Para el coche La vaca y el Ser

La vaca y el Ser
La vaca y el Ser

La vaca era parte del paisaje, libre presencia y manifestación de paz y sentido en el entorno de la montaña, un pálpito más del latido del universo

Quise ser vaca.

En medio del fragor trepidante de una carretera, como una aparición, una vaca, sentada en su quietud, permanecía ignorante al rugir de la circulación y la prisa de los conductores, los ojos entornados, la mirada ausente, como si el mundo comenzara y terminara en ese mismo instante, sin culpa por el pasado ni miedo al futuro.
La vaca era parte del paisaje, libre presencia y manifestación de paz y sentido en el entorno de la montaña, un pálpito más del latido del universo.
Aparqué y me quedé mirándola. No se movió. Me devolvió la mirada y detuve con ella mi mente. Quise ser vaca. Ya no había carretera, ni origen o destino, ni preocupaciones por el ayer o inquietudes por el mañana, ni pensamientos de tiempo, sufrimiento o muerte.
La vaca descansaba en el Ser.
Me senté en una piedra, cerré los ojos y escuché la brisa.
La hierba, los árboles, el cielo, la montaña, el valle y el viento me acunaban en un ahora eterno.
Y sentí que, como la vaca, era un pedazo de amor vibrando en el Todo.
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