Convertirse al catolicismo. ( I ) Hoy. ©
Jimenez Losantos, el filólogo, periodista, historiador y analista líder de audiencia en España, dice que el marxismo es casi una religión, de la que apostató cuando la madurez se impuso a la rebeldía consustancial de los años de juventud. A la pregunta de si era católico, que Jesús Quintero le hizo en 2007, contestó que no. Y uno a su vez se dice: ¿Es que no fue bautizado? Porque, si fue bautizado, es cristiano de bautismo por deseo de sus padres y padrinos. Con esto, aunque él no acepte serlo de voluntad, hablando desde la fe siempre conservará, digamos que en su ADN sobrenatural, la simiente de la salvación cristiana.
Esto aparte, reconozcamos que para volver hoy del marxismo a la Iglesia existe una dificultad insalvable. ¿Cómo puede convertirse a la actual Iglesia comunista, o progresista que es su eufemismo, cualquiera que se arrepienta de haberlo sido? A esta Iglesia infectada de clero comunistoide o resentido de demagogias pobristas no se apunta nadie a quien le haya defraudado el marxismo. Demasiado estúpido sería aborrecer el dogma marxista para tragárselo torrefactado en la actual Iglesia.
Quiero hablar de estos tiempos tan difíciles para convertirse a la fe católica. Y de las nuevas conversiones de amor agradecido a ese Cristo, Dios y Redentor, hoy desvalijado por los que se llaman sus representantes.
Empecemos por hacernos algunas preguntas. Añadido a la arriba planteada sobre un marxista podríamos seguir preguntándonos: ¿Quién que sea protestante se va a decidir por hacerse "papista" si la Iglesia parece simpatizar con las herejías luteranas? ¿Tiene sentido? Creo que no. ¿Cuál judío ortodoxo se va a interesar por el cristianismo si los obispos les ofrecen las instalaciones de la Iglesia para sus oficios? No tiene sentido. ¿Qué anglicano, presbiteriano o episcopaliano se va a acercar a la liturgia de Pablo VI si ésta es, incluso, más superficial que las suyas? No tiene sentido. ¿Qué musulmán o cuál hindú se va a sentir tentado por el catolicismo si los católicos creemos ahora que su idea de Dios es asimilable a la nuestra en Jesucristo -"tenemos el mismo Dios"-, y hasta les hacemos creer que las suyas son más respetables?
Sólo la nada del Hades puede esperarse de esta traición; la de encumbrar el argumento de un mismo Dios para todos refiriéndolo a un "Ser Supremo" -¿Gran Arquitecto del Universo?- multiplicador de dioses, multiforme y multiusos... que nos obliga a marginar al Hijo y al Espíritu Santo. ¿Tiene sentido...?
Las "conversiones" de hoy, las verdaderas conversiones a Cristo, son de una inesperada clase. La de los que deciden mantenerse fieles al Credo de sus padres. De nuestros mártires, de nuestros santos. Lo que conviven en la Iglesia al mismo tiempo y en los mismos sitios en que el error le da codazos a la ortodoxia, pero se mantienen en ella, porque dejar la casa a los okupas no es honroso. El deber es mantenerse firmes ante los extraños y hacerles difícil el uso y abuso. Irse y dejarles a sus anchas, eso no es honroso. Por eso hoy los nuevos conversos son los que se atan al palo mayor de la nave de San Pedro, los que sin desearlo se convierten en guardianes del Depósito, de la Alianza Nueva y Eterna sellada por el mismo Dios hecho hombre. ¡Cuánto mejor sería no señalarse así porque la sociedad se conservase cristiana! "Nuevos conversos" son hoy los que ante las modas bufonas o, mejor dicho, diluyentes se vuelven a la fe secular, los que se enrocan en la doctrina divina, y por tanto invariable, y al culto sagrado. Son conversos de los que los medios nada dicen y a los que desprecian, odian y persiguen, porque los temen, esas mesnadas progresistas que desgobiernan la Iglesia y adulteran la doctrina.
Dicho de otro modo, van siendo cada vez más los que creen que por “la conversión dentro de casa”, no yéndose de ella, llegará la restauración de la Iglesia que, más pronto o más tarde, volverá a embridarse en la única fe salvadora. La verdaderamente eterna sin tiempos y sin modas, siempre tan antigua y tan nueva.
Quiero hablar de estos tiempos tan difíciles para convertirse a la fe católica. Y de las nuevas conversiones de amor agradecido a ese Cristo, Dios y Redentor, hoy desvalijado por los que se llaman sus representantes.
Empecemos por hacernos algunas preguntas. Añadido a la arriba planteada sobre un marxista podríamos seguir preguntándonos: ¿Quién que sea protestante se va a decidir por hacerse "papista" si la Iglesia parece simpatizar con las herejías luteranas? ¿Tiene sentido? Creo que no. ¿Cuál judío ortodoxo se va a interesar por el cristianismo si los obispos les ofrecen las instalaciones de la Iglesia para sus oficios? No tiene sentido. ¿Qué anglicano, presbiteriano o episcopaliano se va a acercar a la liturgia de Pablo VI si ésta es, incluso, más superficial que las suyas? No tiene sentido. ¿Qué musulmán o cuál hindú se va a sentir tentado por el catolicismo si los católicos creemos ahora que su idea de Dios es asimilable a la nuestra en Jesucristo -"tenemos el mismo Dios"-, y hasta les hacemos creer que las suyas son más respetables?
Sólo la nada del Hades puede esperarse de esta traición; la de encumbrar el argumento de un mismo Dios para todos refiriéndolo a un "Ser Supremo" -¿Gran Arquitecto del Universo?- multiplicador de dioses, multiforme y multiusos... que nos obliga a marginar al Hijo y al Espíritu Santo. ¿Tiene sentido...?
Las "conversiones" de hoy, las verdaderas conversiones a Cristo, son de una inesperada clase. La de los que deciden mantenerse fieles al Credo de sus padres. De nuestros mártires, de nuestros santos. Lo que conviven en la Iglesia al mismo tiempo y en los mismos sitios en que el error le da codazos a la ortodoxia, pero se mantienen en ella, porque dejar la casa a los okupas no es honroso. El deber es mantenerse firmes ante los extraños y hacerles difícil el uso y abuso. Irse y dejarles a sus anchas, eso no es honroso. Por eso hoy los nuevos conversos son los que se atan al palo mayor de la nave de San Pedro, los que sin desearlo se convierten en guardianes del Depósito, de la Alianza Nueva y Eterna sellada por el mismo Dios hecho hombre. ¡Cuánto mejor sería no señalarse así porque la sociedad se conservase cristiana! "Nuevos conversos" son hoy los que ante las modas bufonas o, mejor dicho, diluyentes se vuelven a la fe secular, los que se enrocan en la doctrina divina, y por tanto invariable, y al culto sagrado. Son conversos de los que los medios nada dicen y a los que desprecian, odian y persiguen, porque los temen, esas mesnadas progresistas que desgobiernan la Iglesia y adulteran la doctrina.
Dicho de otro modo, van siendo cada vez más los que creen que por “la conversión dentro de casa”, no yéndose de ella, llegará la restauración de la Iglesia que, más pronto o más tarde, volverá a embridarse en la única fe salvadora. La verdaderamente eterna sin tiempos y sin modas, siempre tan antigua y tan nueva.