Algunas claves
Va para dos años escribiendo en este blog que, tal y como su nombre indica, nació como punto de encuentro para buscadores de la Verdad. En realidad, todos lo somos, pero algunos tenemos la experiencia de Cristo resucitado, y desde ahí nos afanamos en hacer camino al andar. Lo que ofrezco a los lectores hoy son experiencias talladas por el día a día, a la sobra del Evangelio, que las acompaño a mi deseo de generar esperanza, luz y fuerza en aquellos que dedican unos minutos a estas líneas. Las resumo así:
1) Esforzarnos en aprender a escuchar. Es esencial mejorar nuestra capacidad de escucha en clave de inteligencia emocional con quienes nos rodean pero también a la hora de orar con nuestro Padre: nos hartamos de pedir y creo que nos falta capacidad de escucha: el cielo emite día y noche.
2) “Confía en Dios como si todo dependiera de Él, y nada de ti; ponlo todo en juego, sin embargo, como si todo dependiera de ti, y nada de Dios”. (San Ignacio). No podemos limitar la confianza en Dios a la oración de petición; nos arriesgamos a que todo se quede en el intercambio interesado. En todo caso, luchemos por lo que tiene remedio: hagamos primero cuanto podamos de nuestra parte, sin miedos, con humildad, como si Dios nada hubiese de hacer; y después, pongamos en Dios toda nuestra confianza, como si no hubiésemos hecho nada.
3) La fuerza de nuestra debilidad es la oración: pedid y recibiréis. Leyendo La oración del corazón, de Jean Lafrance, encontré lo siguiente: "Cuando mi alma esté agitada o tentada, al punto dejaré a un lado mis pensamientos para lanzarme a la oración (…). No lo pienses, di: voy a orar". Una sabia reflexión en lugar de atizar nuestros pensamientos.
4) No perder la calma: hoy no es siempre. Dios puede que no cumpla todos nuestros deseos pero cumple todas sus promesas. Toda la Escritura es una lección de esta profunda realidad al calor de la Alianza. Una Alianza en la Dios siempre toma la iniciativa.
5) No rezar para que Dios realice mis planes sino para que sea capaz de llevar adelante los planes de Dios. Lo peor que le ha ocurrido a la humildad es ser confundida con la sumisión. Cuántas actitudes frustrantes se han vivido por no distinguir la verdadera grandeza humana de la humildad orante con la carencia de autoestima, que es todo lo contrario, o con la soberbia.
6) Esperanza siempre: confiar por encima del hecho puntual que nos abruma o entristece. Mi realidad percibida es parcial. El futuro es de Dios. Para mí, la esencia de la oración es la confianza como medida real que indica mi nivel de madurez cristiana.
7) Pensar en el prójimo, es la gran referencia de Dios en este mundo. Todo el evangelio está impregnado del mensaje transformador y liberador a través del otro. Como dice Juan, si afirmo: “Yo amo a Dios", y aborrezco a mi hermano, soy un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
8) La alegría evangélica es el signo de la aceptación: aceptar no es resignarse. Humildad también como sinónimo de aceptación -que no resignación- de las limitaciones y contrariedades y como una expresión de libertad que nos revaloriza frente a la sumisión interior o impuesta.
9) Dios me quiere como soy: todo me lo ha dado, todo gratis por amor. El agradecimiento es un signo cristiano por excelencia: la Eucaristía es acción de gracias, gracias por todos los dones que ni agradecemos ni valoramos, centrados en lo que nos falta mientras Él me colma de gracias cada día.
10) Convertir los dolores de la vida en amor.¿Qué es eso de ofrecer nuestro sufrimiento inevitable? Podemos transformar los padecimientos en amor para darle un gran sentido. Jesús nos enseñó que no debemos desear ningún sufrimiento pero, una vez que llega, debemos aprovechar la ocasión que nos brinda para ofrecerlo y convertirlo en un acto de amor que en Jesucristo ilumina el don de ese sufrimiento. Solo tiene sentido cuando lo ponemos delante de Dios al servicio y al bien de los otros. Todo sacrificio es útil si se realiza por amor.
Si nos dejamos, "todo es gracia".
1) Esforzarnos en aprender a escuchar. Es esencial mejorar nuestra capacidad de escucha en clave de inteligencia emocional con quienes nos rodean pero también a la hora de orar con nuestro Padre: nos hartamos de pedir y creo que nos falta capacidad de escucha: el cielo emite día y noche.
2) “Confía en Dios como si todo dependiera de Él, y nada de ti; ponlo todo en juego, sin embargo, como si todo dependiera de ti, y nada de Dios”. (San Ignacio). No podemos limitar la confianza en Dios a la oración de petición; nos arriesgamos a que todo se quede en el intercambio interesado. En todo caso, luchemos por lo que tiene remedio: hagamos primero cuanto podamos de nuestra parte, sin miedos, con humildad, como si Dios nada hubiese de hacer; y después, pongamos en Dios toda nuestra confianza, como si no hubiésemos hecho nada.
3) La fuerza de nuestra debilidad es la oración: pedid y recibiréis. Leyendo La oración del corazón, de Jean Lafrance, encontré lo siguiente: "Cuando mi alma esté agitada o tentada, al punto dejaré a un lado mis pensamientos para lanzarme a la oración (…). No lo pienses, di: voy a orar". Una sabia reflexión en lugar de atizar nuestros pensamientos.
4) No perder la calma: hoy no es siempre. Dios puede que no cumpla todos nuestros deseos pero cumple todas sus promesas. Toda la Escritura es una lección de esta profunda realidad al calor de la Alianza. Una Alianza en la Dios siempre toma la iniciativa.
5) No rezar para que Dios realice mis planes sino para que sea capaz de llevar adelante los planes de Dios. Lo peor que le ha ocurrido a la humildad es ser confundida con la sumisión. Cuántas actitudes frustrantes se han vivido por no distinguir la verdadera grandeza humana de la humildad orante con la carencia de autoestima, que es todo lo contrario, o con la soberbia.
6) Esperanza siempre: confiar por encima del hecho puntual que nos abruma o entristece. Mi realidad percibida es parcial. El futuro es de Dios. Para mí, la esencia de la oración es la confianza como medida real que indica mi nivel de madurez cristiana.
7) Pensar en el prójimo, es la gran referencia de Dios en este mundo. Todo el evangelio está impregnado del mensaje transformador y liberador a través del otro. Como dice Juan, si afirmo: “Yo amo a Dios", y aborrezco a mi hermano, soy un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
8) La alegría evangélica es el signo de la aceptación: aceptar no es resignarse. Humildad también como sinónimo de aceptación -que no resignación- de las limitaciones y contrariedades y como una expresión de libertad que nos revaloriza frente a la sumisión interior o impuesta.
9) Dios me quiere como soy: todo me lo ha dado, todo gratis por amor. El agradecimiento es un signo cristiano por excelencia: la Eucaristía es acción de gracias, gracias por todos los dones que ni agradecemos ni valoramos, centrados en lo que nos falta mientras Él me colma de gracias cada día.
10) Convertir los dolores de la vida en amor.¿Qué es eso de ofrecer nuestro sufrimiento inevitable? Podemos transformar los padecimientos en amor para darle un gran sentido. Jesús nos enseñó que no debemos desear ningún sufrimiento pero, una vez que llega, debemos aprovechar la ocasión que nos brinda para ofrecerlo y convertirlo en un acto de amor que en Jesucristo ilumina el don de ese sufrimiento. Solo tiene sentido cuando lo ponemos delante de Dios al servicio y al bien de los otros. Todo sacrificio es útil si se realiza por amor.
Si nos dejamos, "todo es gracia".