Una monja peculiar ®
Bien puede suponerse que la joven vecina, después de variadas experiencias caritativas y en misiones, poco a poco se sintió llamada a entregar su vida a Dios.
Un día nos encontramos con los padres en las escaleras y nos informaron de la feliz noticia. A la vez, nos pidieron disculpásemos el ruido seguro que se produciría por la reunión que todos sus amigos habían preparado como fiesta sorpresa de despedida. Y como desde nuestra terraza nos sentíamos prácticamente en su jardín, había razón sobrada para que nos pidieran disculpas por el seguro bullicio de la fiesta.
Los vecinos avisaron a amigos de su hija y a familiares, para que cuidaran llegar antes que la homenajeada. En el jardín de abajo los invitados iban escogiendo escondite. Aquel mismo día teníamos en casa a nuestra nieta de cuatro años, Carmencita. Una pizpireta que nos visitaba con frecuencia por suerte de que sus padres vivían cerca de casa. La niña fue informada de qué era todo aquel asunto de voces bajas y luces apagadas.
- Es que van a darle a Loli una sorpresa y fiesta porque se va a hacer monja.
Carmencita parecía como si por dentro estuviera diciéndose ¡Qué interesante! Y se dispuso a mirar desde la terraza lo que estaba pasando en la casa de abajo.
Era una tarde de temprano otoño con muy agradable crepúsculo. Cuando se corrió el susurro de que Loli ya había entrado en casa, el silencio se apoderó de todos. El cuchicheo se paró... y, al fin, Loli entró en el jardín. Unos segundos de silencio y repentino encendido de luces:
- ¡Felicidades! ¡Sorpresa! ¡Felicidades! - estallaron a una todas las voces.
Loli dio un grito y se echó a reir...
La fiesta se fue calmando y en pocos minutos se formaron los pequeños corros de charla.
La tía de Carmencita le avisa:
-¡Hala! Déjalo ya que tenemos que irnos.
Pero la niña manifiesta gran curiosidad observando todo con mirada escrutadora y atenta.
-No, espera un poquito más, porfa.
Pasa un pequeño rato y con voz baja le insiste:
-Pero, mira que no podemos estar a estas horas sin irte a dormir.
Dado que no se mueve, su tia la coge de un brazo y la fuerza a que suelte los barrotes de la barandilla. Pero Carmencita aferrada a ellos sigue mirando en silencio a Loli y al grupo de amigos. Al fin le grita:
-Que te esperes un poco más. ¡Que quiero ver cómo se vuelve monja...!
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Con mi felicitación a los padres de "Loli" en grato recuerdo de vecindad.