, necesario, decirlo, escribirlo, atreverse a pronunciarlo.
Y ahora qué.
Lo cotidiano es misterioso. María Mazzarello se limita a poner en valor lo cotidiano respetando el aura de misterio, de epifanía pobre, que tiene la vida corriente. Lo dijo Novalis para siempre: Otorgar a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido. Eso es lo que hace María Mazzarello, que debiera reclamar para sí el lema de Novalis.
Hambrienta, ensoñada y esperanzada, María Mazzarello, coge el aire y el aura de Don Bosco –está conociendo una gloria universal- y nos devuelve al siglo XIX el nacimiento no sólo de un taller de costura, sino el del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
El 5 de agosto de 1872, las primeras Hijas reciben el hábito religioso y once de ellas pronuncian los primeros votos. Entre ellas está María Mazzarello. Don Bosco les dice: "Vosotras estáis tristes porque vuestros mismos parientes se vuelven las espaldas. No os duela ser maltratadas por el mundo. Sólo así seréis capaces de hacer un gran bien. Comportaos como consagradas a Dios: los ojos bajos, pero no la cabeza".
Miles de chicas, miles de madres, cientos de colegios, son fabulosos en sí mismos, no porque se les sitúe de otra manera, sino porque la pátina de la mirada de miles de Hijas les ha ido dando la dorada mansedumbre del tiempo, del uso, de la vida.
Francisco Rodríguez de Coro