Correo Comentado VIII: Un examen sin calificar 2/4. ©



Continúan las propuestas de catolicidad de mi remitente y mis respuestas.
Es una ocasión muy oportuna para hablar de las buenas realidades de nuestras creencias, costumbres y deberes.

Las proposiciones van en negritas y las respuestas en cursivas.

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PROPOSICIÓN XI.-«En la Iglesia existe un Magisterio Jerárquico. Eso quiere decir, que el asentimiento del fiel católico a las verdades de fe se basa en que son enseñadas por ese Magisterio. No al revés, que asiente al Magisterio porque ve que enseña en conformidad con la verdad de la fe.»
RESPUESTA.- Creo por experiencia que el buen maestro de escuela enseña, por ejemplo, que dos más dos son cuatro y que el Mississippi pasa por Menfis y Nueva Orleans. Si otro maestro más aclamado afirma respectivamente que dos más dos son cinco, y hasta cuarenta y cinco, o que el Mississippi pasa por Ekaterinburgo y por Filadelfia, aun con sus mayores créditos de “maestro eximio” estará muy equivocado.

Me parece que algún día se revisará la doctrina de la obediencia y de la sumisión. Porque la autoridad no la dan el título ni el cargo que, por sí solos, no tienen ninguna. Es evidente para el que no sea ciego que sólo hay excelencia en los deberes que el cargo nos demande, su objeto. Las personas que lo sirven se “hacen excelentes” en su oficio. Más en verdad, se les llama ”Excelencia”, como al Papa “Su Santidad”, porque los honores los transportan pero no los encarnan. De esta ignorancia viene la maldad de eliminar los tratamientos - ¡de repente somos tan humildes! - que ahora se toman no como el honor de servir sino una distinción de la que desprenderse en blanqueado ejercicio de humildad.

P,XII.- «Ese es el único sentido en que cabe hablar de la autoridad del Magisterio eclesial. De lo contrario, no tendríamos la autoridad del Magisterio eclesial, sino la de la doctrina, y en última instancia, la del fiel católico que interpreta que ésa y no otra es la doctrina católica.»
R.-No confundamos lo que ya está dicho. Como en Matemáticas, la simplificación es el mejor arranque del razonamiento. A construirlo se empieza, como en las casas, por el primer ladrillo bien asentado. Así, “la autoridad del Magisterio Eclesial” existirá en tanto el Magisterio exprese claramente y sin ambigüedades que se funda en lo enseñado por quienes bebieron del propio Jesús-Dios. Esto es, la doctrina antigua que ya no puede adulterarse ni necesita “reinterpretaciones”.

De entre todos estos laberintos de autoridad, obediencia, magisterio vivo, etc., queda claro como el agua que el Magisterio no puede contradecir al Magisterio. ¿Verdad?

Algunos temen que nuestra natural resistencia a lo que son errores indiscutibles contra la fe de la Iglesia, porque conculcan nuestra salvación, aun por suicidio teológico, debilidad o presión de los avatares de la historia, puede llevar a "su" Iglesia a la disolución. Lo cual les fuerza a extremar el rigor – excomunión, descrédito, "usted no es católico" - contra los resistentes, cuando deberían priorizar tomarse más en serio la pureza de la educación religiosa, la práctica piadosa, el respeto a los Sacramentos, el culto y la oración. Esta respuesta sería más adecuada para cortar la riada de deserciones e insumisiones que echan del Cuerpo Católico a miles de bautizados en brazos de otras ofertas.

Recuérdese a aquellos fieles amerindios que se iban a una secta protestante y le dijeron a su Obispo católico: “Le estamos muy agradecidos por las mejoras sociales, pozos, dispensarios, etc.... Pero es que nosotros queremos una religión.” (Card. Ratzinger, Ratisbona).

Volviendo a la realidad sucesoria del papa con respecto a San Pedro, es chocante que hoy el puesto parezca más digno de obediencia por cadena de mando que por lo que se defiende o se representa. A esto nos ha llevado el esparcir la idea de que “Donde está el Papa está la Iglesia”, adulterando con manifiesta intención lo que siempre se dijo, desde San Agustín: «Ubi Petrus ibi Ecclesia.» (“Donde está Pedro está la Iglesia.”) La diferencia es palmaria: si se trata del Papa no importa tanto el depósito antiguo; su criterio puede cambiar el Evangelio que se nos predicó. Pero, si se trata de Pedro, es imposible. Por eso "Ubi Petrus..."

Así que, si distinguimos, convendremos que la resistencia al error no significa insumisión. Es lo que nos aleccionaron San Pablo y San Pedro en sus diferencias, que el primero nunca usó para negar al segundo su Primado.

P, XIII.-«Porque en efecto, siempre va a ser necesaria la interpretación, y “autoridad del Magisterio” quiere decir que la interpretación decisiva, para el fiel, tiene que ser la que hace el Magisterio, y no, por tanto, la que hace él.»
R.-Estoy de acuerdo. Aunque a menudo vemos que los que razonan tan fundadamente para que la masa de fieles se someta, son después 'los que no saben no contestan' con respecto a sus obligaciones.

Porque si el llamado magisterio vivo puede contradecir lo transmitido, o lo desvirtúa, es porque se trata de una fórmula engañosa, tanto como en Física fue el “perpetuum mobile” (Movimiento perpetuo) que pretendía - ¡Qué casualidad! – quitar a Dios de en medio. Eso es lo que se esconde en lo de considerar la enseñanza de la Iglesia como un cuerpo vivo, un ente autónomo que necesariamente ha de evolucionar con los cambios de la historia. ¿Acaso deberíamos pensar que existe un Magisterio muerto? Para algunos claro que sí: El que estorbe a los programas en marcha... Pero no hay magisterio muerto sino enseñanza, luz, camino, reino de los cielos y vida eterna. Por tanto, verdades invariables por encima de la historia de los siglos y de las modas del momento.

El Magisterio de la Iglesia en materias de fe y moral es invariable porque nace y acompaña la realidad de nuestra fe, enraizada en que Dios no se muda. Y porque la realidad de nuestra naturaleza debe ser educada, cuidada, respetada y usada en sus propios fines. El magisterio sobre la fe y la moral es en realidad “una efusión de estas dos realidades”.

En el (tristemente abolido) Juramento contra los errores del modernismo debido a todos los clérigos por el Motu proprio Sacrorum Antistitum de 1.º de septiembre de 1910, se decía en su punto Cuarto: Dz3541:

«Acepto sinceramente la doctrina de la fe trasmitida hasta nosotros desde los Apóstoles por medio de los Padres ortodoxos siempre en el mismo sentido y en la misma sentencia; y por tanto, de todo punto rechazo la invención herética de la evolución de los dogmas, que pasarían de un sentido a otro diverso del que primero mantuvo la Iglesia.»


En contradicción, la Pontificia Comisión Bíblica dirigida por el entonces Cardenal Ratzinger en su documento dice: "El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia antigua", afirma la necesidad de alumbrar la Revelación con nuevos ojos a propósito de que “La conmoción producida por el exterminio de los judíos (la Shoah) durante la Segunda Guerra Mundial ha conducido a todas las Iglesias a repensar completamente su relación con el judaísmo y, por consiguiente, su interpretación de la Biblia judía, el Antiguo Testamento.”

Paradojas de la diplomacia. En lugar de atraer hacia el Mesías, Nuestro Señor Jesucristo, a los creyentes judíos herederos y deudos de los que fueron exterminados por los delirios nazis, damos un giro de 180 grados a nuestra historia y reinterpretamos, o inventamos, en su favor nuestro fundamento doctrinal. Incluyendo en él que las escrituras judías, Antiguo Testamento, son las que dan el ADN exegético a Cristo; en lugar de, como sabemos por Él y entendemos con la razón, fue y es el mismo Jesús de Nazaret el que las confirma y las santifica. A propósito, en numerosos pasajes del Nuevo Testamento esta verdad se da a la Iglesia repetida e incansablemente. Para mí son de lo más claro los que siguen.

Por el mismo Jesús:
«Escudriñad las Escrituras ya que vosotros creéis poseer en ellas la vida eterna; ahora bien, ellas son las que dan testimonio de mí.» (Jn 5, 39)

Referido a la predicación de San Pablo:
«Porque con gran vigor rebatía en público a los judíos - que ya habían sufrido terrible persecución de Ramsés y, antes, de Nabucodonosor II - demostrando por las Escrituras que el Mesías era Jesús.» (Hch 18, 28)


No es sospecha sino evidencia, pues hay documentación que, al empuje de las novedades del Concilio y sus indiscriminadas variedades, en los seminarios se formaron agentes de la Revolución; o cabecillas del agit-prop del comunismo ateo aunque con el antifaz de liberacionistas; el desvío hacia los oficios luteranos de lo que fuera Santo Sacrificio de la Misa. En resumen “Los Nuevos Católicos” que nos describió el doctrinario español Enrique Miret Magdalena.

P, XIV.-«El católico debe adherirse con fe teologal a todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone para ser creído por su Magisterio Extraordinario, o por su Magisterio Ordinario y Universal.»
R.-Desde luego, tal y como afirmamos y razonamos.

XV.-«El Magisterio Extraordinario de la Iglesia consiste en la definición papal “ex-cathedra” y en la definición dogmática del Concilio Ecuménico.»
R.- Me viene el recuerdo de aquel bachillerato de mi juventud enseñando que los concilios sin la sanción del Papa no definen dogmas. Refrendo que el Papa no puede limitar a una declaración a los obispos, una entrevista en la TV, un libro... Es necesaria su “solemne” proclamación comprometiendo las condiciones de su infalibilidad.

XVI.-«La “mayoría de votos”, en un Concilio Ecuménico, o sea, aprobado luego por el Papa, hace que si este Concilio ha definido algún dogma, éste pasa a ser enseñanza infalible que obliga a los creyentes a la adhesión de fe teologal bajo pena de excomunión.»
R.Lo de la excomunión habrá que pensárselo más, es exagerado excomulgar a quien cree todo lo que han creído las generaciones pasadas: Credo, tradición, sacramentos, culto y dogma.

Así subrayaré lo que arriba se dice: por ejemplo, que no venga a ser el Concilio el que merezca ser invalidado; o al que el Papa no pueda aprobar solemnemente comprometiendo la Infalibilidad. Dado este caso, no estaré lejos de los santos si opino que deberemos seguir la fe recibida, pura y sin mancha, aunque el resto del Concilio, o todo entero, hayamos de tirarlo al olvido.


XVII.-«El católico debe prestar religioso asentimiento interno de inteligencia y voluntad al Magisterio Ordinario de la Iglesia.»
R.- Estoy completamente acorde con lo de "religioso asentimiento".


(Continuará la semana que viene...)

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