Correo Comentado VIII: Un examen sin calificar. (1/4). ©
23.08.13 | 11:55. Archivado en Religión, Iglesia, Clero, Apologética.
Volvemos a hacer de carteros. Aquí les cuelgo una encuesta que surgió espontánea. Juzgo honestas las quejas de mi inquisidor, pero no me adhiero a la idea de catolicismo que defiende.
A las proposiciones respondo, en cursiva, desde mi propia formación y experiencia, como católico práctico que sufraga a la Iglesia en las colectas y en los impuestos; como fiel católico libre que no se sustenta de ella -excepto por el favor de Dios- ni debe su vida profesional a simonías encubiertas.
Las publico todas por si acaso fueran aprovechables para algunos lectores. Para mí lo fue el pensarlas y escribirlas.
Por su extensión divido el post en cuatro partes.
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«Estimado Pedro:»
«Gracias por su respuesta a mis preguntas. No termino de ver reflejada en ella la fe católica. Se lo explico con lo que sigue.»
«Saludos cordiales.»
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I.- « Jesucristo es el Salvador.»
RESPUESTA.-Sí, es lo que creemos. Es más que simplemente salvador, es el único de entre todos los que se tomaron por tales hasta, y a partir de, su aparición. Como enseña San Pedro, mal que pese a algunos de sus sucesores: "No hay bajo el cielo otro nombre por el que podamos ser salvos que el de Jesucristo."(Hch 4, 12)
II.-«Jesús nos salva por medio de su Iglesia.»
RESPUESTA.-No es así exactamente, mejor sería decir: Jesucristo es el Único Salvador y la Iglesia su obra constituida para predicar esa salvación al mundo entero amándole en el ejemplo de vida, que su misericordia conceda a nuestra debilidad, dándole a conocer a todos. El que cree y se bautiza tendrá vida eterna; el que rechaza su nombre, no. Pero la Iglesia en cuanto mero instrumento no suplanta a su Divino Fundador. Lo de que "fuera de la Iglesia no hay salvación" se explica en este sentido.
III.-«La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica.»
R.-- Totalmente, como reza el Credo: "La Iglesia".
IV.-«Está regida por el sucesor de Pedro y vicario de Cristo, el Obispo de Roma, el Papa.»
R.-Como en el Catecismo se nos enseñaba: "-¿Qué es la Iglesia?" "-La Iglesia es la unión de todos los cristianos que profesan la fe católica, regida por Cristo, y su vicario, el Papa."
Suele ocurrir que en nuestra solicitud al Papa proyectamos el recuerdo de su poder terreno, cuando era soberano de los Estados Pontificios. De ahí que sea fácil olvidar que sólo es "el Vicario de Cristo", es decir, que no es su sucesor, y menos en imperio y majestad. Como representante suyo en la tierra el Papa no lo es para arrogarse funciones por encima de lo que le fue encargado: "Apacentar sus ovejas" (Jn 21, 15-18) y "guardar el depósito (...) sin deformarlo". (2 Tim 1, 13-14)
Como sucesor sólo lo es con respecto a San Pedro. Se supone que si el Papa no se centra en este cometido estará perdiendo su excelencia: será papa, tal vez; ocupará el puesto de papa, pero no funcionará como tal.
V.-«Hay, sí, en la Revelación una asistencia especial prometida a Pedro y en su persona, a sus sucesores. “Lo que ates en la tierra… etc.”; “He rogado por ti, para que tu fe no falle… confirma a tus hermanos”. “Tú eres Pedro (piedra).” “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”, donde se ve que una cosa va unida a la otra: la indefectibilidad de la Iglesia a la función de la Piedra, que es Pedro.»
R.- Primero aclaremos que las palabras de apoderamiento no suponen libertades que dañen el beneficio del poderdante. La fórmula es la misma que se usaba para los administradores, que representaban en todo a sus señores menos en aquello que les perjudicara en su hacienda o ante las autoridades civiles. Jesús concede la representación a San Pedro con esa fórmula, en esa confianza y con ese entendido. (cf. Prof. Doctor Mariano Herranz Marco, Pbro.)
Hay que prevenirse de que, por subliminal instrumentación de su vicaría, a los católicos durante muchos años se nos ha idealizado al Papa como si fuera el Aga-khan al que pesar en oro. Y olvidarnos de su identidad de representante de Cristo; no viendo en él al administrador que gerencia para su señor - 'ata y desata' - la hacienda que le fue confiada; ni al mayordomo que usa para su amo las llaves con las que guarda la casa del asalto de los ladrones.
Pero la idolatría llega a tal absurdo, por este encabritado modernismo que nos asfixia, que sus enfermos se violentan a sólo ver bienes que los hechos niegan, y a no ver los males que se evidencian en sus escombros. No es serio responsabilizar de esto al Espíritu Santo, como si por privilegio de la FIFA los goles que le metan al Real Madrid jamás suban al marcador. Con esta falsificación de la fe se traspasan al Espíritu Santo compromisos impropios de su asistencia, y se otorga al papa una infalibilidad imposible... pero muy utilizable.
En la definición dogmática, la asistencia prometida señala limitaciones como, por ejemplo, en la advertencia de que «[…] no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, o depósito de la fe.» (cfr. Dz 1836.)
Dicho de otro modo, las llaves que recibió Cefas no son para abrir las puertas a los ladrones. Atar y desatar no puede pretender que un círculo sea cuadrado, ni para decir "Diego" donde dije 'digo'. (Is 5, 20)
Podríamos pecar gravemente, lo que sólo Dios sabrá de cada caso, si atribuimos a las promesas que usted enumera un cariz universal, o totalitario, y unilateral. Porque según aprendí no son universales para agarrarse a ellas también en extremos que no proponen. No son unilaterales porque no comprometen a Cristo, a solas, para colocarnos fuera de responsabilidad. Así San Pedro cuando anduvo sobre las aguas, que pudo hacerlo por su entrega a la fe en Jesús pero que se hundía en cuanto esa fe flojeaba.
En mi opinión, y por la doctrina enseñada, todas las promesas de los Evangelios respecto a la asistencia del Espíritu Santo y el acompañamiento del mismo Cristo, no neutralizan la profetizada desaparición de la fe para cuando se produzca su segunda venida. Como así le preocupaba a Jesús en Lc 18, 8.
Otra verdad, no pequeña, es que Dios no puede contradecirse quitando al hombre, criatura destinada en Jesucristo a ser hijo de Dios, la libertad de pecar, de traicionar, de engañar, de suplantar, de corromper, etc. Incluido el papa, naturalmente. Justo es así porque tal libertad vuelve aceptables las virtudes de la lealtad, de la honradez, integridad, abnegación y fidelidad. Hasta la muerte, por supuesto.
De la misma manera los papas y los obispos no pueden actuar como marionetas de los herederos de la Revolución, de Albert Pike, Mazzini, el Conde Mastai y sus aficiones liberales, la Alta Venta, los carbonarios, Napoleón III y la multitud de acomodaciones interpretativas de la fe y de las costumbres, antes, durante y después. Sobre todo después, es decir, hoy. Ni pueden regir sus iglesias, su culto, su predicación al propio gusto o para construirse una ética de situación ante el crecimiento del mal.
La Verdad que orienta a la Iglesia obliga más a volver a las catacumbas antes que a “adaptarla” o disminuirla para que no moleste al Maligno, o a todos aquellos a los que la figura de Cristo les sigue repugnando.
VI.-«Lo que hace legítimo al Papa es precisamente su elección válida por el colegio de cardenales. La aceptación del Papa supone que el Papa es Papa, así que no puede ser la razón de su legitimidad.»
R.- Creo que esto ya está contestado. Ampliemos que la legitimidad no implica garantías de la bondad de un pontificado, ni siquiera de quien lo personifica. De sus naturales defectos que, además, son legítimos de su libre albedrío, el Espíritu Santo es inocente. Para mi está claro que la legitimidad del papa se funda en que cuide y garantice que se cumpla el mandato del Salvador: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura". (Mc 16, 15)
VII.-«El Espíritu Santo bajó sobre la Iglesia en Pentecostés para quedarse en ella hasta el fin de los tiempos y guiarla “a toda verdad”. Eso es la fe católica.»
R.-“Hasta la consumación de los siglos”, sí.
Pero no para avalar las actitudes contrarias a su promesa. El Espíritu Santo se prometió como inspirador, consolador y santificador precisamente como enviado de Aquél que puede dar esas gracias: Dios. Recordemos que “Sólo Dios es bueno.” (Lc 18, 19) La santidad de nuestras vidas, de nuestras intenciones, mortificaciones, penitencias, caridades... viene solamente de Dios. Por eso, Cristo nos prometió el Paráclito, "dador de vida". Derivemos de aquí la manipulación del Espíritu Santo para canonizar en refrendo interesado de una era, todavía sin poso ni perspectiva, biografías equívocas o con hechos ruinosos para la Iglesia y su estar en el mundo.
VIII.- «Por “sede vacante” entiendo aquí la ausencia de un Papa legítimo en un momento dado en la Iglesia. Sólo puede ser el período que va entre la muerte o renuncia de un Papa y la elección de otro, haya o no en el intervalo algún “antipapa” o falso papa.»
R.-No digamos “sólo puede ser” pues que la historia no nos lo avala. A mí me parece que aun siendo ocupada por un bandido la Sede no está vacante. "Ver" vacía una silla en la que alguien esté sentado sólo ayuda a huir de la realidad y no plantar cara al error allí donde se manifiesta y ejerce el poder.
IX.-«Por “sedevacantismo” entiendo la afirmación de que Juan XXIII, o Pablo VI, o Juan Pablo I, o Juan Pablo II, o Benedicto XVI, o Francisco, no son verdaderos Papas, y que por tanto, en su tiempo la sede pontificia está vacante.»
R.- Yo no digo tal cosa. Al contrario, digo que justamente es su legitimidad - y ésta en cuanto que la elección se produce cumplidos todos los requisitos legales hoy reconocidos - lo que nos da el derecho a juzgar sus pontificados. Sería muy cómoda teoría la de que son falsos papas, y no es así. Son papas con capacidad e instrumentos para corromper su pontificado o para glorificarlo.
La trampa de que San Pedro también pecó traicionando a Jesús y que también erró en la propuesta de la circuncisión es una mala comparación, porque deliberadamente se esquiva que San Pedro se arrepintió, tuvo la humildad de rectificar y no complacer a los que judaizaban la fe cristiana. Y además respaldó con su autoridad a San Pablo. Sin embargo, lo que parece es que sólo sea imitable el error y no la humildad de rectificar.
X.-«Ud. dice que no es sedevacantista, así que presumo que reconoce a todos los nombrados como Papas legítimos y al actual como legítimamente reinante.»
R.-Desde luego. Ya está contestado. Pero abundaremos un poco más. ¿Quién puede a un papa declararle ilegítimo si tiene todos los resortes de poder en su mano? Si acaso un hombre fuera de serie, destacado sobre el enjambre, como lo fueran Lefebvre o Mons. de Castro Mayer, entre otros. Así se nos muestra, por ejemplo, en 'La Jura de Santa Gadea': "Haced la jura, buen rey, - no tengáis de eso cuidado, que nunca fue rey traidor - ni Papa descomulgado."
Así que eso que usted defiende lo aceptaré, que eran legítimos. Igual que los tres papas Médicis lo fueron de toda legitimidad. O como en su pontificado lo fue, Honorio I. Este papa acogió la doctrina monotelista, derivada del monofisismo, por lo que su sucesor hubo de excomulgarle a título póstumo.
(Continúa la semana que viene...)
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