La experiencia de la muerte
José Martínez Hernández, “La experiencia contemporánea de la muerte”. Catedrático de filosofía y profesor del Instituto Teológico de Murcia.
Miguel Ángel Hernández Navarro, “Imágenes de la muerte”. Profesor de Arte en la Universidad de Murcia.
José García Férez, “Antropología y ética del buen morir”. Doctor en Moral, profesor del Instituto Teológico de Murcia.
El hombre es el único animal mortal, el único que sabe que va a morir. Esta condición lo singulariza como especie y lo individualiza como ser único. Asumir esa experiencia es la única manera de ser hombre desde la antropología, la etnografía y la filosofía. La muerte es el momento decisivo para entendernos en un mundo que nos supera, pero que es nuestro hogar durante un tiempo. Si hemos de morir, la vida cobra sentido, no es un eterno vagar circular cuyo principio y fin coinciden. Los actos humanos, marcados por la finitud, se vuelven realmente eternos. Nuestras decisiones nos determinan, pues no tenemos muchas opciones de modificarlas. Ser mortales nos hace ser morales, seres capaces de decidir, de errar, de perdonar, de amar. La muerte es nuestra constitución metafísica a partir de la estructura física.
El arte no podía obviar esta temática. Cuando el hombre se enfrenta al hecho terrible de la muerte, saca lo mejor de sí en forma plástica y lo refleja fuera de sí. Lo hace como pintura, escultura, poesía, filosofía, ética. Todas las artes no son más que un intento por huir de la muerte, por aprehender la muerte, por sustituir la muerte. Vano intento, pero en él nos va lo humano. Porque lo humano, sea esto lo que fuere, está implicado en la relación entre el arte, la muerte y la libertad. Ser humano es hacerse humano en una tradición que nos constituye y condiciona. Ser humano es vivirse humano, la muerte nos permite sobrellevar la carga de la existencia, Jonas dixit. No se trata de una condena, sino de un don, un saber dar la muerte muerte, que dijera Derrida, darnos la muerte dignamente como una prueba de la libertad de la existencia, como una prenda del ser finito que no es sino un don kenótico divino. La muerte, desde mi perspectiva teológica, es la expresión de la renuncia divina a la omnipotencia y a la omnisciencia. Morir es una forma de identificación con el acto divino de la creación; morir es la posibilidad más alta del abrazo total con lo creado. La hermana muerte es un regalo que Dios nos hace para que nos podamos identificar con Él.
Por eso, la frase que marca la experiencia de la muerte es MEMENTO MORI.
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